
Mucho se ha escrito del poeta cubano Jesús Orta Ruiz, mejor acreditado por su seudónimo criollo: el de Indio Naborí. Cada suceso de su vida fue reflejado en su quehacer poético, cada logro o victoria social, pero también cada pena íntima. Conociendo sus versos, conoceremos su vida.
Durante todo este año celebramos el centenario del natalicio de este creador, ocurrido el 30 de septiembre de 1922, en una localidad de las afueras de la capital cubana. Descendiente de bisabuelos canarios, es lógico que Orta Ruiz iniciase su vocación poética a través de la décima, popularizada en el canto de los campesinos cubanos. Desde muy joven, se identificó con el seudónimo que homenajea al aborigen labrador de la tierra, en un intento por demostrar su sencillez característica.
Debido a la situación de pobreza en que vivía en su juventud, vio morir a su pequeño hijo, de nombre Noel, a causa de la gastroenteritis, una enfermedad curable ya entonces, pero que abundaba en la infancia campesina humilde de Cuba. Más tarde, la ceguera haría mella en él, y solo el amor y el apoyo de su familia y el cariño de su pueblo le agraciaron la vida. Fruto de esa inspiración, escribió su obra toda. Ahí están los cuadernos Sueño reconstruido, de 1961; El pulso del tiempo, de 1966; Entre, y perdone usted, publicado en 1973 y 1983; Pase de lista en décimas a la medida de sus nombres, de 1973 también; Cantos breves, de 1978; Al son de la Historia. Poemas patrióticos y políticos, en 1986; y Entre el reloj y los espejos, de 1989 y 1990. Ya en la última década de la centuria, aparecen Viajera peninsular, de 1990; Con tus ojos míos, de 1994; Mis nietos en escena, de 1995; Desde un mirador profundo, de 1997; Biopoemas, de 1998; La medida de un suspiro, de 1999; y Esto tiene un nombre, también de 1999. El nuevo siglo le permitió las publicaciones Décimas para la historia. Poesía oral y escrita, de 2000 y 2004; Eros en tres tiempos, de 2000 y 2002; Por tu milagro sonoro, de 2001; y Epigramas de Juan Claro, de 2004. Un año después falleció: otro día 30, pero de diciembre.
Desde inicios de la década del cincuenta, el Indio Naborí se había vinculado al periodismo, al publicar sus versos bajo el título «Guardarraya del sueño» en El País Gráfico, los cuales gozaron de una positiva acogida. Entre 1960 y 1967, se hizo testigo de la actualidad política a través de estrofas que ilustraban y valoraban hechos como la campaña de alfabetización, la batalla de Playa Girón y el surgimiento de organizaciones sociales diversas, al estar a cargo de la sección «Al son de la historia», que aparecía en el periódico Noticias de hoy. Así ocupaba un lugar en la prensa nacional mediante este quehacer peculiar, ubicado entre la literatura y el periodismo. Esta faceta no era novedosa en modo alguno en los medios de prensa cubanos: décadas atrás, el trovador Joseíto Fernández hizo suya «La Guantanamera» al narrar, entre estribillo y estribillo, los sucesos más curiosos del día empleando la radio, medio hoy centenario en Cuba.
Galardonado en 1995 con el Premio Nacional de Literatura, y en 1999 con La Giraldilla de La Habana y la Medalla Aniversario 450 de Cervantes en España, así como con el Premio de la Crítica Literaria en 1996, entre otros reconocimientos, destacó por su apego a la décima y a las imágenes típicamente cubanas en sus descripciones poéticas. Sin embargo, también cada momento de alegría y de desasosiego fue registrado en su obra, a veces íntima y personal; otras veces, de marcada vocación social.
De las tormentas que asolaron su vida, dan testimonio los poemas incluidos en la antología titulada Cristal de Aumento, que publicara la editorial Letras Cubanas en 2001 y reeditara en 2004, con la selección de María Eugenia Azcuy. De la obra de este autor, que luego fuera recogida en el volumen, Eliseo Diego expresó:
Jesús Orta Ruiz deja aquí de ser el Indio de legítimos relumbres populares para ofrecernos una poesía despojada, cuya austera ternura, soplando desde los años amargos, refresca nuestra esperanza en el futuro de esa contradictoria criatura que somos todos…
Inicia con una muestra de Con tus ojos míos. Últimos cantares de Martín el Ciego, donde, en once textos, el autor poetiza su estado físico visual llevándolo a la metáfora, al contraste, a la hipérbole, a la comparación y a la identificación con otros grandes ciegos de la Historia: Jorge Luis Borges, Homero, etc., y a situaciones amatorias, espirituales y existenciales abstractas, como esta, a manera de décima, titulada «Magia»:
Estoy viendo, como quien
sueña en una noche triste,
paisaje que ya no existe
con ojos que ya no ven.
Magia de supremo bien
hay en el recuerdo mío,
cuyo visual poderío
desde un mirador profundo,
está repoblando el mundo
que se me quedó vacío.
Otras secciones integrantes de la publicación son la homónima que titula el volumen, además de «Eros en tres tiempos», «Búsqueda y angustia», «Rumor de las distancias», «De la hora y el entorno», «Elegías familiares», «Boda profunda», «Visión onírica», «La medida de un suspiro», «Paisaje natal» y «Rondeles», esta última con composiciones a manera de glosas, con versos iniciales y finales de Juan Boscán, Pedro Calderón de la Barca, Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Miguel de Cervantes, Luis de Góngora y Antonio Machado. Les dejo la muestra dedicada a Góngora y Argote:
Ayer maravilla fui,
hoy sombra de mí no soy.
Los sueños que ayer viví
ceniza y polvo son hoy.
De tal modo me perdí
que ya no sé dónde estoy
y cuando me busco, doy
con un espectro, ¡ay de mí!
Ayer maravilla fui,
Hoy sombra de mí no soy.
Delicadeza y encanto se entrelazan con sus palabras más tristes y esperanzadas, para entregarnos lo más íntimo de su pesar y de su reconciliación con el amor y la vida en estas líneas líricas:
¿Qué te parece, Amada? Vamos como saliendo
de la húmeda noche del fondo de una gruta.
Mira qué claridades, son las mañanas mismas,
los mismos juegos y la misma música.
No es la luz generosa del astro del consuelo.
Es la fiesta increíble de un regreso en la cuna.
Tal vez, sobre invisibles escaleras de llanto
rescatamos del aire nuestro tesoro en fuga.
No sé, pero ya el sueño tiene la misma carne.
Acaso fue una breve pesadilla la tumba.
¿Qué te parece, Amada? Vamos como saliendo
de la húmeda noche del fondo de una gruta.
(Boda profunda, IX)
A cien años de su natalicio, hoy visitamos esa parte de la creación de Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, escrita con adolorido apasionamiento al reflejar su ceguera, la muerte sucesiva de sus cuatro hermanos, el amor por su esposa, la pérdida de su pequeño y el renacimiento que significó la llegada de otros hijos a su vida. Celebramos de esta manera la existencia de un poeta sincero y humilde, cuya circunstancia vital le hizo cercano y querido para la gran mayoría del pueblo cubano, que agradece su obra al verse identificado en ella, aun después de su partida.
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