Preciada Damaris Calderón:
Una vez más le escribo, ahora para confirmar que he leído Las pulsaciones de la derrota 1. Un poemario este que me ha seducido tanto, pues su poética de una madurez extraordinaria como bella, no se agota. El coloquialismo es una fuente vital para abordar la poesía cubana que no escapa de lo anecdótico o histórico para sostener ese puntal temporal y espacial que delimita su hondo cielo.
Todo es sagrado.
Lo tremendo no era ser Dios sino ser humano.
Son los primeros versos de este libro que tanto me cautiva por la sinceridad de los encuentros y del dialogo que nos comparte. Si Whitman aparece estos espacios, no es nada formal, es parte de un referente cultural que aquí se hace necesario y pleno.
Una mujer doblada
Pidiendo
Luz.
No es
Mi madre
Pero podría
Serlo.
Hay además un divertimento mayor en estas páginas, la sabiduría de llegar y dejarnos sin palabras, sin referentes, sin otra cosa que entender al escriba, al sujeto omnisciente, al que va de paso. Esa especulación desde la poesía es algo que no todos logran. De allí el salto ganado por usted en estos predios.
¿Te acuerdas cuando me fui del pueblo
A la ciudad
Para ser nadie?
Y cuando la ciudad se hizo demasiado pequeña
Para ser nadie
Hay un canto también agónico en estas páginas ante la muerte, ante la desesperación de ser madre, mujer, o de estar sola. Esa desgarradura se despersonifica para para afianzar el temor por el paso del tiempo, la soledad misma o el país que duele. Hay entonces un fingimiento vital que se hace reclamo, parte de estos poemas que juegan entre la vida en Cuba y la vida en Chile y nos hace partícipe de tales distancias, de tantos mundos que se llevan a cuesta.
Estimada Damaris Calderón, no hay aquí ninguna derrota, las pulsaciones son parte de ese andar por la vida que usted asume como buen orfebre en estas páginas. Difícil sería ir marcando el tic tac de tantas memorables lecturas que asumí antes de escribirle.
Suyo,
Rainer María Rilke
Nota
1 Ediciones Matanzas, 2017.
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