No ignoramos sus imprecisiones, tampoco desigualdades de contenido, omisiones, en fin, cuantos «defectos» suelen señalársele al Diccionario Biográfico Cubano de don Francisco Calcagno. Solo que nuestro agradecimiento, el de investigadores, estudiantes, historiadores y cuantos se interesan en hurgar en las figuras del pasado cubano es tal, y su valor como fuente de consulta, documento y recuento, tan inmanente, que el Diccionario… mantiene su estatus privilegiado en la sección de «Fondos raros» de las bibliotecas.
Don Francisco dedicó años de trabajo a una labor que consideró indispensable para sus contemporáneos pero cuya trascendencia llega hasta nuestros días.
Este güinero ilustre nacido en junio de 1827, fue además lo que hoy llamaríamos un promotor cultural: introdujo en su ciudad natal (actual provincia de Mayabeque) la primera biblioteca pública, la primera imprenta, fundó el primer periódico local (Álbum Güinero), en 1862, y una Academia de Idiomas, ubicadas ambas en su hogar.
Para tan loables desempeños, Calcagno primero se preparó hasta alcanzar una educación esmerada y una superior preparación cultural: se graduó en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, hizo estudios de latín y griego, de italiano (era hijo de italiano y de habanera), inglés y francés, y realizó un viaje por Estados Unidos, Francia e Inglaterra. Del extenso periplo regresó en 1860 tras la muerte del padre. Era pues, un erudito, aun cuando continuaba enraizado a su Güines natal.
En cuanto a su ideario, se trató de un abolicionista consecuente que emancipó sus esclavos recibidos como herencia, y se preocupó por la educación de aquellos que pasaban a la condición de libres.
Con la guerra independentista en Cuba emigró a España, para radicarse en Barcelona. Y, dato que lo enaltece, en su folleto titulado La República, única salvación de la familia cubana, que vio la luz en 1898, escribió:
…No podemos conformarnos a la idea de cambiar una tutela por otra, un dominio por otro dominio, quizás un yugo por otro. Y este último incontrastable y perpetuo (…) Cuba anexionada contra la voluntad de sus legítimos poseedores, los cubanos, no será más que una tierra conquistada, una sanción de la fuerza brutal.
Y ahora lo que más nos concierne: Calcagno desarrolló una obra literaria vasta, que incluyó su labor periodística. De 1868 data su colección Poetas de color, que reúne composiciones de Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), Juan Francisco Manzano y otros bardos negros. Se suman a este Escenas cubanas (1863), Calcañatipos (1864), Uno de tantos (novela, 1881), El aprendiz de zapatero (monólogo, 1891), Recuerdos de antes de ayer (1893), Mina o la hija del presidiario (1896)… sin pretender una relación completa. También tradujo obras de teatro.
Párrafo aparte merece su obra mayor, es decir, su labor lexicográfica: el Diccionario Biográfico Cubano, que comenzó a publicarlo en 1878 en Nueva York, donde vieron la luz las primeras 120 páginas, impresión que aunque fue interrumpida por varios años, logró su conclusión. El libro permite conocer acerca de las personalidades de entonces, lo cual nos ilustra acerca de la laboriosidad de su autor y de la enorme constancia con que debió asumir esta función de biografiar figuras vivas y muertas, de variados perfiles, actividades y desempeños dentro de la esfera de la sociedad cubana.
El mérito se acrecienta si tenemos en cuenta que por entonces existía un único antecedente por el cual guiarse, el Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, de Jacobo de la Pezuela, editado en Madrid en el decenio del 60 del siglo XIX.
Nuestro Calcagno murió en Barcelona el 22 de marzo de 1903, pero sus restos descansan en el Panteón de la Logia que lleva su nombre en el cementerio de Güines. Es cierto que no se cumple aniversario cerrado alguno de este importante intelectual cubano, de manera que el mes de marzo es apenas un pretexto para reiterar lo que ya proclamamos en el título: ¡Gracias, Calcagno!
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