
Fernando Torralva Navarro nació en Santiago de Cuba el 4 de marzo de 1885 y durante su niñez vivió algún tiempo en España, a donde regresó a la edad de once años. Poco después murió su padre y comenzó para el joven Fernando una vida en la que la pobreza devino inseparable compañera.
Trabajó como delineante del Departamento de Obras Públicas de Santiago de Cuba, en tanto estudiaba para tratar de alcanzar un título universitario que nunca logró. Publicó entonces sus primeros textos en El Pensil, Renacimiento, El Cubano Libre y Letras, las tres primeras editadas en el oriente del país y la última en La Habana.
Integró un grupo de poetas nucleado en torno a José Manuel Poveda, que celebraba sus reuniones en una casa que el propio Torralva humorísticamente denominó del Palo hueco por las características estrechas de su fachada, y en las cuales participaban además el escritor Sócrates Nolasco, dominicano residente en la ciudad, y unos pocos poetas más.
La casualidad (¡bienvenida esta vez!), nos puso en contacto con la obra y vida de Torralva Navarro, un santiaguero hoy día casi desconocido, aunque en modo alguno intrascendente dentro de la poesía cubana de hace un siglo, cuando el oficio de poeta era cosa de bohemios, según el decir de algunos que, tal vez, ya quisieran para sí una clasificación tan singular.
Yo he venido de muy lejos Soy un paje que te envía del País de los Ensueños levantada la cabeza un sagrado sentimiento que se envuelve en la riqueza de la ofrenda misteriosa de mi reina, la Poesía ¡Mensajero soy del Ritmo! Poemizado fue mi rastro, sobre el Mar de los Zafiros, por los fuegos de algún astro, hasta el muro de tu alcázar, donde asorda mi clarín.
(Fragmento del poema Heraldo)
Apunta el crítico Max Henríquez Ureña que la cultura de Torralva era desordenada, como en cierto modo lo fue su vida, en la cual no faltaron episodios violentos.
Es esta una alusión al incidente en que dio muerte al autor de un libelo que afectaba la honra de una dama, suceso del cual salió absuelto el poeta al comprobarse que actuó en legítima defensa, pues primeramente fue agredido. No obstante, quedaron huellas en el espíritu de Torralva, las cuales incidirían en su estabilidad emocional.
Poseyó en grado superior el concepto del verso dijo de él José Manuel Carbonell y se sintió abrumado por la fiebre de la belleza artística. Fue, pues, un eterno preocupado por la forma, uno de esos escritores cuya sensibilidad se expresa en cada línea:
¡Oh madre Natura! He bebido, sediento, en tu seno letal, el veneno de la desventura
(Fragmento de La canción del viador)
Fernando Torralva, quien alcanzó algunos premios en concursos de poesía —en la revista Oriente Literario y en los Juegos Florales Pro-Heredia celebrados en su ciudad natal terminó suicidándose el 19 de octubre de 1913, a la edad de 28 años. Estos apuntes van por su memoria.
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