
Rabindranath Tagore (Calcuta, 7 de mayo de 1861-Calcuta, 7 de agosto de 1941) polímata bengalí, es considerado uno de los poetas y escritores hindúes más prolíficos y reconocidos a nivel internacional; su pensamiento y quehacer literario lo llevaron a ser galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1913. Dentro de sus obras se encuentran: El cartero del rey, Pájaros perdidos, El jardinero, Pájaros y luciérnagas y es particularmente recordado por su colección de poemas Gitanjali y la obra El hogar y el mundo. Con ambos revolucionó la literatura bengalí.
Compartimos cinco poemas de Gitanjali, poemario de Tagore publicado por primera vez en agosto de 1910.
1
Fue tu voluntad hacerme infinito. Este frágil vaso mío tú lo derramas una y otra vez, y lo vuelves a llenar con nueva vida. Tú has llevado por valles y colinas esta flautilla de caña, y has silbado en ella melodías eternamente nuevas. Al contacto inmortal de tus manos, mi corazoncito se dilata sin fin en la alegría, y da vida a la expresión inefable. Tu dádiva infinita sólo puedo recogerla con estas pobres manitos mías. Y pasan los siglos, y tú sigues derramando, y siempre hay en ellas sitio que llenar.
2
Cuando tú me mandas que cante, mi corazón parece que va a romperse de orgullo. Te miro y me echo a llorar. Todo lo duro y agrio de mi vida se me derrite en no sé qué dulce melodía, y mi adoración tiende sus alas, alegre como un pájaro que va pasando la mar. Sé que tú complaces en mi canto, que sólo vengo a ti como cantor. Y con el fleco del ala inmensamente abierta de mi canto, toco tus pies, que nunca pude creer que alcanzaría. Y canto, y el canto me emborracha, y olvido quien soy, y te llamo amigo, a ti que eres mi señor.
3
¿Cómo cantas Tú, Señor? ¡Siempre te escucho mudo de asombro! La luz de tu música ilumina el mundo, su aliento va de cielo a cielo, su raudal santo vence todos los pedregales y sigue, en un torbellino, adelante. Mi corazón anhela ser uno con tu canto, pero en vano busca su voz. Quiero hablar, pero mi palabra no se abre en melodía; y grito vencido. ¡Ay, cómo envuelves mi corazón en el enredo infinito de tu música, Señor!
4
Quiere tener mi cuerpo siempre puro, vida de mi vida, que has dejado tu huella viva sobre mí. Siempre voy a tener mi pensamiento libre de falsía, pues tú eres la verdad que ha encendido la luz de la razón en mi frente. Voy a guardar mi corazón de todo mal, y a tener siempre mi amor en flor, pues que tú estás sentado en el sagrario más íntimo de mi alma. Y será mi afán revelarte en mis acciones, pues que sé que tú eres la raíz que fortalece mi trabajo.
5
Sé indulgente conmigo un momento, y déjame sentarme a tu lado, que luego
terminaré lo que estoy haciendo.
Mi corazón, si no te ve, no tiene sosiego, y mi trabajo es como un afán infinito en
un fatigoso mar sin playas.
El verano ha venido hoy a mi ventana, zumbando y suspirando, y han venido las
abejas, trovadores en la corte del bosque florecido.
Es el tiempo de sentarse quieto frente a ti, el tiempo de cantarte, en un ocio mudo y
rebosante, la ofrenda de mi vida.
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