Parecería muy fácil responder a esta pregunta, como que «se cae de la mata», pues ¡Claro que hablamos español! Pero hace falta poner los sentidos más atentos a las conversaciones cotidianas, comunicaciones radiales, televisivas y hasta escritos y propaganda diversos, para ver y oír: «Vamos a la shopping» (es decir, «compras»). En inglés, go shopping (ir de compras); shopping centre (centro comercial o de compras).
Con tantas palabras que hay en español para significar el lugar donde se venden productos, ya sean comestibles o de otro tipo, como mercado, bodega, tienda, comercio. Es obvio que fue para diferenciar este tipo de locales donde la compra era en CUC, ahora MLC, pero no era necesario ese extranjerismo, además mal usado. No hace mucho tiempo me maravilló un letrero en uno de estos locales: Grocery (hace poco volvieron a estrenar otro con ese nombre), y recordé que cuando era niña así bautizaron al primer supermercado de mi pueblo, como para que pareciera norteamericano. También los nombran Supermarket, o sea, supermercado. Aceptables son los Minimax, que existían en Cuba en los años 50 y ahora vuelven algunos, por aquello de que invita a comprar desde cosas pequeñas hasta más sustanciales (mínimo y máximo), incluyendo la variación de los precios.
- Se ofrecen snacks, en vez de aperitivos, meriendas, refrigerios, bocadillos, y hasta tentempiés, colaciones y refacciones.
- Una música latin (¡latina!).
- El jazz free (¡libre!) y jazz es un extranjerismo adoptado, que no adaptado, al igual que ballet, como veremos después con otros ejemplos, por lo que deben escribirse en cursivas o con comillas.
- Tal músico feat. tal otro músico, o ft., a veces ni siquiera le ponen punto y se trata de la abreviatura de featuring, «colaboración» en español. Por qué no expresar «con la colaboración de…», «en colaboración con…», «con la participación de…». O «con el artista, músico, etc., invitado». Hay muchas formas que han sido usadas desde siempre. Además, feat sin punto significa «hazaña, proeza o logro» en inglés.
Ni qué decir de otras frases y nombres, creados por personas y a veces instituciones, como ponerles nombres en inglés a restoranes, tiendas, firmas comerciales, eventos deportivos o culturales… Por qué llamarle a un restaurante My family, en lugar de «Mi familia», o colocar una pegatina en un auto que dice «Cuidado con el dog»: me rompo la cabeza pensando por qué no colocar «perro». Así ocurre con muchos eventos, en especial los de música; se les pone nombres en inglés aunque su dimensión sea solo nacional.
Hace un tiempo vi por televisión el movimiento de los runners (corredores), que me pareció excelente, así como sus entusiastas promovedores, pero tampoco entiendo por qué el nombre en inglés, cuando existen variantes en español: correr, carreras, corredores. O esos bonitos letreros lumínicos que dicen Open. No estaría mal que como algo que llame a un turismo extranjero lo instalen así, en inglés, pero junto a «Abierto», en español. En Nueva York, ciudad cosmopolita, nunca vi que en los restaurantes pusieran «Abierto», ni siquiera en otras lenguas, como las más habladas del mundo: el idioma chino, el hindi o el árabe. Quizás en Miami se puedan encontrar muchos letreros en español, por la cantidad de hispanohablantes que tiene. Pero no tanto en Alemania, Francia o Rusia, por mencionar algunos países al azar.
Harina de otro costal (expresión castiza) son las palabras que nos llegan de los adelantos tecnológicos y, en especial, de la informática. Aquí el inglés campea, porque estos adelantos se originan en gran medida en los Estados Unidos, y cierto es que muchas veces es imposible no utilizar el término en inglés, ya que no existe en español. Sin embargo, a menudo tenemos palabras para estos conceptos nuevos y no las utilizamos. Así, software es programa, más específico si se quiere programa de computación, y hardware es el equipo, el conjunto de piezas de una computadora. La laptop es una computadora portátil, y no deberíamos decir «la PC» (personal computer), sino la «CP» (computadora personal), algo a contrapelo con la costumbre, hasta la mía, confieso.
Se utiliza constantemente «Dale like» (al programa, a la publicación en Facebook, en Twitter, a cualquier cosa que nos guste en el mundo virtual) en vez de un «me gusta», o más corto, «gusta». Cada vez que veo esto me imagino a un muchacho diciéndole a una muchacha: Tú like mucho a mí. Incluso, lamentablemente, hay programas en la televisión cubana que lo promueven. O ver en la programación «Utilísimo: Customiza tu ropa», cuando customizar no existe en español y, claro, sí en inglés, customize (personalizar). No son los únicos ejemplos, la televisión debería ser mucho más cuidadosa en la utilización del idioma, su alcance en la mayoría de la población cubana implica una responsabilidad en este sentido.
Se dice hashtag cuando se menciona una dirección de Twitter cuyo significado en español es «etiqueta». A veces incluso se confunde con nada menos que el símbolo de número (#) que está delante de la etiqueta completa y se dice: «Hashtag tal cosa». En inglés la palabra hash es el símbolo de número, al que en Argentina y Uruguay se le dice almohadilla, y está aceptado por la Real Academia Española (RAE), pero, aunque el nombre que nosotros utilizamos en Cuba es «símbolo de número», podríamos expresar numeral como perteneciente o relativo al número, que de esta forma aparece también en el Diccionario de la Lengua Española de la RAE.
Es corriente oír o leer «Internet está llena de fake news», en vez de decir «noticias falsas» o «bulos», ya que «bulo» es precisamente una noticia falsa propagada intencionadamente por algún motivo. Y no solo en Cuba, en muchos países se utiliza este término en inglés para referirse a este concepto. También: «Es un programa online», o sea, «en línea». O tiene muchos links, es decir, «enlaces». Incluso he visto en programas de cursos de edición en español de otros países o en instituciones privadas utilizar marketing en lugar de mercadotecnia, o editing en lugar de edición. Véase, por ejemplo, el artículo de Guillermo Schavelzon, afamado agente literario y editor, de nacionalidad argentina, titulado «El editing, esa arma de doble filo. ¿Mejorar o transformar?».
En mayo de 2022, el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, anunció la investigación que se empezaría a llevar a cabo a través del proyecto LEIA (Lengua Española e Inteligencia Artificial) sobre los errores y extranjerismos que se usan en internet, a través del análisis de más de ocho millones de documentos, con una nueva herramienta creada para la RAE por Amazon Web Services. Aunque no habló del trabajo de adecuación al español que se debe hacer con términos cuyos conceptos no tienen equivalentes en español, sobre todo en el mundo de la tecnología, algo que es ya imprescindible:
Estamos en un momento refundacional del cuidado del idioma, que está provocado por la gran revolución de la inteligencia artificial. (…) Queremos saber qué dificultades nos encontramos con el uso de la lengua en internet, y esto lo hacíamos a mano, pero esta herramienta nos va a permitir hacerlo de manera automática.
En 2012 la Fundación del Español Urgente (www.fundeu.es) publicó un libro de más de 500 páginas: Escribir en internet. Guía para los nuevos medios y las redes sociales, que ganó el premio Bitácora en 2013. Trataba de normalizar un tanto el uso del español en estos medios. Pero, al parecer, no es muy consultado.
Se pensaría increíble que hasta en Francia se haya establecido una resistencia al influjo de la lengua inglesa. El exministro de Cultura de los años 1993 a 1995, Jacques Toubon, promovió una ley para restringir las palabras extranjeras en la televisión, la radio y las comunicaciones oficiales. En el artículo «Allons enfants… ¿a aprender inglés?», de 2011, publicado por BBC News, Gerardo Lissardy nos dice: «La resistencia francesa al inglés está lejos de ser una novedad y se acentuó desde la segunda mitad del siglo pasado, a medida que ese idioma (y la cultura estadounidense) ganaba influencia en el mundo».
Esta influencia del inglés la encontramos asimismo en el uso popular en algunos otros idiomas. Está el caso de Corea del Sur, país con una fuerte influencia estadounidense, con el konglish, el empleo de palabras coreanas con otras del inglés o también utilización de un pseudoinglés. El proyecto Haneul Ssem, en el artículo «Konglish: inglés al estilo coreano», nos dice: «¿Me creerías si te dijera que, aun si eres nuevo en el mundo del coreano, es posible que ya conozcas muchísimas palabras del idioma, si sabes hablar inglés? (…) Criticado por unos, amado por otros, el konglish se ha vuelto parte esencial de la conversación diaria, la publicidad y el entretenimiento en Corea del Sur».
Más conocido por nosotros es el espanglish o spanglish, que combina palabras del inglés y el español, así como formas gramaticales. Ya en 2015 se estimaba que había unos 40 millones de hablantes de espanglish en Estados Unidos, sobre todo de origen mexicano. Ejemplos son mopear (usar mopa o mope, en inglés, para limpiar), vacumnear (aspirar, de vacuum: aspiradora), rufo (techo, en inglés roof). Puerto Rico, que desde el lamentable Tratado de París de 1898 se convirtió en un estado asociado a los Estados Unidos —que logró al fin establecer en 1991 el español como única lengua oficial, aunque en 1993 se incluyó nuevamente el inglés como lengua oficial junto al español, y en 2015 otra vez se propuso un proyecto de ley para que el español fuese el idioma oficial y logró aprobarse en 2020 por el senado— y lucha denodadamente por defender su riqueza cultural, es otra muestra de un espanglish frecuente. El ensayista mexicano Ilan Stavans escribió un artículo para The New York Times en 2017, «Jangueando en San Juan de Puerto Rico», donde, increíblemente para mí, defiende el spanglish y nos transcribe, entre otros, unos diálogos que oyó allí:
— ¿Cómo estás, brother? / — Muy cool.
— ¿Y la situación? / — Ya tú sabes, stinky.
— ¿Vas al coffee break ahora? /— No, porque si no doy overtime el boss me coge.
El periodista Mariel Ochoa publicó en La Izquierda Diario, en 2017, «De dialectos y otras hierbas. Spanglish: fusión de idiomas y rebeldía en Puerto Rico». Allí plasma el testimonio de una maestra: «Lo malo es la sintaxis: construyen las frases en inglés y colocan en ellas las palabras españolas».
¡Y cuidado!, cuando en Cuba decimos que vamos a «aplicar» para tal puesto o estudio, o cuando queremos que nos llamen «pa’trás» por teléfono (call me back), muy usados en Miami.
El español es la segunda lengua materna del mundo por número de hablantes (496 millones de nativos, y más de 595 millones de hablantes en total), según el Instituto Cervantes, en su anuario de 2022, «El español: una lengua viva». El primero es el chino mandarín. Además, nos dice que es el tercer idioma en Internet. También el Instituto Cervantes y otros sitios digitales como la revista virtual The Ethnologue: Languages of the World, informan que es el cuarto idioma más hablado del mundo, sumando los de lengua materna y los de segunda lengua (en orden de prioridad: inglés, chino mandarín, hindi, español y árabe). México, Colombia, Argentina y España son los países que más hispanohablantes poseen. En Estados Unidos es el idioma más estudiado en todos los niveles de enseñanza y se pronostica «futurísticamente» que para 2060 será el segundo país, después de México, con más hispanohablantes del mundo. Sin embargo, David Fernández, lingüista, profesor de la Universidad de Alcalá y colaborador del Instituto Cervantes, quien publicó el libro Las afueras del español, no es tan optimista y cree que los censos no demuestran quiénes en Estados Unidos tienen capacidad real de hablar en español. En una entrevista al diario El Confidencial, en 2022, dijo:
El inglés ha barrido. Incluso los científicos hispanohablantes publican en inglés y se mueren por publicar en inglés, porque ahí está la difusión. Hay extremos que son ridículos. Hemos acabado publicando trabajos académicos sobre el mundo hispanófono… en inglés. Y se pierden matices por el camino, claro. Por resumir, yo sí considero muy importante la plataforma que supone la comunidad hispana de los Estados Unidos. Pero más como símbolo, y para la exportación del español en combinación con el inglés como fórmula perfecta. Pero obsesionarse con estas carreras no lleva a nada. No hay estrategia posible que invierta la globalización cultural. Da igual cuánto dinero gastemos en las instituciones, porque las cosas van a seguir su rumbo natural.
Influencias de otras lenguas diferentes al español han existido siempre, y también del español en otros lenguajes. Por ejemplo, en el siglo XIX Latinoamérica en general tuvo mucha influencia del francés, en especial en el arte y la cultura. Desde la propia formación del idioma a partir del latín, fuimos influidos por palabras en árabe, francés, alemán, inglés, lenguas indígenas, etc., que se adaptaron gráfica y prosódicamente a nuestro idioma y forman parte de nuestro léxico, sin que al usarlas tengamos conciencia de su origen (mesón, tomate, huracán, papa, almanaque, almacén, etc.).
Otra cosa son los extranjerismos, palabras incorporadas más recientemente y que no han pasado por la evolución histórica de la lengua. Están los crudos o inadaptados, cuya forma escrita no corresponde a los patrones del español y se pronuncian imitando al original: algunos ejemplos son los que ya vimos ballet (balet), software (sofwer), también pizza (pisa), por lo que deben escribirse en cursivas o con comillas. Y los adaptados, ya sea por el uso del pueblo en el habla y aceptados después por las academias o por reglas de las academias como, por ejemplo, beisbol, tatuaje, escáner, bistec, kit, máster, chequear, etc., por lo que se escriben en redonda sin diferencias con nuestro léxico, ya que forman parte de él. Hay muchas formas de adaptación de los extranjerismos en dependencia de cómo sean, pero esto ya requiere otro trabajo más extenso que nos aparta de nuestro objetivo.
Y volvemos al inicio de nuestro trabajo, hay extranjerismos innecesarios, porque representan conceptos para los cuales ya existe la palabra en español con el mismo significado: abstract (resumen, extracto), back-up (copia de seguridad), consulting (consultora o consultoría), amateur (aficionado), influencer (influenciador), e-mail (correo electrónico), hall (pasillo, vestíbulo, corredor), lobby (vestíbulo, salón de entrada), royalties (derechos de autor) o royalty (regalía, también derecho de autor), self-service (autoservicio), stock (en el sentido de surtido, existencia, inventario), staff (el personal de un negocio o institución, teatro, etc.), show (espectáculo, exhibición, función, exposición), tour (gira, paseo, vuelta, viaje), marketing (mercadotecnia, mercadología), smoothies (batidos o licuados), y las ya mencionadas shopping (tienda, comercio, bodega, mercado, abacería), grocery (comercio, tienda de comestibles), por solo mencionar algunas. Nótese que en su mayoría provienen del inglés.
Otra cosa son los calcos, la adopción legítima del contenido semántico o significado de una palabra extranjera, así como de expresiones, para incorporarlo a una palabra o expresión, en nuestro caso, del español (ejemplo: perro caliente y hotdog), pero esto también debe ser objeto de otro trabajo. Sabemos que hay palabras en otros idiomas muy difíciles de traducir, incluso haciendo malabarismos idiomáticos, eso lo saben bien los traductores, y hay que dejarlas en el texto añadiéndoles una nota al pie para explicarlas, lo mismo con algunas palabras en español que se traducen.
Personalmente amo todos los idiomas, aunque de la mayoría solo puedo percibir su sonoridad o algunas palabras. Se me hacen amables simplemente por el hecho de ser instrumentos del pensamiento y la comunicación, una importancia fundamental para el ser humano. Pero mi ámbito es el español, heredado sí, pero ya nuestro, con sus palabras llenas de significados y matices, una forma propia de estructurar las oraciones para ordenar el pensamiento y de encadenar las ideas en los párrafos, diferente a las de otros idiomas.
Hay una tendencia actual en nuestro país, como ya hemos visto, en la suplantación del español con palabras en inglés, no tanto así de otro idioma. Tal como era antes de 1959, cuando el «modo de vida norteamericano» era la aspiración máxima para una capa de la población; cuando el dominio económico y político que ejercía Estados Unidos en Cuba permeaba manifestaciones de la ideología vinculadas a la legitimación del estándar cultural —en sentido amplio— norteamericano; una especie de «fascinación» por lo que se creía «superior». No me refiero al respeto y admiración hacia la genuina cultura norteamericana, a su música, sus artes, su literatura, sino a las banalidades asociadas a estándares económicos de vida o incluso a esos estándares propagados como metas de vida. Una cosa es admirar la cultura de un país y otra querer imitarla como si fuera propia.
Es posible que esta tendencia tenga que ver con la afluencia del turismo en el país desde hace unos años, pero habría que pensar si a esto no se le suma cierto influjo de aquella sociedad que nos bombardea diariamente con su nivel económico de primer mundo, con todas las manifestaciones posibles de internet, con películas, productos, anuncios publicitarios, etcétera.
El ensayista y catedrático argentino Daniel Link, de la argentina Universidad Nacional Tres de Febrero, que dirige el Diccionario Latinoamericano de la Lengua Española, diccionario colaborativo virtual, afirmó en una entrevista de 2019 que «el poder lingüístico no es más que el emergente de un poder económico-político». Y si nos metemos en ríos más profundos, en los análisis críticos del discurso (todo acto comunicativo, tanto oral como escrito) se le da importancia al lenguaje como ejercicio de poder. Así, el lingüista alemán Siegfried Jäger nos dice que mediante los discursos se puede inducir comportamientos y estructurar relaciones de poder en una sociedad. También el lingüista neerlandés Teun van Dijk propuso un estudio de la relación entre cognición, sociedad y discurso, por solo citar algunos autores.
Cierto es que el español lo heredamos de los conquistadores españoles, que con honrosas excepciones se dedicaron a borrar todo lo indígena: lenguas, religiones, culturas. Sobre las piedras incas y aztecas edificaron iglesias, catequizaron, impusieron costumbres y sobre todo, la lengua española: la mayor dominación. Nos unificaron en esa lengua, ya nuestra, que hoy honramos. Pero en su momento fue la conquista de un país sobre un continente.
Filipinas, que fue dominio español e hispanohablante, aunque no por la población total, aparte de la subsistencia de varias lenguas originarias, tiene grandes obras literarias en español. En Cuba publicamos hace un tiempo la novela escrita en español de José Rizal, Noli me tangere. Desde el para nosotros infame Tratado de París, en 1898, estuvo bajo el dominio norteamericano, hasta 1946, que alcanzó su independencia, exceptuando los tres años de invasión japonesa, y ya independizada, ahora es angloparlante; como idiomas oficiales están el inglés junto al tagalo o filipino.
La influencia del inglés, en especial de Estados Unidos, por ser una potencia económica y dominar muchísimos medios de comunicación que tratan de «hegemonizar» sus símbolos culturales, es muy fuerte a nivel mundial, aparte de que ya vimos que es la más hablada en el mundo. Siempre se dice que el inglés es el idioma de los negocios. Y en las convenciones mundiales es uno de los idiomas de preferencia. La globalización actual, aunque personalmente la considero de signo positivo y como algo inevitable, tiene una fuerte impronta estadounidense, la cual en muchos casos no es positiva, pues cuando la influencia no es aporte a otra cultura, sino suplantación o pastiche agregado, es un remedo que nada tiene que ver con una tradición cultural de origen. No queda más alternativa que citar una frase archiconocida de nuestro José Martí: «Injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas».
Hace muchos años, en el siglo pasado, Rubén Darío, el gran poeta de Nicaragua y de toda nuestra América, escribió un bello poema llamado «Los cisnes», en el libro Cantos de vida y esperanza. Al igual que Martí, desde entonces veía el peligro que representaba la influencia negativa y las ansias de posesión del «vecino del Norte». No me sustraigo a la tentación de colocar aquí unos fragmentos:
(…) A vosotros mi lengua no debe ser extraña A Garcilaso visteis, acaso, alguna vez… Soy un hijo de América, soy un nieto de España… Quevedo pudo hablaros en verso en Aranjuez… (…) La América española como la España entera Fija está en el Oriente de su fatal destino; Yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera Con la interrogación de tu cuello divino. ¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? ¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros? ¿Callaremos ahora para llorar después?
El cisne sigue haciendo una interrogación con su cuello. Y yo les pregunto ahora a ustedes, mis lectores, ¿perderemos una parte de nuestra lengua materna?, ¿en qué idioma vamos a preferir hablar y escribir?
***
Tomado de La Jiribilla
Leer también «El español: una lengua viva. Informe 2022»
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