Como escritor, El Lugareño —seudónimo que hizo popular Gaspar Betancourt Cisneros— dejó un abundante epistolario. De su producción costumbrista se apunta que por lo general no era muy anecdótica, pues su prosa se distingue por tener un carácter descriptivo. Además del seudónimo citado, utilizó los de Homobono y Narizotas.
De personalidad ingeniosa, El Lugareño queda como un prosista mordaz, no exento de humor, que utilizó la columna de sus «Escenas cotidianas» en la Gaceta de Puerto Príncipe para, entre 1838 y 1839, dejar sentado que con él era necesario contar si de comentarios, murmuraciones y asuntos locales se trataba, lo cual no era obstáculo para que, en varias oportunidades, revelara preocupaciones en torno a la educación, la política, la economía y otros temas.
Betancourt Cisneros nació el 29 de abril de 1803 —220 años atrás— y, por espacio de casi dos décadas, realizó estudios en su Puerto Príncipe natal. A partir de 1822 se le envió a Norteamérica con el propósito de completar su formación escolar, allí se estableció en Filadelfia, donde trabajó en una casa comercial y estrechó vínculos con los cubanos que allí encontró, en particular con el bayamés José Antonio Saco. Un año después embarcó hacia Venezuela para entrevistarse con los independentistas de esa nación y promover la insurrección cubana entre ellos antes de su regreso al norte.
Varios años permaneció en Estados Unidos, durante los cuales se mantuvo en contacto con los círculos políticos de los cubanos, al tiempo que colaboraba en la publicación Mensajero Semanal, editada en Nueva York.
La distancia no amenguó su interés en regresar a Cuba, algo que finalmente consiguió en 1834, motivado siempre por la preocupación de conseguir un mejoramiento social y económico para la Isla, en especial en los sectores de la educación y el desarrollo tecnológico.
No era Betancourt Cisneros del agrado de la metrópoli, por lo que durante el gobierno del Capitán General Leopoldo O’Donnell se le obligó a salir del país y de nuevo se trasladó a Estados Unidos, donde su labor política halló cauce a través de la Junta Cubana de Nueva York, que presidió, además de fundar el periódico La Verdad, vocero ideológico del movimiento anexionista, aunque tal condición varió años después cuando el espíritu de la independencia cobró auge y encontró, entonces, en él a un defensor.
En aquella etapa anexionista sostuvo una polémica con su amigo José Antonio Saco, a quien trató de captar inútilmente, pues Saco fue un irreductible antianexionista. Fue tal su empeño en ese sentido que publicó un folleto titulado Ideas sobre la incorporación de Cuba en los Estados Unidos, en contraposición a las que ha publicado D. José Antonio Saco, fechado en 1849.
El propio Betancourt Cisneros empezó por sí mismo a abrir los ojos a partir de las expediciones de Narciso López a inicios del decenio del 50 del siglo XIX, y en su condición de Presidente de la Junta Cubana de Nueva York, suscribió en 1852 una protesta al gobierno norteamericano por sus veladas intenciones de adquirir de España la Isla de Cuba. Estaba ya en el camino de la independencia, pero murió el 7 de diciembre de 1866 en La Habana, antes del estallido revolucionario liderado por el abogado Carlos Manuel de Céspedes, en 1868.
En 1917 aparecieron sus Cartas a Saco, y en 1950 otro volumen contentivo de buena parte de su obra costumbrista recogida de la prensa.
Cuando se habla del movimiento costumbrista en la literatura cubana del siglo XIX, aflora el nombre de este autor camagüeyano un tanto olvidado. En Cubaliteraria nos empeñamos en hacer menos gravoso el peso del polvo acumulado sobre su nombre otrora popular.
Visitas: 20
Deja un comentario