Poeta, profeta. Saquémosle un poco de poesía al mundo profético que los seres humanos dictamos desde que somos especie civilizatoria.
La profecía se constituyó en ciencia desde que el hombre puede profetizar, con acierto, cómo será una estación, las condiciones climáticas, etcétera, a esto le llamamos pronóstico. Así, el vaticinio se convierte en verdad, y el ser humano extiende sus alas augurando despertares y encuentros, salidas al cosmos cercano, posibilidades de explotación económica de la Luna primero, de Marte después, y hasta se pronostica el encuentro con vida extraterrestre, inteligente o no. En todo el sistema solar, parece que no hay otra especie inteligente como la nuestra, ya la hubiéramos captado. Pronostiquemos que en el espacio cercano quizás hallaremos bacterias y animales de pequeños cerebros en condiciones muy diferentes a las terrestres.
Mientras tanto, las profecías han ido quedando en manos de magos, supuestamente «elegidos» o profetas de todo tipo, como Nostradamus o como todo un santo: san Malaquías. Este último está ahora al borde de la confirmación o del fallo de su conjetura: cuando elijan al papa 268 (contando solo los considerados legítimos), post Francisco, la profecía de san Malaquías quedará al desnudo del sí o del no, y hasta puede vaticinarse que será un rotundo fracaso. En el cónclave del 2005 nadie podría adivinar que habría un papa de origen argentino, aunque ya por allí, por el Vaticano, se jugaba con el nombre del cardenal Bergoblio, apellido de no tan remoto origen italiano. Se fueron a buscar un papa al fin del mundo, dijo él, sin tiara puesta, con traje relativamente sencillo, y con un nombre insólito en las listas pontificales.
Parece que la tal profecía de los papas es en verdad de un tal Arnaldo Wion, benedictino, que la publicó en 1595. De todos modos, el auténtico Malaquías fue positivamente profeta, admirado por san Bernardo en Irlanda. La tal profecía pretendió trazar el catálogo completo de los papas hasta la segunda venida de Cristo. Con Petrus Romano se da fin al listado, suficiente para que ningún próximo o futuro papa adopte tan fatídico nombre, que dará lugar a la llegada del Armagedón: «En la última persecución de la Santa Romana Iglesia ocupará el solio Pedro Romano, el cual apacentará sus ovejas en medio de grandes tribulaciones, pasadas las cuales, la ciudad de siete colinas será destruida; y el Juez tremendo juzgará al pueblo». Es visible que Francisco, encumbrado desde 2013, no reúne tales requisitos. El intérprete de Dios pudo haberse equivocado.
No, no me referiré aquí a las grandes profecías de Nostradamus, el mayor profeta de la modernidad, porque en otras ocasiones he escrito sobre él, sobre ellas, tomadas como poesía, o sea, una lectura no comprometida con adivinaciones. Para leer el sentido profético de Nostradamus hay que ser asimismo algo así como un «profeta interpretador». Dicen que muchas se han cumplido, como aquella de que un solo ojo gobernará a Francia, pero como toda «buen» oráculo, los suyos hablan de catástrofes naturales, enfermedades, guerras arrasadoras, dictaduras lideradas por un anticristo y asuntos de este tenor hasta el mismo fin del mundo, o al menos hasta el cambio en la era de Acuario.
Ha habido tantos supuestos profetas que se llenaría un libro describiendo a impostores y verdaderos inspirados. Algunos usan la astrología, otros lo sueños y los hay que solo se llenan de arrebato inspirativo y hablan lenguas, como en los cultos proféticos de algunas religiones cristianas o de orígenes africanos. Una carta astral traza un camino de vida de una persona, pero personas como Tycho Brahe (1546-1601) o el científico Johannes Kepler (1561-1630) hicieron predicciones famosas. Por el tiempo de estos dos hombres, aun ciencia y augurio se entremezclaban.
La profecía de la Gran Pirámide es famosa y no hay que describirla aquí, ligada con las direcciones de su túneles y las posiciones de las estrellas. Se dice que un coronel de apellido Garnier predijo la Segunda Guerra Mundial a partir del llamado misterio de la Gran Pirámide. Thomas Dimanne pronosticó para la década de 1980 inflaciones, detrás de las cuales vendrán grandes cambios políticos y ecológicos. Se equivocó al creer que la Iglesia tomaría el poder del mundo, pero no tanto del redentorismo que ha predominado desde los años que siguieron a 1990. Incluso Dimanne auguró que una nueva civilización habitará la tierra en el siglo xxi. Hans Holzer predijo como muchos una tercera guerra mundial, según él iniciada por desencuentros entre China y los Estados Unidos de América, con el supuso de que las batallas se iniciarán en el Medio Oriente. En 2020 el cumplimiento de tal profecía está por ver, pero su peligro es latente.
La inversión de los polos y las catástrofes que ello ocasionaría, ha sido materia de predicciones, como la desaparición de California bajo el mar, enormes temblores de tierra, grandes tormentas, muertes en masas y pandemias. Mario de Sabato (no confundirlo con el cineasta argentino) publicó sus profecías en los finales del siglo xx, especializado en rebatir interpretaciones de presciencia nostradámica, pero él coloca a china como salvadora de la humanidad. El famosísimo Edgar Cayce entraba en trance y respondía preguntas, lo que daba lugar a sus célebres «lecturas». Le llamaban el «Profeta durmiente», era un singular curador, un teórico de la rencarnación y un vidente sobre terremotos (pobres San Francisco y Los Ángeles), parece que no se equivocó sobre algunas sugerencias de fechas en torno a la Segunda Guerra Mundial, pero sí sobre la gran catástrofe que advirtió que ocurría exactamente a fin de siglo, entre ellas la inversión de los polos en 1998.
En la Hermandad de la Luz Interior, el reverendo Paul Solomon (se hizo llamar La Fuente) presagió más guerras, hambrunas, cambios catastróficos entre 1982 y 1984 que no se dieron, pero es curioso el cúmulo de predicciones por suerte incumplidas hechas por muchos «sabios» para la década de 1980. Entre otros, Jaenne Dixon, Aaron Abrahamsen, Criswell, Irene Hughes, llenaron al mundo de anuncios sobre esa década que iba a ser fatídica, pero nadie profetizó el desplome del llamado «campo socialista».
De todos estos divulgadores de males de diversos futuros, quizás la más interesante sea la señora Sandra McNeil, llena de augurios simpáticos como la desaparición mundial del cáncer y de la diabetes por medio de vacunas, un suero eficaz contra el envejecimiento y la prolongación de la vida humana hasta los ciento veinte años. Mientras en los Estados Unidos surgían nuevas divisiones de religiones cristianas y también de cultos esotéricos, la cantidad de profetas aumentó considerablemente. Las predicciones de John Nash para el 19 de enero de 1976 fueron espectaculares, pues mucha gente se refugió en sitios de poca accesibilidad y damas bellas se ofrecieron en las playas debido al inevitable hundimiento del mundo en la fecha propuesta. Salvo un ligero crecimiento posterior de la población, nada ocurrió.
El ya referido Mario del Sabato propuso que en 1977 nació el nuevo mesías, quien hoy tendría más de cuarenta años. Tenemos profecía descritas hasta el año 3797, a las puertas del milenio 4000. Inversión de los polos, cataclismos mundiales, pandemias, llegada del anticristo, segunda venida de Jesús, fin del papado, guerras de todo tipo, hundimiento de la costa oeste de los Estados Unidos, desaparición del Japón en medio de las aguas, manipulación de las profecías mayas (el mundo se acabaría en 2012 o en 2020), ascenso y caída de anticristos políticos, e iluminaciones de la madre María Ráfols, llenaron de fuegos adivinatorios el final del siglo xx. Yo mismo puedo predecir sin dármelas de profeta, que esos augurios de todo tipo continuarán surgiendo, pues siempre hay gentes para creer en ellos.
El fanatismo no cesará. Tampoco quiero cerrarme a negar las capacidades humanas para soñar con lo que vendrá, a las breves predicciones sobre la vida diaria y sus resultados próximos, y hasta a las estipulaciones de lo posible ya casi evidente para el futuro: el hombre llegará a Marte, habrá colonias humanas en satélites planetarios, y aquí lindamos con la pronóstico científico y con la ciencia ficción, ¿o no fue Julio Verne un gran profeta? Poeta, profeta. Ver para creer. El tema es infinito.
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