


Aún no se hace justicia a la obra del novelista cubano Carlos Casasayas Comas, la geografía le pasa factura, su vida en un pueblo tierra adentro lo aleja del gran público, los centros de presentaciones, los flashes de los más mediáticos medios de prensa; pero sus enseñanzas, los discípulos, el ejemplo y las obras están ahí y hablan por si solas.
Carlos Manuel Casasayas Comas nació el 25 de enero de 1926, hace 97 años, en el poblado Jiguaní de la provincia Granma en el Oriente de Cuba, allí forjó su estilo, un grupo literario y escribió incansable, cuánto le permitió el ritmo pueblerino. Escribió como si hubiese sido un viajero, un visitante del mundo. No hacía falta salir de su «pueblo de Oro», traducción del toponímico en lenguaje ancestral. La lectura lo llevó por doquier, y de ella trajo memorias, recuerdos que enlazó en sus historias con sagacidad e inteligencia.
En Jiguaní se le tributa homenaje al novelista fallecido en abril de 2007, pues su natalicio coincide con el día de San Pablo, santo patrono de la otrora villa fundada en 1701. Una grata coincidencia para quien defendió como gladiador la identidad cultural de su terruño, por lo que le fue otorgado en 2006 el Símbolo de la ciudad, máximo galardón del gobierno local a quienes contribuyen con el desarrollo en cualquier ámbito.
Reunidos escritores, periodistas, promotores en la Casa de Cultura municipal, rememoraron anécdotas con Carlos Casasayas, hubo lecturas de obras y el inicio de la celebración de los 25 años de la creación del Grupo de Narrativa Hacedor, del que Carlos fue miembro de Honor desde su fundación, sin dudas, otra de sus grandes herencias donde se han formado escritores cómo Rafael José Rodríguez, Delis Gamboa Cobiella, Marianela Labrada, Déborah Frómeta Cobo, Alexey Mendoza, Yunier Riquenes, Héctor Luis Leyva, Ángel Julio Vázquez, y muchos otros que beben de la savia literaria del pueblo.
La obra de Casasayas comienza con sus experiencias obreras, de tabaquero, barbero, carpintero, economista, agrimensor, alfabetizador, hasta llegar a director-fundador de la Casa de Cultura de Jiguaní en 1967 para luego, en 1981, fundar y trabajar hasta su jubilación como director del Museo Municipal, conocer todo lo allí atesorado, contarlo en los medios de prensa local como el periódico La Demajagua y el suplemento Vértice en el que publicó sobre teoría literaria a fines de la década de 1980.
Su obra narrativa es numerosa y ganó en su momento importantes concursos literarios. Entre sus obras se encuentran La Casa de los anales, su novela más comentada, publicada por la editorial Letras Cubanas en 1983 que obtuvo Primera Mención en un concurso del MINFAR de ese año y en cuya segunda edición se incluyó La explosión del Comache dorado; Colección Espiral, premio en el concurso Manuel Navarro Luna de Manzanillo; las novelas Ciclón y La otra vida mención del concurso de UNEAC 1967; Camuflaje ingenioso para un olvido consumado, Ediciones Bayamo 1992; Las huellas de las formas publicada en 2002; el libro Relatos para ciegos publicado por el Comité Provincial de la UNEAC de Las Tunas en el año 2003; por solo citar algunas, a las que se suma un número significativo de obras inéditas que dejó al morir y ojalá algún día vean la luz para rendir homenaje a este creador nuestro que desde la eternidad nos habla aún.
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