Del padre solo heredó deudas, la lujuria y un profundo amor por la belleza; de la madre, la espiritualidad, la dulzura y, además, un fuerte temperamento. El más reconocido de los románticos ingleses, Lord Byron.
Si pudiera escribir en susurros, seguro lo haría, pues su vida fue tan escandalosa como lo quiso ser su literatura. Vino a este mundo el 22 de enero de 1788, empezando su sexualidad a los nueve años, de la mano de la institutriz escocesa que la madre puso a su cuidado, y no vio, a su entender, en ello nada desagradable.
Con su progenitora sostuvo un vínculo de amor-odio. Ella le llamaba: Cojo bribón, pues Byron nació con los dedos del pie derecho hacia dentro. Hizo de este defecto una virtud. Aprendió a correr antes de caminar, construyéndose un estilo extravagante de andar, perfeccionándolo, hasta hacerlo elegante. Su belleza no radicaba verdaderamente en su físico. No hubo una crítica, personal o literaria, que no respondiera.
Mientras más crecía, más se parecía al padre que murió cuando tenía tres años y dejó deudas de sus continuos juegos y engaños. Amó al amor más que a sí mismo, convirtiéndolo, por así decirlo, en parte de su personalidad.
Lord Byron siempre estuvo dispuesto para el matrimonio pero nunca preparado para él. Las mujeres venían y no le quedaba más remedio que amarlas. Su carácter insolente, descarado, cínico, entre cruelmente franco, que rayaba en la inocencia, las desarmaba. Pero como gran adúltero, al final era el abandonado. Su primer matrimonio fue disuelto por esto, llegándose a convertir en un asunto de interés nacional.
Viaja dos años por Europa y en ese recorrer, siempre acompañado, siempre infiel, lujurioso, va a España, Turquía, Venecia. Surge uno de sus grandes libros Peregrinación de Childe Harold, con estos poemas de viajes alcanza la fama. El protagonista es casi el espejo del joven Byron, el que huye de sí mismo. Es la moda, el carnaval, el ideal romántico. Si se compara con Picasso se diría que es el Byron rosa.
Se le atribuyen incluso relaciones homosexuales, pero su última biografía lo niega, como lo negó él con un comentario burlón y desvergonzado. La relación incestuosa con su medio-hermana por parte de padre, Augusta Leigh, con la cual se le inculpa una hija, hace que Inglaterra le dé la espalda.
Tiene que irse de su país natal para jamás regresar. Siempre libre, siempre aventurero, haciendo de la vida un harén, llega a Grecia, donde lo adoran. Se involucra en su independencia pero contrae fiebre reumática. El amante de la belleza, que en realidad siempre fue un nostálgico, obsesionado con la muerte, cae desfigurado por las sanguijuelas que le ponen los médicos en todo el cuerpo y chupan su sangre sin control. Con apenas treinta años llegó a ganar una notoriedad exuberante y seis años más tarde muere desangrado el 19 de abril de 1824.
Su novela Don Juan queda inconclusa. Es una crítica al mismo romanticismo, es una sátira al mito del Don Juan. Byron se desdibuja, se quita la máscara, se confunde, se siente utilizado. El hombre víctima de su propia libertad.
Dicen que el corazón de Byron no regresó a Inglaterra. Los griegos se lo extirparon enterrándolo en Misolonghi. Un cuerpo vacío fue el que volvió y le fue negado ser enterrado donde reposan los grandes escritores de la lengua inglesa, en la Abadía de Westminster. Fue enterrado en la iglesia de Santa María Magdalena, junto a su madre.
En 1938, al abrir su ataúd, en el rostro aún tenía la sonrisa que tanto cautivó, como si no hubieran transcurrido 114 años de su deceso.
*Publicado originalmente el 22 de enero como homenaje a su nacimiento
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