La figura de Gérard de Nerval se erige como un enigma, un poeta maldito menos conocido en comparación con sus contemporáneos más célebres como Charles Baudelaire o Arthur Rimbaud. Sin embargo, su obra es un tesoro literario que merece ser explorado con detenimiento. Nerval, nacido como Gérard Labrunie el 22 de mayo de 1808, es un caso de la trágica genialidad que caracteriza a los poetas malditos , aquellos escritores atormentados por demonios personales y emociones intensas que encontraron expresión en sus versos.
La vida de Nerval estuvo marcada por la adversidad desde temprana edad. Su infancia estuvo teñida por la pérdida de su madre y un padre ausente. Estas experiencias forjaron en él una sensibilidad peculiar, que más tarde se plasmaría en su obra poética. Sin embargo, la melancolía y la angustia existencial que lo perseguirían a lo largo de su vida se hicieron evidentes en sus primeros escritos, como su novela El Diablo en París, que exploraba los bajos fondos de la ciudad luz, un tema que más tarde sería central en la obra de Baudelaire.
Aunque Nerval fue conocido por su prosa, fue la poesía la que lo elevó a un estatus especial dentro del movimiento romántico francés. Su poesía es un reflejo de la desesperación y la búsqueda de sentido que caracterizaron su vida. Les Chimères, una de sus obras más destacadas, es un claro ejemplo de su estilo literario oscuro y simbólico. En estos versos, Nerval se sumerge en un mundo onírico poblado de mitología y símbolos, donde el lector es invitado a explorar las profundidades de su propia alma.
Nerval también es conocido por su relación con la locura, una característica que lo emparenta con otros poetas malditos de la época. Pasó tiempo en hospitales psiquiátricos y sufrió episodios de desequilibrio mental. Su famosa caminata con una langosta por las calles de París, que retrató en su novela autobiográfica Aurélia, es un ejemplo de sus episodios más extraños y reveladores. La locura y la desesperación impregnaron su obra, convirtiéndola en un testimonio vívido de sus luchas internas.
A pesar de su corta vida, Nerval dejó un legado literario que influyó en generaciones posteriores de escritores. Su poesía influenció a poetas simbolistas como Paul Verlaine y Stéphane Mallarmé, quienes encontraron en sus versos una fuente de inspiración para sus propias exploraciones líricas y simbólicas. El uso de la alucinación y la asociación libre en su escritura prefigura elementos del surrealismo que surgirían décadas más tarde.
El poeta maldito, como se le conoce, murió en 1855 a la edad de 46 años, ahorcado con una cuerda de la que se dice que tenía el emblema de una langosta, un símbolo de su excentricidad y sus luchas internas. Su obra, en gran parte incomprendida en su tiempo, ha ganado reconocimiento y admiración con el paso de los años, como suele ocurrir con los poetas malditos. En un mundo literario que a menudo favorece la narrativa de los más conocidos, Gérard de Nerval sigue siendo un tesoro escondido para aquellos que buscan profundizar en las profundidades del alma humana a través de la poesía.
Era él, ese loco, el sublime insensato…
¡Era él, ese loco, el sublime insensato... Ese Ícaro olvidado que escalaba los cielos, ese faetón perdido bajo el rayo divino, el bello Atis herido que Cibeles reanima! El augur consultaba el flanco de la víctima, la tierra se embriagaba de esa sangre preciosa... El cosmos aturdido colgaba de sus ejes, y el Olimpo un instante vaciló hacia el abismo. «¡Dime!» —gritaba César a Júpiter Ammón, ¿quién es el nuevo dios, que se ha impuesto a la tierra? ¿Y si acaso no es dios es un demonio al menos...? Mas se calló por siempre el invocado oráculo; uno solo en el mundo explicar tal misterio podía: —el que entregó el alma a los hijos del limo.
Versión de Aníbal Núñez
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Tomado de HJCK
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