Recuerdo que en mi niñez, allá por los años ochenta, me impactó sobremanera la visualidad de una revista para niños procedente de la Unión Soviética: Misha. Y, dentro de esa visualidad, me impresionaban especialmente las ilustraciones que acompañaban a los cuentos que allí aparecían. ¿Tuvo Ángel Velazco alguna referencia similar en su infancia?
Es que tu infancia, por lo que veo, fue la mía. Esa revista circuló en Cuba a partir de 1983, tenía yo 12 años. Su encuadernación, el papel cromo de buen gramaje, la perfecta impresión a todo color, la variedad de secciones y la compaginación, donde se daba prioridad a la historieta, además de los trabajos gráficos de una amplia diversidad de excelentes artistas soviéticos, la convirtieron en una publicación que era esperada con ansias por los jóvenes lectores que fuimos entonces y forma hoy parte de los recuerdos entrañables de nuestra infancia. Por esa época circulaba, afortunadamente, una gran cantidad de libros infantiles provenientes del campo socialista y el universo gráfico que nos regalaban influyó mucho en nuestra formación ética y estética.
¿Cuándo, cómo y por qué realizas tus primeras ilustraciones?
Mis primeros dibujos, como los de todos los niños, fueron realizados desde que pude sostener un lápiz en la mano. Poco a poco convertí el acto de dibujar en otro juego necesario y más tarde se transformó en un pasatiempo vital. Pasé a llenar libretas con «historietas» que no sabía cómo terminar y que dejaba por cansancio cuando había dibujado 20 o más páginas. Lo que me interesaba era la secuencia, contar en dibujos una historia cualquiera de manera que la gente viera un ritmo. Ya de mayorcito, en secundaria, me interesaba mucho la revista Pionero y los trabajos que publicaban allí Virgilio, Luis Lorenzo, Robe, Emilio, Padrón, Domingo García… También Zunzún, revista emblemática donde disfruté las ilustraciones de Orestes Suárez, Lillo, José Luis, Alfredo… Cuando se creó en La Habana el Taller del Muñe de la UPEC, envié algunos trabajos muy incipientes y me respondieron los grandes maestros Francisco Blanco y Manolo Pérez Alfaro. Eso fue un motivador esencial. En El Muñe publiqué mis primeras ilustraciones y tiras de historietas allá por 1988.
Amén de estudios formales, ¿de qué fuentes beben tus primeras creaciones?
Ya hablamos de los libros infantiles soviéticos, también mencioné el trabajo de grandes ilustradores cubanos. Tampoco me eran absolutamente desconocidos los maestros de la pintura mundial, porque recuerdo libros de arte para niños que me compraban mis padres y alguna que otra enciclopedia añosa con reproducciones de obras clásicas. En la casa se recibía la revista Correo de la Unesco, venía llena de fotos de todas partes del mundo y yo dibujaba de ahí lo mismo una pagoda indostánica que una alpaca de Los Andes. En historietas es inolvidable el impacto que me causaron las creaciones de Uderzo y Goscinny, en Asterix, a partir de varios libros que me trajo mi papá desde Mozambique, donde cumplió misión internacionalista. Eran libros de tapa dura, en portugués, magníficos.
¿Cómo se llega a alcanzar un estilo, que ante una ilustración pueda decirse sin duda alguna quien es el autor?
Las características concretas que permiten distinguir la obra de un autor dentro de muchas similares solo se pueden alcanzar trabajando. Los especialistas le llaman a eso estilo personal y hablan de la voluntad de estilo, que está condicionada por factores diversos como el talento, la escuela artística que más influye, los materiales disponibles para la obra, la época, la madurez, la personalidad y la psicología del creador… Como cada persona es diferente, también es muy amplio el abanico de posibilidades creativas en cualquiera de las manifestaciones del arte. Específicamente en el mundo de la gráfica, en el que me desempeño, también influyen mucho el medio y soporte por los que la obra llega al público. Es ese el factor esencial, el público. Que los lectores, luego de ver con ojo crítico y con elementos de juicio las obras propuestas por diversos creadores, sean capaces de distinguir la impronta que unifica el trabajo de los más notables. Personalmente, creo que, aunque todos empezamos copiando a los que nos precedieron, es inevitable que nos quedemos con la manera de hacer en la que nos sentimos más cómodos.
Vuelvo a recordar mi infancia porque, amén de las revistas infantiles extranjeras, en Cuba circulaban otras hechas en el país que tenían una aceptable calidad de impresión, colores vivos y, por supuesto, contenidos que despertaban el interés de niños y adolescentes como Zunzún y Pionero, a las que te has referido y a las que podríamos sumar Bijirita, dirigida a los más pequeños, por no hablar de las diversas revistas de historietas y cómics, a lo que se unía la edición de multitud de textos de Literatura infantil juvenil (LIJ) en los más variados formatos. Con la llegada del Período Especial, las revistas enfrentaron serios contratiempos, se limitó su frecuencia de salida, el paginado, las dimensiones, mermó notablemente la calidad de la impresión y las historietas virtualmente desaparecieron. ¿Cómo recuerdas estos años de penosa sobrevivencia para los ilustradores, teniendo en cuenta que la crisis afectó también la publicación de libros?
Mucho de lo que se había logrado se perdió. Te hablo de las revistas mensuales, los libros de historietas y los tabloides que nunca más se han podido rescatar. Eso causó un retroceso en la formación de una cantera de nuevos ilustradores e historietistas, en la conformación de un público y en el aseguramiento de un trabajo de crítica imprescindible para empeños mayores. Muchos de los creadores se fueron a pintar cuadros para vender a los turistas, otros cambiaron el rumbo para trabajar en los dibujos animados, otros emigraron en busca de mejores condiciones económicas. Las imprentas, carentes de papel, de tintas y de piezas de repuesto, también sufrieron. Esto deterioró la necesaria retroalimentación de los especialistas poligráficos. También fue un reto continuar creando, dibujando historietas que no sabíamos cuándo iban a publicarse, buscar alternativas en las exposiciones cuando sabemos que ese no es el canal natural para llegar al público. Todavía arrastramos dificultades objetivas y subjetivas que desde esa época nos lastran. Pero también recuerdo que fueron tiempos creativos, en esa época surgió Kukuy, para enfrentar el desaliento y la desmemoria.
¿Cuánto influyen las limitaciones técnicas por motivos económicos en el trabajo de los ilustradores cubanos? ¿Cuán diferente es la imagen plasmada en el libro, revista o historieta, de aquella que concebiste (nitidez, colorido)?
Las limitaciones técnicas influyen mucho. El papel en el que se puede imprimir es el que hay en el momento, la encuadernación es en rústica, los técnicos del poligráfico a veces no saben calibrar bien las máquinas y los colores se distorsionan… Pero, siendo honestos, hay que decir que las «limitaciones técnicas» también están en la cancha de los ilustradores, que no saben o no pueden crear de acuerdo a las condiciones de la imprenta con la que cuenta su editorial. A veces me he encontrado ilustradores y diseñadores que se sienten por encima del mundo y proponen soluciones gráficas que nada tienen que ver con la edad de los lectores, o con el espíritu del texto que están complementando. Al final, el libro con sus ilustraciones «de altura» se queda en los estantes de la librería. Esa es también una limitación y no precisamente por motivos económicos. Creo que los creadores debemos trabajar consecuentemente en mejorar a diario nuestras habilidades y aprender a adaptarlas a las condiciones que la industria posea. También podríamos asegurar que con carátula dura y en papel cromo puede imprimirse una ilustración mala. En cualquiera de las ediciones de la Feria Internacional del Libro uno puede ver libros extranjeros impresionantes que en realidad son insípidos, con ilustraciones muy coloridas pero triviales, con mensajes que nada aportan al acervo cultural de los infantes.
Por desgracia, la mayoría de nuestras editoriales no pueden darse el lujo de incluir demasiadas ilustraciones y muchas veces estas se limitan a la portada y algunas páginas interiores. ¿Tienes una metodología particular para intentar atrapar en esos pocos dibujos las esencias del texto?
Pasa que todavía se ve a la ilustración como un lujo. Eso es equivocado. La inclusión o no de ilustraciones depende del perfil editorial que se ha decidido para la colección y la cantidad tiene que ver con el diseñador que es en definitiva el que toma el texto y lo convierte en libro. A menos edad del lector se necesita mayor puntaje en las letras y mayor cantidad de ilustraciones, eso está claro, pero no es matemática, tiene más que ver con la sensibilidad y pensar siempre en la mejor comunicación. No se puede decir que sean demasiadas o que sean muy pocas porque el diseñador debe saber que cada libro es único y debe solicitarle al ilustrador las imágenes necesarias para complementar el texto. También las decisiones tienen que ver con el presupuesto que hay para ese libro en particular. Lo demás es leer bien el manuscrito, determinar los momentos clave de la historia y jerarquizar. Cuando se enfrenta el espacio a ilustrar entran a considerarse los encuadres, los planos, el diseño y las poses de los personajes, la iluminación, las texturas… todo en función de acompañar el texto y ayudar a la comprensión del lector.
Es de suponer que antes de ilustrar un libro realices varias lecturas del texto literario. ¿Qué pasa cuando no se consigue atrapar el mensaje del autor? Peor aún, ¿qué sientes al corroborar que se trata de un libro horroroso y sin remedio (no hablo del de Albertico Yáñez, por supuesto)?
Un ilustrador debe leer mucho, saber mirar y saber ver. Hasta hoy, nunca me ha ocurrido eso de no conseguir atrapar el mensaje del autor y he tenido la suerte de trabajar siempre con excelentes autores que me facilitan, con su obra, hacer la mía. Ese es el complemento del que te hablaba, porque cuando puedo completar el texto con las imágenes, entonces el libro de ese autor o autora llega mejor a su público. He ilustrado libros de escritores brillantes como Nersys Felipe, Rubén Rodríguez, María Luisa García Moreno, Adrián Guerra, Arnaldo Tamayo Méndez, David y Phillis Gershator, Yaimara Dupuy, Mario Picayo, McKinley Matteson, Randoll Machado, Odalys Borrel, Adela Moro, Yudeiny Fernández, Jorge Fernández Crespo, Pablo Noa, Rosita Fong Bandera, Jorge Sariol, Marta Ríos, Wendy-Ann Díaz, Orlando Cardoso Villavicencio, Félix Mondéjar, Jorge Luis Garcés, Emilio Salgari…
En general, ¿cómo llegan a tus manos los encargos para ilustrar textos? ¿Lo has hecho también con libros escolares? ¿Te atreverías con álbumes ilustrados?
Los encargos son decisiones de las casas editoriales y a veces de los propios autores. Durante más de una década trabajé en la revista Zunzún y ese era un producto que, aunque se concibe para la distribución en estanquillos, se hacía circular mucho en las escuelas a partir de gestiones de la UJC y la OPJM. Así que casi se puede afirmar que también era un material escolar. Sus temas, su enfoque, la manera en que prioriza esa identidad de minienciclopedia para niños, hacen de Zunzún una revista con un alto componente educativo. El Jandrapatra de Rubén Rodríguez, publicado por la Editorial Oriente en 2006, fue mi primer álbum ilustrado. El gallo lunero, álbum que ilustré para David y Phillis Gershator con la Editorial Little Bell Caribbean, de Nueva York, fue seleccionado para promover la campaña de lecturas del verano 2015 en las Islas Vírgenes de EE.UU.
¿Los contratos como ilustrador se circunscriben a un libro en cuestión? ¿Está la ilustración de textos de LIJ adecuadamente retribuida?
Claro, los contratos son por cada libro. Pasa que en ocasiones el autor del texto concibe una saga y, para tratar de mantener una coherencia en las ilustraciones, pacta con el artista gráfico para trabajos futuros. Es lo que ha ocurrido con la extraordinaria María Luisa García Moreno y su saga dedicada a la vida de Fidel Castro de la que he ilustrado los tres libros para la Editorial Verde Olivo. O también el compromiso de hermanos que tenemos el inigualable Rubén Rodríguez y yo para todos sus maravillosos textos infantiles. ¿Preguntas por la retribución monetaria? Hace mucho que se requiere actualizar las tarifas de pago por trabajos editoriales, algunas de estas leyes datan de 1980. Las editoriales lo comprenden y piden dispensas a entidades de nivel superior para pagar un poquito más a los autores. Hay otro tipo de retribución y es la que uno recibe en la sonrisa de escritores y lectores, esa no hay cómo cuantificarla.
Hasta donde sé, no existen en Cuba muchos espacios en los que se reconozca el trabajo de los ilustradores de libros de LIJ. ¿No crees que debería existir alguna especie de reconocimiento a los mejores trabajos de este tipo en el curso del año? ¿Has pensado en competir con tus ilustraciones en concursos internacionales? ¿Existe alguno de esos concursos en Cuba?
Los espacios son pocos. La Editorial Gente Nueva es de las que más hace en ese sentido con los Premios La Edad de Oro y por supuesto que es necesario reconocer más este trabajo. No hablamos únicamente de los premios que son estímulo sobre todo para los más jóvenes, sino del reconocimiento de la crítica, del periodismo cultural, de los funcionarios de cultura, de las instituciones. Tú ves frecuentemente en la prensa reseñas de exposiciones de artes plásticas, de películas, de funciones de ballet, de presentaciones teatrales, de conciertos y hasta de textos poéticos, pero es muy difícil que leas a un periodista hablando de ilustraciones y muchísimo menos reseñando una historieta. Esto a pesar de que el Observatorio Cubano del Libro y la Lectura ubica a la historieta como el tercer género más vendido en las Ferias del Libro, detrás de la novela y del cuento y al nivel de la poesía. Es fruto de la incultura gráfica de nuestros informadores, no lo digo peyorativamente sino como un llamado a que amplíen su abanico de referentes. Dijo el español Carlos Giménez que quien en este siglo no sea capaz de hablar de historieta como de cualquiera de las otras artes, de conocer con soltura sus obras y autores, su influencia en la sociedad y sus aportes a los demás géneros, debe reconocer que tiene lagunas profundas en su formación cultural. He participado en algunos concursos internacionales, a veces he ganado, me han pagado y contratado, pero más importante es el reconocimiento diario de los lectores. Ese es el premio de verdad.
¿Qué resulta más difícil de ilustrar: un poemario o un libro de narrativa?
Me he sentido cómodo tanto ilustrando el Zambilé de Nersys Felipe como la historia del viaje al cosmos de Arnaldo Tamayo Méndez en su texto Con mis pequeños cosmonautas. Ilustrar es un placer, nunca un trabajo. Crear un archivo fotográfico para sostener las propuestas gráficas, leer textos complementarios al que vas a ilustrar, conversar previamente con el autor, hacer trabajo de mesa, todo eso vale igual para el trabajo que vayas a encarar.
Hemos mencionado la historieta o cómic. En algunos casos, texto y dibujos tienen diferentes autores, en otros, existe un único creador. ¿Has vivido ambas experiencias? ¿Cuán complicado resulta que la historieta atrape a los lectores? ¿Crees que en Cuba siga siendo un género preterido? ¿Cómo ves la salud de la historieta infantil en el mercado hispano?
Sí, por ejemplo, escribí San Martín, general de los Andes, que fue dibujado por mi amigo Jesús Rodríguez y en otros casos fue a la inversa, cuando dibujé el guion de Jorge Sariol Una historia de La Habana contada por sus piedras, de la editorial Boloña, o el guion de Pablo Noa titulado Baliño, un cubano de oro, para Ediciones Unicornio, de Artemisa. En la mayoría de los otros libros de historieta que he publicado hago guión y dibujos. La historieta es un género gráfico y literario, también lo consideran el noveno arte, así que su aceptación por parte del público es la variante común a cualquiera de las demás artes. Si está bien contada la historia, los dibujos son atrayentes, el tema es afín a los intereses del lector, no hay confusión en el orden de lectura de cada página y la impresión es nítida, la historieta atrapará al lector. En Cuba es preterida por los funcionarios de cultura que toman decisiones, por la crítica de arte, por los periodistas, por las escuelas de formación artística, por las galerías y por las editoriales. Ya hablamos antes de cómo influye en este fenómeno la cultura personal de los implicados. Pero hay elementos más allá que tienen que ver con la propia identidad cultural cubana: sin el Pucho de Virgilio, el Julito 26 de Chago y Elpidio Valdés, de Padrón, el patrimonio nacional estaría incompleto. Preterir este género es como incendiar un museo. En el mercado hispano, como en el mercado inglés, el franco-belga o el japonés, la historieta goza del merecido reconocimiento social e institucional, sus libros se promocionan al nivel de sus películas, sus obras maestras están en las enciclopedias, existen museos para reconocer personajes y autores y sus mejores propuestas forman parte de la poderosa industria cultural de esas naciones, generando ganancias millonarias y derivando a series animadas, largometrajes y videojuegos, juguetes y moda. En tu última pregunta te refieres a la historieta infantil y es bueno que marques la diferencia, porque hay aún quien cree que toda la historieta es infantil, como hay quien cree todavía que toda la historieta es humorística.
¿Qué inspira las ilustraciones de Ángel Velazco más allá del relato en sí?
Más que el relato o el texto, lo verdaderamente importante es el posible lector. La ilustración que hago es la que me gustaría haber visto cuando era niño. Pienso en los niños. Luego, está la firme convicción de que la ilustración debe complementar el texto de ese autor que ha confiado en mí. Nunca pienso en buscar protagonismo, al contrario, si desaparezco de esa ecuación y quedan el escritor y las ilustraciones frente al público, mejor. En definitiva, el lector te lee como quiere, si es que te lee, y esa dosis de humildad es básica para desarrollar una carrera de este tipo. Puede que el texto que te entregan para ilustrar diga: «Los policías descendieron de los autos y avanzaron sacando las armas hasta situarse pronto a ambos lados de la puerta. Paquito fue con ellos. Cuando cruzó la calle confirmó que estaba desierta a esa hora de la noche. Sudaba. Ese verano de 1926 resultaba muy caluroso». Ahí tienes que buscar en archivos de imágenes cómo eran los uniformes de la policía en ese año, cómo se veían sus armas, cómo lucían los autos que circulaban en Cuba en 1926, qué anuncios podían leerse en las calles de una ciudad determinada, y si el personaje no iba de uniforme cómo podía vestir un hombre en ese momento… Son muchas preguntas a responder antes de hacer el primer boceto. Eso me motiva mucho, porque además de acompañar al autor le doy al lector informaciones colaterales que le pueden ser útiles para su cultura general.
¿Cuáles han sido tus principales satisfacciones como ilustrador? ¿Y las mayores contrariedades?
Seguramente el haber insertado un personaje de historietas como Kukuy, el güije de Charco Azul, en el imaginario de millones de cubanos y mantenerlo en el gusto de un público que siempre se renueva, como el infantil, a lo largo de 30 años, es una de las satisfacciones que más agradezco. Los niños han aceptado a Kukuy y lo quieren, buscan sus historietas y entienden sus mensajes de cubanía, de valores, de amor por la naturaleza y la cultura. En cada uno de los más de cien títulos que he publicado he ido dejando parte de mí con mucho placer. También en las otras decenas de libros que he ilustrado para otros autores. Las contrariedades son las del trabajo diario: incomprensiones de los editores que a veces por tratar de ayudar echan a perder un trabajo, de la imprenta que saca un libro dedicado al Jardín Botánico donde todas las ilustraciones salen subidas de color rojo, o los atrasos en la salida de los libros de imprenta que desaprovechan el contexto social y temporal para el que fueron pensados… Pero evidentemente son más las satisfacciones que las contrariedades, o por lo menos pesan más en mi corazón. Martí dijo que en el mundo hay flores y hay serpientes, pero hay más flores que serpientes.
¿Nos cuentas un poco más de tu experiencia de ilustrar para editoriales y/o revistas extranjeras? ¿Te interesa seguir haciéndolo?
Ya te hablé de varios trabajos publicados en otros países y que han tenido reconocimiento. Otros están en camino en este momento. He publicado en México, Colombia, Venezuela, Panamá, Islas Vírgenes, Estados Unidos, Polonia, Turquía… Es interesante, porque ayuda a la formación profesional, ver cómo se trabaja en otras latitudes, el nivel de precisión en las entregas y los pagos, la relación laboral y humana, el cumplimiento de los plazos, los resultados de imprenta… En algunos casos me confirma que aquí en Cuba podríamos hacer mejor muchas cosas y, en otros, quedo convencido que lo hacemos mejor en Cuba.
¿Alguna vez has pensado: yo tenía que haber ilustrado ese texto?
A veces he pensado «esto debía haberse ilustrado así» o «me gustaría haber hecho esta ilustración tan sensacional». Otras veces me digo «esta historia es buenísima para hacer una historieta». En muchas ocasiones he conversado con colegas y sacamos en conclusión que lo que más nos gusta luego de hacer ilustraciones o historietas es disfrutar las ilustraciones o historietas que hacen los otros. No es un hobby, es una pasión.
¿Te ves como coautor al hojear el libro terminado?
Inevitablemente dejas tu huella cuando ilustras el libro de otro. Ocurre que cuando se trata del texto de una novela o un cuento, la paternidad se le reconoce al escritor. En algún que otro libro incluso me han obviado en la página legal, como si las ilustraciones se hubieran autogenerado. En el caso de la historieta es al revés; se reconoce más al dibujante que al guionista. Ambos son ejemplos negativos, pero su concepción influye hasta en la distribución de los honorarios por parte de las editoriales. Es habitual que cuando veo mis ilustraciones publicadas las analizo críticamente, incluso sin piedad, y me autoimpongo superarlas. Creo que es normal porque con el paso del tiempo maduramos, los dibujos de hoy deberían ser mejores a los de hace diez años y los del futuro deben superar a los actuales.
Pese al escaso reconocimiento y la casi nula crítica al respecto, es claro que las ilustraciones de textos para niños y jóvenes devienen gancho para atrapar a los pequeños lectores, ¿cómo ve el futuro de esta modalidad?
Los niños y jóvenes leen menos que hace unos años. Eso dicen muchos estudios serios que buscan razones disímiles y terminan achacando a la profusión de soportes audiovisuales la baja en los niveles de lectura. Estamos en una nueva era, pero al ser humano le sigue causando satisfacción contemplar imágenes. Quizás tanto o más que hace siglos, lo que pasa es que la globalización ha impuesto otro tipo de espiritualidad en el acto de percibirlas. Hay que saber ver la belleza. Esa tarea es en gran medida de los ilustradores, enseñar, educar, ayudar a mirar. «Ayúdame a mirar» —dijo el niño cuando el padre lo llevó de la mano a un promontorio a contemplar por primera vez el océano. El futuro es promisorio siempre. Habrá nuevas tecnologías para crear, nuevos soportes que se sumarán a los actuales y lo mejor: nuevos textos y lectores. ¿Qué más se puede pedir?
El libro y aún la revista digital tienen un largo camino por recorrer en Cuba, ¿cuánto cambia el trabajo del ilustrador cuando su obra aparece en este soporte?
No cambia en absoluto las esencias del trabajo del ilustrador. Los elementos de una buena ilustración deben estar presentes cuando el soporte es en papel, como cuando es una pantalla de computadora, o un tablet, o un teléfono móvil. Lo ideal es aprender a sacar provecho de la nueva tecnología y el aprendizaje es trabajando. El largo camino del libro y la revista digital en Cuba es más dilatado para los decisores que para los creadores. Los primeros deben tener la voluntad y crear las condiciones para que los segundos hagan su trabajo y lo perfeccionen con la práctica diaria. Las condiciones implican espacios para publicar, capacitación, pagos efectivos, motivación y reconocimiento. Hoy se puede hablar además de historietas digitales, videojuegos, audiolibros… las opciones se multiplican.
Años y años dibujando figuras, escogiendo colores, ¿con qué se queda Ángel Velazco cuando ya se ha acabado el dinero del último contrato?
Afortunadamente, la vida no me va a alcanzar para realizar todo lo que sueño hacer. Son tantos los proyectos y tan corto el tiempo vital que voy a tener que dejar ideas para que otros las retomen. Incluso, a veces tengo que rechazar propuestas de contratos editoriales porque el tiempo no da y siempre es mejor no comprometerse que incumplir. Quiero dedicar también parte de mi tiempo creativo a los dibujos animados, ese es otro mundo, el de los audiovisuales, pero se relaciona mucho con lo que he hecho hasta ahora. Hay quienes viven para hacer dinero, al final no lo poseen, sino que es el dinero el que los posee a ellos. Ya te conté cómo hay quienes vivimos para dibujar, si pagan por ese placer, mejor. Si no pagan, seguiremos dibujando.
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