El espacio Libro a la carta de la librería Fayad Jamís —fundado y conducido por Fernando Rodríguez Sosa—, se llenó de lujo esta tarde de octubre con la presencia de la filósofa, investigadora y profesora, Isabel Monal Rodríguez (Sagua la Grande, 21 de octubre de 1931). Doctora en Ciencias Filosóficas y Jurídicas, en Pedagogía y en Derecho; Investigadora Titular y Profesora Titular y de Mérito en la Universidad de La Habana y de Mérito del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de Cuba (ISRI), trabajó en la UNESCO, en París, como especialista del programa en la Educación Superior, de 1980 a 1991; además, recibió el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas en 1998.
El encuentro comenzó con las cuerdas del joven guitarrista Anthony de la Caridad Rodríguez Rodríguez, miembro de la Orquesta juvenil de guitarras, quien a pesar de interpretar «Canción triste», de Carlos Fariñas, logró una «feliz» apertura para el público presente, compuesto por la familia, los amigos, colegas y discípulos, entre otros.
A continuación el anfitrión presentó a la agasajada como una de las pensadoras más significativas de Cuba y acotó que la XXXII Feria Internacional del Libro a celebrarse en 2024 le será dedicada, mérito apropiado teniendo en cuenta su extensa y fructífera trayectoria. Interpeló a su invitada sobre su niñez, su estancia formadora en el Harvard College, en EE.UU. —donde estudió Filosofía de la Educación—, y su imperecedera pasión por la filosofía.
Isabel Monal, entre otras muchas enseñanzas, destacó la necesidad de lograr un ordenamiento mental desde etapas tempranas del desarrollo, la importancia de cuestionarse las cosas, los fenómenos y sucesos, reconociendo el valor de las preguntas por encima de las posibles respuestas, así como su agradecimiento perenne a todos aquellos maestros y guías que la fueron ayudando a encontrar su vocación y formar sus convicciones; en especial, a sus maestros de la Escuela Municipal Pública Primaria, y ya en su juventud, a sus profesores norteamericanos Morton G. White e Israel Scheffler, por el rigor y la exigencia docente.
Se evocaron sus memorias en los difíciles días de la lucha clandestina contra Batista —junto a su hermana—, su filiación claramente revolucionaria, anticolonialista, antimperialista y marxista, y su dirección en el Movimiento 26 de Julio en La Habana. Sus vivencias en los primeros días y años del triunfo de la Revolución cubana, cómo asumió la titánica tarea de dirigir el Teatro Nacional de Cuba, cuyo desafío mayor consistió en el área de la economía, aunque también hizo referencia al ingente programa cultural que pretendieron llevar a cabo, no limitado a la escena, pues incluyó desde no desestimar la altura que se había logrado en la danza clásica a la inclusión de los movimientos de aficionados, el coro nacional, la danza moderna, con énfasis en los espectáculos de nuestro folclore, y con un marcado sentido antirracista y popular, algo que no se hubiera imaginado en la Cuba anterior a 1959.
Rodríguez Sosa tuvo a bien convocar a tres personalidades que discurrieron sobre sus experiencias con la homenajeada. La doctora en Ciencias Filosóficas y vicepresidenta de la Academia de Ciencias de Cuba, Olga Fernández Ríos, quien dijo era un honor haber compartido con Monal, «no solo por su conocimiento teórico sino por su actitud y su militancia revolucionaria» y recordó cómo compartieron la experiencia de pertenecer y dirigir un núcleo del Partido de más de cien personas en la Universidad de La Habana.
La profesora Norma Gálvez —directora de Ediciones En Vivo—, discípula y colega de Isabel Monal, la caracterizó como un paradigma de nuestra cultura e historia, y refirió su inestimable aporte pedagógico a las ciencias sociales, cuyo sistema de exámenes, renovador y de una tesitura elevada, dejó honda impronta ética en sus alumnos, entre los que se incluía. Recomendó el excelente prólogo que Isabel hiciera al libro María Elena Molinet. Diseño de una vida (Ediciones La Memoria, Colección Majadahonda, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, 2014), donde la periodista Estrella Díaz García entrevista a la diseñadora.
Por su parte, Camilo Rodríguez, profesor de la Escuela Superior del PCC «Ñico López», también expresó agradecimiento eterno a su sabiduría y ética e hizo referencia a sus aportes decisivos a los estudios sobre el marxismo en nuestro país, por solo citar dos, las Jornadas científicas que en la década del 90, Isabel dirigió desde la Cátedra de Estudios marxistas «Julio Antonio Mella» y en la actualidad el grupo de estudios «Marx vive», distinguiendo su «absoluta lucidez», compromiso y entrega total a las causas revolucionarias.
Isabel Monal disertó sobre la vigencia del pensamiento de Marx y la necesidad de desarrollarlo científicamente; apuntó la capacidad que tiene el cerebro humano —en especial a medida que se va envejeciendo—, de ir encontrando infinitos nexos que pueden establecerse interconectando realidades y conocimientos; se refirió a la importancia de poder hablar o comprender varios idiomas; confesó sus anhelos —no satisfechos— de ser una buena «boleadora», haber aprendido a tocar decentemente un instrumento o a montar bien a caballo. Además, se definió como alguien que había tenido la suerte de nacer, estudiar y haber sido útil a su país, a su gente, a los seres humanos y a su tiempo.
La tarde concluyó coherentemente con «Balada de la doncella enamorada», una pieza de Leo Brouwer bien ejecutada por Anthony Rodríguez Rodríguez, para recordarnos que Isabel Monal siempre enamorada de la vida y sus retos aún tiene muchas sorpresas y enseñanzas para todos los cubanos.
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