Preciado Waldo Leyva:
Recibo su antología Los signos del comienzo1 con una intensa dedicatoria que agradezco desde la humildad que siempre evoco por ser simplemente un servidor de la poesía. De allí que reconocer su poética me enriquece. Veo en usted un hombre conocedor del arte del verso y en esta retrospectiva admiro lo intenso del viaje.
Soy un hombre detenido en la línea sin origen
Ni fin de una saeta.
Se recopila cada fragmento de la memoria para afianzar la familia, los trenes que pasan y hasta el diálogo con el maestro Martí nos cautiva. En estas escrituras se nos impone el tiempo pasado para desvestir el futuro o las ausencias. De allí que el soneto sea parte de esas búsquedas antológicas donde se está hablando del porvenir o del caminante. Grato resulta en esa sinceridad con las palabras el imaginario con el que juega, transido aquí por la experiencia vital.
Se supone que esta sea la rosa de los vientos
Y que yo, desde el muelle, vea partir
Una goleta azul y en ella una muchacha
Que no me dice adiós pero que llora y se deshace.
Esa poética amatoria son signos que delatan estos paisajes, el comienzo es el paisaje mismo, de allí la sabia con que se edifica cada poema a manera de catedral. Así pienso estimado poeta Waldo Leyva, que este es un libro de la existencia, que nos pasa de largo. Así los recuerdos van quedando en el celuloide de la memoria como el susto de su abuelo, la pequeña y falsa muerte de su madre o la herida inevitable de la tierra.
Es usted preciado amigo, un cantor de estas verdades, un amanuense de estos signos que delatan el comienzo como ruego de Sísifo para domesticar tanta memoria acumulada, tanto polvo, sobre las palabras y tanta verdad. Desde esos comienzos también le saludo y estimo como si fuera yo su más fiel lector.
Suyo,
Rainer María Rilke.
Nota
1 Monte Ávila editores, Venezuela, 2009.
Visitas: 63
Deja un comentario