
Ediciones Extramuros 2018
Nacido en la capital cubana en 1973, licenciado en Historia y máster en Antropología Sociocultural por la Universidad de La Habana, el autor del libro que hoy propongo, Rolando Fabián Blanco Pérez, no es un escritor muy conocido, ni se reconoce como fabulador… hasta ahora. Su interés por llevar al papel determinados asuntos, parte de su misma especialidad académica; la cual le ha hecho acercarse a las miles de interpretaciones que hace el ser humano de sí mismo, y que lo motiva a filosofar acerca de su rol en el Planeta, según la época en que le corresponde vivir. Sin embargo, la originalidad que caracteriza este texto, pensado primeramente a manera de guiones audiovisuales, amerita más de una lectura y está dirigido a quienes se interesan por la humanidad y sus entresijos reflejados en comportamientos, hazañas, vergüenzas y todo lo que sea digno de mencionar y razonar desde cualquier punto de vista. Pero antes, es menester realizar una alerta válida: quien asuma la lectura, debe poseer un vasto conocimiento de la historia, debido al enfoque que el autor ofrece, del cual hablaremos más adelante.
Humanos. Nada es lo que parece… aunque bien pudiera ser es un título sacado a la luz por Ediciones Extramuros en 2018 que cuenta con edición y corrección de estilo de Yenia Silva Correa. El diseño de cubierta y la composición estuvieron a cargo de Damaris Rodríguez Cárdenas, y nos remite a la obra titulada Primer desembarco de Cristóbal Colón en las costas del Nuevo Mundo: en San Salvador. Este cuadro de gran formato fue pintado al óleo sobre un lienzo de 330 por 545 centímetros en 1862 por Dióscoro Teófilo Puebla Tolín (1831-1901), artista ecléctico de la academia hispana; y se halla actualmente en el Ayuntamiento de La Coruña, España. Sobre la imagen de cubierta ya se atisban las primeras señales que adelantan el tono del libro, pues los personajes recién llegados a nuestra América documentan su intromisión con herramientas muy actuales: teléfonos celulares, conectados supuestamente a las redes, atestiguan el evento con fotografías (selfies) tomadas desde su posición y visión personal. Este es un detalle muy importante, pues el autor jugará con la relatividad de los conceptos a lo largo y ancho de la historia, haciendo uso de un humor negro donde lo escatológico y sarcástico priman, en una perspectiva desprejuiciada de cada anécdota; arriesgándose con ello a que sus razonamientos puedan ser —quizás— punibles por determinados segmentos del público lector. La narración es indudablemente audaz, meritoria en su síntesis; las descripciones son ricas en oxímoron, hipérboles, alegorías y metáforas. Abunda el contraste atrevido en el lenguaje, donde en una misma oración se pasa del vocabulario culterano o académico a giros más populares, cubanismos de por medio, lo cual provoca paroxismos de hilaridad y, en ocasiones, la necesidad de volver sobre lo leído para asegurarnos de la cordura del autor y de su real intención de mofarse de todo a través de auténticas tomaduras de pelo al lector. En ello cabe cualquier tema: lo sagrado y lo profano, lo harto comprobado y lo absolutamente (y a veces absurdamente) hipotético; lo luctuoso y lo risible, lo prejuicioso y lo liberal:
Si de algo se enorgullecía la antigua civilización del Tíber, era de sus vírgenes, por lo que perder esa condición antes del casamiento solía convertirse de inmediato en un trending topic para la familia del novio, además de un reality show para el que estuviera dispuesto a pagar por un asiento en primera fila. El campeón en forzar mujeres ante multitudes es bien conocido: se trata del mismo emperador que condecoró un caballo y obligó a las legiones romanas a recolectar ostras en las Galias. Sí, el inigualable Cayo Julio César Germanicus, más conocido entre los veteranos de mil campañas como Boticas (del latín caligae) por padecer serios problemas ortopédicos durante su infancia, que luego derivarían en trastornos de personalidad. Está claro que en aquella época nadie se atrevió a sugerirle a Calígula que desflorar doncellas a la vista de todos era éticamente incorrecto. (p.49)
Los títulos del índice de este volumen reflejan los temas que tratan, ya sea directa o indirectamente: «¡Tierra a la vista!», «Tatuaje», «¡Oh, Dios! ¡Qué higiene!», «Remedios que matan», «Caprichos y megalomanías», «¡Dios salve al rey!», «La guerra de los sexos», «Más que animales», «¿Acepta usted por esposa a…?», «De brujas e inquisidores»… y así, sucesivamente, se panean uno a uno contenidos apasionantes, curiosos e incluso escandalosos, hasta sus aristas más inesperadas, con fluidez y agilidad en la exposición, a la vez que una impúdica indiferencia, por momentos, que nos deja boquiabiertos. ¿Parte la voz narrativa de un extraterrestre que nos observa como a microorganismos sobre un portaobjetos al microscopio, o es la presentación detallista de una raza inteligente que puebla un planeta en sus más variopintas formas y conductas? ¿Es una exposición de nuestros fallos civilizatorios ante un poder externo que nos mira sin cesar, sin comprender un ápice nuestros más estrambóticos actos, o la mirada de un especialista irónico, indagador, enumerador y enlazador de sucesos y experiencias de toda una especie? ¿Hasta dónde llegan los límites de este libro, que parece escrito desde fuera de las fronteras terrícolas o tras los velos de un mundo paralelo, asomados tal vez a un portal simbiótico? No se calculan las dimensiones del atrevimiento hasta que no se concluye el valiente acto de leerlo. Sólo queda advertirles: ¡Prepárense para el impacto!
Con influencias de James Frazer, Umberto Eco, Serguei Tokarev, Bronislaw Malinowski (a quien cita explícitamente) y otros tantos eruditos internacionalmente reconocidos, en Humanos… percibimos, asimismo, la huella del escritor cubano Félix Mondéjar en el tono («para no perder el tino», como él mismo diría en uno de sus libros), tanto como las de Will Cuppy y Ernst W. Heine en sus interpretaciones libérrimas y, no por hipotéticas, insuficientemente argumentadas, de la historia universal y sus figuras. En Humanos… no hay fronteras ni enlaces, se pasa de un escenario a otro, de un secuencia a la siguiente, a puro salto, pero con la violencia de una pura caída libre, dejándonos una sacudida de conocimiento y la posibilidad de reevaluar el acervo que poseemos desde cualquier nueva óptica. Así transcurren estos 26 capítulos sobre la humanidad, anecdotario infinito que combina admiración y horror, veracidad y sarcasmo, en dosis equilibradas que serán óptimamente digeribles por quienes aman una lectura que aporte, que enriquezca y que abra puertas y ventanas al saber menos trillado y más fascinante.
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