El libro, publicado por la Editorial Letras Cubanas, forma parte de una colección conmemorativa dedicada a los 500 años de La Habana y según el texto de la nota de contracubierta “no es exactamente un libro de crónicas periodísticas aunque de algún modo haya que etiquetarlo: es un intento por responder aquellas preguntas (…) que asedian al hombre cuando se instala en una dimensión ensoñada que puede ser cualquier tiempo fuera del tiempo real. Es un libro sobre el ayer sentido y escrito desde el ayer con inmensa nostalgia…”.
La génesis de este volumen, según declaró la autora durante la presentación del volumen, se inspiró en el recuerdo de su abuelo, el periodista José Manuel Picart, “porque sin nuestros paseos por La Habana colonial y sin sus cuentos sobre esclavos y piratas yo nunca hubiera descubierto a la habanera que soy”, situación que ella reafirma en la introducción del libro bajo el título de “Momento necesario”.
“Extraordinario narrador oral, él animaba para mí estampas de una ciudad colonial ya muy lejana en el tiempo, pero en cuyos patios poblados por fantasmas aún podían oírse los ecos del agua caer sobre brocales ruinosos. Mi fantasía se desataba y en los rincones de penumbra veía piratas, gobernadores, esclavos y damas exquisitas en sus quitrines, y la ciudad surgía ante mis ojos vuelta a la vida por la magia de las palabras”.
El libro recoge un conjunto de artículos que fueron publicados en los sitios web de las emisoras Radio Metropolitana y Radio Ciudad de La Habana respectivamente, la mayor parte de los cuales tienen como eje central a La Habana colonial y republicano-neocolonial, si bien esta compilación enfatiza en la etapa de la colonia, ya que según la autora, forma parte de una trilogía que incluye La Habana de la primera mitad del siglo XX (neocolonia), así como también dicha urbe a partir de 1959. Con relación al género, Picart Baluja lo ubica en una suerte de fusión, ya que contienen “elementos decrónica, reportaje, periodismo de investigación, periodismo literario y de ensayo”.
Entre los trabajos compilados a lo largo de sus más de 200 páginas tenemos títulos como: “¿Por qué la capital de Cuba se llamó en su origen San Cristóbal de La Habana?”, “Un día en La Habana colonial”, “Cómo era la casa colonial cubana”, “Historia de la perfumería en La Habana colonial”, “Proteínas en La Habana colonial”, “La pesca en La Habana colonial”, “La moda femenina en La Habana colonial”, “Orígenes de la prostitución en La Habana colonial”, “Misterios de La Habana colonial o el bocallave del palacio de los Condes de Jaruco”, “La tumba ausente del Faustus criollo”, “San Gerónimo versus Santo Domingo o la ilusión de la eterna presencia”, “Comerciantes en La Habana colonial”, “Breve historia del cólera en Cuba” y “Las quintas el Cerro o el reino de las mamparas”.
Uno de los atractivos de este libro radica en el empleo del lenguaje, caracterizado por su fluidez, pues a través de este Picart Baluja logra concertar un maridaje entre su visión como autora, combinado certeramente con la información obtenida durante el proceso investigativo necesario en este tipo de escritos, así como también mediante entrevistas con los especialistas de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Ejemplo este resultado se puede apreciar en trabajos como “Historia de la perfumería en La Habana colonial”, “La tumba ausente del Faustus criollo”, “Breve historia del cólera en Cuba” y “San Gerónimo versus Santo Domingo o la ilusión de la eterna presencia”.
El primero de los trabajos mencionados nos transporta a la historia del empleo de las fragancias en Cuba y particularmente en la capital; mientras que a través del acercamiento a la vida de un personaje como Jacinto Tomás Barreto y Pedroso, conde de Casa Barreto, el lector será testigo del comportamiento de uno de los personajes de la oligarquía terrateniente criolla más siniestro, comparable quizá con seres de tan triste recordación como el emperador romano Calígula y el emblemático Mefistófeles de El Fausto, y cuya muerte y posterior enterramiento constituyen en sí mismas toda una leyenda. Por su parte, “Breve historia del cólera en Cuba” nos narra, previa una interesante disertación sobre las características de esa enfermedad y sus avatares en Europa, el efecto de la misma en Cuba durante gran parte del siglo XIX, si bien la autora focalizó el epicentro del artículo en los hechos acontecidos durante la epidemia de 1833 en la capital cubana, con un acercamiento a los hechos que por momentos pareciera transportar al lector a través del tiempo para presenciarlosen su contexto.
Sin embargo, “San Gerónimo versus Santo Domingo…” constituye dentro de esta compilación un ejemplo singular sobre la historia de un inmueble capitalino en cuyo espacio original se construyera el convento de la Orden de Santo Domingo y a lo largo de más de casi 400 años fuera sede de disímiles instituciones en circunstancias muy complejas, incluido el primer emplazamiento de la Universidad de La Habana en 1628, para finalmente devenir en un espacio, que si bien de cierta manera evoca sus orígenes, en la práctica resulta totalmente nuevo incluso desde el punto de vista de su arquitectura, y sin embargo por esa misma situación puede generar cierto nivel de polémica en su identificación actual. Tal y como lo expresa Picart Baluja en el cierre del artículo:
“Resulta comprensible que en el personal de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana perdura el hábito simbólico de referirse al edificio actual como Santo Domingo. Esa es una conmovedora muestra de homenaje y de amor por la memoria histórica de la ciudad que todos llevamos en el alma. Pero técnicamente resulta absurdo corregir a quienes llaman al edificio actual San Gerónimo, porque eso es lo que el inmueble es en el día a día de los habaneros. Pretender ubicar actividades de nuestro presente capitalino en un edificio fantasma del que no ha sobrevivido prácticamente nada, y cuyo mayor lazo con el pasado son reconstrucciones reinterpretadas de algunos de sus elementos arquitectónicos más relevantes, equivale a decir que una parte de nuestra vida cotidiana no se está desarrollando en La Habana de 2014 (fecha en que se publicó el texto, nota de este autor), sino en otra dimensión espaciotemporal donde tienen su anclaje definitivo las cosas y los seres que ya no existen”.
A pesar de todo lo reseñado en los párrafos anteriores como elementos que enriquecen el volumen, una lectura detenida del mismo permite apreciar que varios de los artículos, si bien comparten los méritos formales de los mencionados, no aportan en realidad con su presencia información relacionada directamente con el tema del libro (La Habana colonial) y entre ellos podemos mencionar “Historia de la cocina en la siempre fiel Isla de Cuba”, “Perros autóctonos de Cuba”, “¿Hubo piratas cubanos?”, “Madre de agua a la cubana” y “La bola de fuego o el terror de los campos de Cuba”, de ahí que pudieran considerarse hasta cierto punto como prescindibles en esta recopilación. Por otra parte, el artículo “La aristocracia cubana frente al espejo”, que intenta un acercamiento al rol de ese estamento social cubano durante la etapa colonial desde una visión más abarcadora, resulta uno de los más polémicos, no tanto por la intención del mismo, como porque del enfoque mostrado parecería que se igualan en trascendencia política figuras como Miguel Aldama y Miguel de Embil o los marqueses de la Real Proclamación y Lagunillas junto a otras también trascendentales como Marta Abreu y Salvador Cisneros Betancourt, marqués de Santa Lucia, cuando por diferentes circunstancias militaron en las filas de la independencia. Esto último se agrava en el tratamiento dado a este último, ya que si bien “sacrificó su patrimonio por la causa de la libertad de Cuba” (de hecho era uno de los más ricos hacendados del Camagüey con mayor ascendencia entre sus iguales, quizá solo igualado en este último aspecto por Ignacio Agramonte); en la práctica su rol en este artículo no logró ser proyectado en toda su dimensión, sobre todo si se tiene en cuenta que no solo tuvo un desempeño trascendental durante las guerras de independencia, sino que su actuación a favor de la independencia de Cuba y contra la discriminación racial se proyectó también durante los años iniciales de la República neocolonial.
A pesar de lo expresado en el párrafo precedente, Habana como gemir de violines resulta una suerte de evocación a esta ciudad con un enfoque periodístico desde una visión muy personal, donde prima la subjetividad y en el que, más allá de las interpretaciones y polémicas que inevitablemente nos pueda provocar su abordaje, la urbe habanera y su impronta son en gran medida los principales protagonistas de gran parte de estas historias, de ahí que este libro constituya en el contexto de la conmemoración por los 500 años de la fundación de San Cristóbal de La Habana, un ejemplo del rescate de la memoria y la identidad de la capital de todos los cubanos .
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