De Herminio Almendros, autor de un libro para todos los tiempos y todas las edades como lo es Oros viejos, conmemoramos en este 2019 un doble aniversario: ahora, el 13 de octubre, los 45 años de su fallecimiento en La Habana, como un cubano más; y durante todo el año, los 80 de su arribo a Cuba.
Más de tres décadas dedicó Almendros a la enseñanza en Cuba. Él, con sus libros, nutrió de ensueños la imaginación de más de una generación de niños y adolescentes cubanos. A él agradecen los pequeños lectores de biblioteca textos como Pueblos y leyendas (1929), posteriormente titulado Oros Viejos, pleno de relatos de todos los continentes; Lecturas Ejemplares (Aventuras, realidades y fantasías) (1955); su biografía de José Martí, o mejor dicho, Nuestro Martí (1965), un acercamiento tierno y vívido al héroe de Cuba, y el ensayo A propósito de La Edad de Oro (1956). Su bibliografía se completa con otros títulos: 30 escenas de animales (1951); La Escuela Moderna: ¿reacción o progreso? (1963); Fiesta (1967); Leer (1971)…
Maestro de profesión, en la España Republicana ocupó el cargo de inspector jefe de escuelas y trabajó en la estructuración de la educación en todos sus niveles. Pero con el avance de las fuerzas del general Franco que asfixian a la república, permanecer en España le representa un enorme riesgo y no le queda sino emigrar. Primero se refugia en Francia y después emprende un viaje extenso que lo lleva a desembarcar en Cuba, 80 años atrás, a finales de mayo de 1939. Ha dejado en España a su familia, con la cual no se rencontrará hasta diez años después.
Almendros tiene 40 años y una vida hecha en su patria. El exilio y la soledad los combate con el trabajo creador y el empeño de quien conoce que solo de él dependen su presente y futuro en la Isla que lo acoge. Trabaja como asesor del Ministerio de Educación.
“Almendros cree —y yo quiero creerlo con él, apunta Alejandro Casona en el prólogo de Lecturas Ejemplares— que el buen cuento para nuestra época y para nuestros muchachos ya no puede ser aquel que empezaba diciendo: «Una vez era un Rey (…)», sino el que empieza todas las horas de todos los días diciendo lisa y llanamente: «Una vez era un hombre… ¡Un hombre!».”
Aunque formado en la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio de Madrid, su titulación no se le convalidó en Cuba, por lo que Almendros hizo estudios de pedagogía, de los cuales se doctoró en 1952 en la Universidad de Oriente. Durante el gobierno del presidente de Fulgencio Batista, el profesor Almendros fue destituido, pero la Unesco lo contrató para trabajar en la Escuela Internacional de la Organización de Estados Americanos, en Venezuela.
De hacer silencioso y admirable, tenaz y paciente, de él expresó Juan Marinello: «Representante de una época esclarecida del profesorado español y progresista —realmente progresista y realmente liberal—, [Almendros] nos ofreció una colaboración muy valiosa en la renovación de nuestra enseñanza».
De regreso a Cuba, en el propio año de 1959, el Gobierno Revolucionario lo designa, a través del Ministerio de Educación, para contribuir con su experiencia en la preparación de la Campaña de Alfabetización, con la responsabilidad de Director General de Educación Rural.
Entre 1962 y 1967 se le colocó al frente de la Editora Juvenil de la Editorial Nacional de Cuba. Al celo profesional y gusto artístico suyo agradecen los adolescentes lectores la calidad de los textos que llegan a sus manos. También será asesor en la Dirección de Formación y Perfeccionamiento del Personal Docente del Ministerio de Educación.
Sus numerosos aportes a la educación en Cuba se centran en a la enseñanza de la lengua materna, su contribución a la literatura infantil, el estudio de la obra de Martí, y la organización y preparación de los maestros.
La escritora Renée Méndez Capote comentaría graciosamente que «(…) el doctor Almendros era cortés, amable en grado sumo, humano y de buen carácter; lo único que podía sacar a Almendros de sus casillas eran las faltas gramaticales y una pobre redacción».
Su hija María Rosa recuerda que «(…) su conversación era pausada y, salvo que se tratase de algún tema que le llamase la atención o que tuviese que ver con sus estudios, prefería guardar silencio y escuchar». Humanista en su sentido del deber y de la vida, culto y laborioso, el doctor Herminio Almendros desarrolló en Cuba sus potencialidades como escritor y publicista, como pedagogo y editor. Murió en La Habana el 13 de octubre de 1974.
Leer, o releer, según sea el caso, los textos de don Herminio nos traslada a un mundo donde la fantasía y la realidad se entretejen para entregarnos momentos que por mucho tiempo retendremos en la memoria.
Foto tomada de La escuela de la república
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