
El poeta de Soledades y Campos de Castilla, el autor de “Retrato” y “A un olmo seco” –uno de los poemas monumentales de la lengua castellana– entró hoy, simbólicamente, a la Real Academia de la Lengua Española, en acto de homenaje a quien, para muchos, es el más encumbrado de los líricos españoles del siglo XX.
No fue Machado indiferente a los destinos de su patria. Por el contrario, creyó en su «fuerza útil» y quiso ponerla en función de los otros, «con eficacia» y «con verdad». El sevillano había estudiado Filosofía en la Universidad de París; y fue catedrático de Lengua Francesa en el Instituto General y Técnico de Baeza, y en el de Segovia.
En 1927 había sido elegido académico de la Academia Española, institución en la que ingresaría con el sillón correspondiente a la letra v, aunque no lo llegó a ocupar. Sí redactó el discurso de iniciación, mas no daría cauce al miramiento. El entorno político de España, y probablemente otras razones, propiciaron esta actitud.
El taciturno poeta, en el que se advertía un profundo sentimiento de ausencia, referirá en la citada alocución:
«No creo poseer las dotes específicas del académico. No soy humanista, ni filólogo, ni erudito. Ando muy flojo de latín porque me lo hizo aborrecer un mal maestro. Estudié el griego con amor, por ansia de leer a Platón, pero tardíamente, y tal vez por ello con escaso aprovechamiento. Pobres son mis letras en suma, pues, aunque he leído mucho, mi memoria es débil y he retenido muy poco. Si algo estudié con ahínco fue más de filosofía que de amena literatura. Y confesaros he que con excepción de algunos poetas, las bellas letras nunca me apasionaron. Quiero deciros más: soy poco sensible a los primores de la forma, a la pulcritud y la pulidez del lenguaje, y a todo cuanto en literatura no se recomienda por su contenido. Lo bien dicho me seduce solo cuando dice algo interesante, y la palabra escrita me fatiga cuando no me recuerda la espontaneidad de la palabra hablada».
¿Modestia extrema?, ¿reacio al mérito?, ¿desmedida exigencia consigo mismo? Si bien así recapitulaba sus inclinaciones intelectuales y sus aptitudes, no eran tales las consideraciones de la Academia, que distinguía al hondísimo poeta.
Pero como dicen unos versos suyos, Hoy dista mucho de ayer. / ¡Ayer es Nunca jamás! Y fue leído allí, el discurso inconcluso de Machado, a cargo del actor José Sacristán; mientras la contestación la defendió el dramaturgo Juan Mayorga. Al agasajo se suman la exposición Los Machado. Retrato de familia, que incluye el tributo a su hermano Manuel, también académico, en el aniversario 150 del natalicio de ambos, y la actuación de Joan Manuel Serrat, destacado cantautor que musicalizó varios poemas de Antonio, lo cual divulgó con creces su poesía.
«Es un honor al cual no aspiré nunca; casi me atreveré a decir que aspiré a no tenerlo nunca», le escribía Machado a Miguel de Unamuno.
Pero sus lectores y todo el que ha recibido la influencia de este hombre agudo, que sin ser militante tomó partido por la República, y se opuso al fascismo con la utilidad de su palabra, sabemos que es digno de la Academia y de las más grandes veneraciones.
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Tomado de Diario Granma
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