Rafael Gabriel Juan Múgica Celaya Leceta, conocido como Gabriel Celaya (Hernani, Guipúzcoa, 18 de marzo de 1911-Madrid, 18 de abril de 1991), importante poeta español, destacado representante de la poesía comprometida o poesía social. Su obra, además, se movió en los territorios del existencialismo y del experimentalismo y la poesía concreta, para ser una síntesis de los principales derroteros de la lírica española del siglo XX.
La poesía es un arma cargada de futuro
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, que puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.
Aprender a nadar
Mientras otros piensan qué se debe hacer,
yo hago.
Mientras otros discuten qué está bien, qué está mal,
yo sigo en lo real.
Mientras otros debaten qué se debe cambiar,
yo cambio.
Mientras otros piensan, yo, sin pensar,
canto.
A un poeta neutral
Basta ya de mentiras. Dividamos los campos.
Yo no te quiero mal; soy solo tu contrario,
pecho a pecho distinto, diente a diente luciente.
Te juzgo pernicioso. Lo digo. Juego limpio.
En vano tú pretendes envolver en la anchura
comprensiva, imparcial ―lo que quieras, sermones―
lo insoluble y candente. Tus poemas son solo
un infierno empedrado de buenas intenciones.
Yo creo en ti; te estimo noblemente decente,
mas te pido osadía, salud, fe, sí, mas tripas.
Te pido que me insultes si lo crees necesario.
Todo sea hasta el fin, mas sin beaterías.
Biografía
No cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.
Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?
Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.
¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?
La cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.
No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los nos.
Y descansar: morir.
Cuéntame cómo vives (cómo vas muriendo)
Cuéntame cómo vives;
dime sencillamente cómo pasan tus días,
tus lentísimos odios, tus pólvoras alegres
y las confusas olas que te llevan perdido
en la cambiante espuma de un blancor imprevisto.
Cuéntame cómo vives.
Ven a mí, cara a cara;
dime tus mentiras (las mías son peores),
tus resentimientos (yo también los padezco),
y ese estúpido orgullo (puedo comprenderte).
Cuéntame cómo mueres.
Nada tuyo es secreto:
la náusea del vacío (o el placer, es lo mismo);
la locura imprevista de algún instante vivo;
la esperanza que ahonda tercamente el vacío.
Cuéntame cómo mueres,
cómo renuncias —sabio—,
cómo —frívolo— brillas de puro fugitivo,
cómo acabas en nada
y me enseñas, es claro, a quedarme tranquilo.
Hablo de nosotros
Hablo de nosotros
(no sé si es un poema),
hablo de nosotros que no somos sencillos,
pero sí vulgares (como se comprende).
Hablo sin tristeza (y no porque esté alegre),
sin resentimiento (mi odio es de agua fría);
hablo de nosotros y alguien debe entenderme.
Hablo serenamente.
Necesito muy poco
(por ejemplo, mi tiempo);
necesito gastar dinero sin pensarlo,
besar dos o tres bocas (sin comprometerme).
Necesito lo justo (superfluo si calculo),
un delirio alegre (razonable en el fondo);
necesito lo poco que nadie quiere darme,
lo mucho que es un hombre.
Pero soy blando y tonto
(quién al fin no llora?);
soy de fango informe que dulcemente arrastra,
de tierra que a ti me une.
Soy de miseria pura (o de amor infinito),
soy de nada, del todo que al mirarte comprendo,
!oh pequeño, pequeño, pegajoso, tan tierno,
tan igual a mí!
Instancia
Etceterísimo Señor:
Yo, Gabriel Celaya, aspirante a poeta,
que pase lo que pase siempre estoy donde estoy,
visto su tal y cual del tantos y adelante, le digo a usted que no.
Confieso que he clamado mi verdad hasta en verso,
mas también Don Quijote dijo: «Yo soy quien soy»,
y al ser era un «nosotros», y al decir, se cumplía,
y al hacernos, se hacía, como en él me hago yo.
Soy sin remedio español.
Soy humilde, soy digno, las dos cosas a la vez.
Soy como el pueblo, invencible.
Suplico en consecuencia, Señor, que no me acuse
si aún hace tanto ruido mi viejo corazón.
Esa explosión que le asusta, sólo es un grito de amor.
Dios le coja confesado. Yo ya di el «sanscacabó»;
mas, por si acaso, aún disparo mi sagrada indignación.
Fecho y firmo en tierra vasca con la sangre de Unamuno,
con lo uno que es lo humano de un unánime clamor,
y suplico a Vuestra Eso: ¡déjeme ser español!
Visitas: 435
Deja un comentario