La poesía se enseñoreó este jueves 23 de noviembre del espacio Libro a la carta de la librería Fayad Jamís, fundado y conducido por Fernando Rodríguez Sosa para conversar con autores contemporáneos reconocidos. En esta ocasión disfrutamos de la presencia de Jesús Lozada Guevara (Camagüey, 1963).
Médico de profesión es, además, narrador oral desde 1981, investigador y pedagogo de la oralidad y la narración oral, libretista de radio, promotor y poeta «inacabado» —como nos confesó jovialmente—, cuyos paradigmas son de la talla de Roberto Manzano, Caridad Atencio, Félix Pita Rodríguez o Eliseo Diego, entre otros grandes cultores del género en nuestro país.
Entre evocaciones de su niñez, sus orígenes campesinos y sus dificultades en la adolescencia, su pasión por los aparentes «accidentes» o azares que lo han ido conduciendo por los caminos del arte en la búsqueda de sí mismo, su empeño por sacar a la luz los nombres y las historias de figuras olvidadas o poco atendidas por la crítica especializada como el negro esclavo Juan Francisco Manzano, no ya en su conocida vertiente poética sino como «excelente contador de historias», o la faceta de pintor y escultor poco visibilizada de Luis Mariano Carbonell —el Acuarelista de la Poesía antillana—, se nos fue revelando a los presentes un hombre de una sensibilidad extraordinaria, en especial ante el dolor, que escribe para niños, realiza espectáculos teatrales, fundó en 1987 la Peña del Brocal en su provincia natal, narra cuentos en la radio o tiene un blog de narración oral.
Algunos de sus libros son Archipiélago (Letras Cubanas, 1994), Los ojos quebrados (Unión, 2004), El trigo y la cizaña: oralidad y narración oral (Editorial Tablas-Alarcos, 2012). Ha recibido entre otros reconocimientos, el Premio Cuentería en 1988 y el Premio de la Cátedra Iberoamericana de Narración Oral.
Para concluir la tarde Jesús Lozada nos deleitó con la lectura del «Poema XV», de su libro Canciones eslavas y le aseguró al anfitrión, Fernando Rodríguez Sosa, ser un «Hombre que no es breve nunca». Tal como la verdadera poesía, nunca efímera, siempre trascendente, siempre esencial.
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