Cree en Dios y en la poesía. Es jovial, ríspido en ocasiones, con un alto sentido crítico. Soñaba ser biólogo —y lo consiguió— porque el reino animal hacía volar su imaginación hacia mundos para él desconocidos. La lectura solía ser su gran entretenimiento, y los animales se le antojaban un enorme misterio que añoraba desentrañar. Esas dos aficiones, devenidas pasiones, se juntaron para dar paso a un escritor que crea, en prosa o en verso, historias de animales con características muy peculiares, con actitudes que mueven casi siempre a risa y, en algunas ocasiones, nos hacen cuestionar nuestro comportamiento como humanos. Amar la vida en toda su rica variedad es algo que distingue a los escritores. Su mirada polifacética lo abarca todo, en todo buscan y encuentran nuevos significados, nuevas aristas. Quien en su niñez recibía libros como premio a sus buenos resultados escolares es hoy un escritor que premia a los niños con bellos libros, disfrutables por lectores de cualquier edad, un hombre eternamente inconforme con lo creado, que sigue soñando con el mejor libro, el que ronda su cabeza y aún no ha escrito.
En la infancia, en el seno de la familia, se definen a veces algunas vocaciones. Coméntanos a partir de tu experiencia la afirmación anterior.
Uno de los recuerdos más gratos que tengo estuvo ligado a los libros. Cuando era niño, el premio que mi padre me entregaba al finalizar cada curso escolar era comprar todos los libros que quisiera, en una especie de feria que organizaban en mi ciudad. Mi padre leía mucho; creo que de algún modo verlo en el sillón cada tarde me hacía inclinar sobre los libros, pero yo seleccionaba mayormente libros de divulgación científica y muy pocos de literatura. Recuerdo que devoraba aquellos libros soviéticos de tapa dura, publicados por las editoriales Raduca y Mir, que trataban sobre la vida de los animales y constituían para mí una lectura apasionante. Eso me llevó al gusto por la zoología, de manera que mi primera opción universitaria estaba relacionada con la Biología, y fue la carrera que estudié. También eso sembró una sensibilidad, una conexión con la literatura para niños, que hoy cultivo, y una necesidad de volver al mundo de los animales de manera que estos sean una vía eficaz para comunicar mis inquietudes. No creo que los animales sean una etapa rebasada en la literatura infantil, siempre y cuando sirvan como un pretexto para abordar inquietudes puntuales dela sociedad. Los animales siempre serán referentes afectivos de la infancia.
El ambiente literario de Puerto Padre, tu ciudad natal, ¿ejerció alguna influencia en tus comienzos como escritor?
En los inicios no. Estudiaba en Las Tunas y allí me vinculé al Taller Literario Cucalambé, dirigido entonces por el escritor Carlos Téllez Espino. La Casa Iberoamericana de la Décima contaba entonces con gente muy entregada a la promoción y la enseñanza como Daniel Laguna y Tony Borrego, y el taller complementaba muy bien todo ese buen ambiente literario. Luego participé en eventos de la AHS en mi ciudad y en las jornadas cucalambeanas, donde la décima era el plato fuerte. Sin dudas, el primer referente de mi pueblo en el conocimiento de la estrofa fue Renael González, uno de los hombres más dedicados a su cultivo y enseñanza en el país y desde esa estructura construyó un sitio de culto, desde lo personal y lo colectivo. Luego, en mi etapa primera de formación, mientras trabajaba como asesor de literatura, aprendí de algunos de mis coterráneos, autores ya consagrados, que no mencionaré porque temo omitir a algunos. Puerto Padre desbordaba un ambiente en el que cada cual tenía su propia voz, y el movimiento literario era intenso y bien respaldado.
Ese ambiente que hoy se extraña fue vital para mi etapa formativa.
Aunque también es disfrutada por los lectores adultos, el grueso de tu obra está dirigida a los niños y adolescentes. ¿Por qué eliges escribir para estas edades?
Escogí la literatura para niños no porque no pudiera escribir para los adultos, sino porque en determinado momento la poesía derivó a otra manera menos existencial y traumática, diferente a lo que se había convertido para mí el hecho creativo. Escribí unos textos humorísticos, juguetones, picarescos y me pareció un camino —no el único—, para el destinatario infantil y juvenil. Hay un placer inmenso en formar a un lector con una buena propuesta en estas edades. En la profundidad del ser hay una necesidad de volver a la infancia, como una patria íntima a la que precisamos revisitar si queremos ser mejores seres humanos. Recrear todo eso es una experiencia esencial de la que es difícil separarse. Las buenas lecturas, como los buenos libros, no se cierran nunca, y me apasiona además tener al adulto como un lector potencial de la literatura que construyo. No escribo solo para niños si obligo al lector adulto a que lea y disfrute el libro que escribí para su hijo o nieto. La literatura para niños tiene un sinnúmero de recursos, como la fabulación y el simbolismo, que reservan mensajes para todo tipo de público. Sueño con libros que puedan leerse en momentos diferentes de la vida, y que sean múltiples sus sentidos.
Tus primeros libros están escritos en décimas. ¿Qué factores condicionaron tu predilección por esta estrofa?
En mi vida cierro ciclos, es una necesidad como la que tienen los reptiles de mudar la piel. Cuando la décima me pedía cambiar de aire, me llegó la idea de hacer un libro humorístico para niños y surgieron los Avisos de bosque adentro con una factura radial, algo de mucho arraigo en los campos cubanos, y luego escribí dos capítulos más y completé el libro Donde el jején puso el huevo, que es mi modesto homenaje a la poesía picaresca y al conocimiento de la décima, en un afán de experimentar sin ser estridente y oscuro, como un límite que me impuso el destinatario al que dirigí esos versos.
No creo que exista mejor escuela para aprender la poesía que la décima. Hubo un momento inicial en que todo lo que quería expresar lo vertía en décimas, porque no me sentía cómodo en nada más, no porque no conocierabien otras estructuras. En el ambiente literario tunero prevalecía la décima junto a exponentes de excelencia, y no había que irse a ningún sitio para validar su fuerza y popularidad. La décima me enseñó los recursos de la síntesis y los tropos poéticos en una hermeticidad conveniente para el oficio inicial. Para romper con las cadencias monótonas del octosílabo en esa estructura tan cerrada que es la espinela y recurrir a otros pulmones formales nada mejor que la décima con sus diversos rostros. Respeto el criterio de evaluarse en una formación inicial desde el soneto, pero en mi experiencia, si tuviera que enseñar a escribir a un joven o a un niño comenzaría desde la décima, por su riqueza expresiva y sus potencialidades.
Has conseguido reconocimientos en varios certámenes nacionales e internacionales. ¿Qué opinas sobre los concursos literarios?
Los concursos, antes de la zafra indiscriminada que se hizo a nivel de país, eran un gran incentivo para avanzar en la primera etapa de cualquier escritor, la manera de hacerse de un currículo y de medirse con otros a diversos niveles. Si bien los concursos no deben ser una adicción para etapas posteriores, prometen una promoción eficaz y se aprovecha toda esa etapa ingenua, de pasiones, sueños y estímulos, que me parecen los cimientos durante el período fundacional que tenemos los escritores. Los concursos crean un ambiente provechoso para los territorios, y eliminarlos por recortes económicos me parece una barrabasada mayúscula, porque se pierden también cuestiones patrimoniales. Ligados a esas convocatorias muchas veces se apuntalan jornadas de la literatura, movimientos, escuelas. Sin los concursos algunos territorios son como esos bateyes que se quedaron sin sus ingenios azucareros por cuestiones similares y con consecuencias idénticas.
Además de escribir para niños, teorizas acerca de este género. ¿Qué opinas de lo que actualmente se publica para estas edades, tanto en Cuba como en otras regiones?
Teorizar es una manera de estudiar que tengo, para luego explicarme ciertas cuestiones ligadas a la creación. En Cuba hay muy buenos libros y muy buenos autores, aunque a veces en el panorama literario nos traiciona eso de abordar cuestiones sociales para el consumo de los niños, cuando en verdad la asunción de esos temas se debe dar de forma espontánea y progresiva y no como un empeño literario. Creo que primero hay que lograr que los niños hagan suya la literatura porque lo otro es como prepararnos para una tesis que puede tener o no validación en nuestra realidad. Algunos asuntos no pertenecen al campo de la literatura, y por momentos los escritores para niños se distraen en la utilidad de los objetos y no en su belleza.
En tu vida laboral derivaste de profesor de Biología a asesor de Literatura, y de ahí a periodista cultural en una emisora de radio. ¿Tienen que ver estos cambios con la consumación de tu labor como escritor?
Los creadores somos seres inquietos, escribimos varios libros porque buscamos una verdad que se complementa en cada volumen, aunque acaso escribimos un solo libro y lo demás le pertenece al mercado, pero seguimos buscando y hurgando en nuestra espiritualidad todo el tiempo. Casi nunca se trabaja en lo que se estudia, eso es solo una puerta que lleva a otros caminos. De la biología me queda la sensibilidad por la vida, la convicción de que algo tan vasto e imponente no puede ser el fruto de un accidente evolutivo, me queda la pedagogía, ese arte de enseñar. Como asesor literario guardo aquellas horas en que compartí lo que había aprendido y también la promoción de los autores. Luego la radio vino a ser cauce para promover de otra manera más amplia a artistas y escritores y a ejercer el criterio, en virtud de contribuir a una conciencia crítica con hechos y fenómenos sociales. Creo que el arte es la forma más pura del pensamiento liberador del ser humano.
El enigma de la existencia nos convierte en seres buscadores de una espiritualidad, la cual tiene diversos modos de manifestarse. ¿Qué relación crees que guarda con la poesía?
Apostar por la poesía es consagrarse a la búsqueda de sensaciones nuevas u ocultas del ser humano. Somos seres complejos que no logramos ni siquiera conocernos en nuestra corta vida. La poesía extiende nuestra existencia más allá de lo natural, pues si hay una vocación en los poetas es la de ser buscadores, las estructuras siempre nos parecen estrechas pese a la libertad que tenemos, y nos vemos en la necesidad de buscar, de hacer cambios. Tal vez es esa inconformidad que nos abruma. Somos de un reino fundacional y solo a golpe de imágenes podemos imponernos para sacar lo mejor del ser humano. Nuestra espiritualidad tiene recintos que se comunican y que se nutren desde varios dominios. La fe, certeza de lo que se espera, convicción de lo que no se ve, es un concepto que trasciende nuestra conexión con Dios. ¿No es también un concepto que nutre nuestra vocación poética? Poeta y profeta tienen la misma raíz lingüística. Ambos términos implican ser un visionario, un enviado, un ser apartado con una misión. La poesía existe como una respuesta de crear sentidos expansivos que la palabra puntual no logra expresar.
La pandemia de Covid-19 ha traído profundos cambios en nuestras rutinas. ¿Cómo ha afectado esto a tu creación?
La pandemia vino a trastocarlo todo. No somos los mismos y nuestros modos de actuar cambiaron. El mundo vive a la expectativa de nuevas epidemias, rebrotes, cepas y parece que a los poderes mediáticos les conviene tal ansiedad. Necesitamos crear una literatura de la esperanza y no de la catástrofe, porque el alarmismo en que se vive es demasiado real y absurdo. ¿Qué podemos entregar a los niños de estos tiempos, para ser esperanzador sin ser escapista? ¿Cómo competir con multimedias, juegos, videos, teléfonos y fórmulas más interactivas que la literatura? Estos tiempos vienen a reformular los conceptos ideoestéticos de los autores contemporáneos y dinamitan modos como lo contemplativo, lo divertido, el valor instrumental de los contenidos, que por tanto tiempo han penetrado la seudoliteratura para niños. De todo esto están plagados los libros escolares y es preciso reconsiderar los contenidos, evaluar si son eficaces o no en el contexto en que vivimos. Son preguntas que me hago todos los días.
En tiempos complejos y difíciles, donde afloran cada vez más la banalidad y el mal gusto, sobre todo en el terreno del arte, ¿qué función crees debe desempeñar la poesía?
La poesía prevalecerá, sobrevivirá al vacío y el mal gusto de la modernidad. El consumo es efímero, porque los humanos llevamos dentro un receptor innato para la belleza, que nos conecta con Dios, aunque algunos no le llamen así. Ojalá sean los poetas los que dirijan a los hombres y no los estadistas, porque proponerse que los demás sean capaces de soñar no es utópico, es una necesidad: la de espiritualizar al ser humano que va tras la falsedad de lo que está de moda. El apetito por la belleza y el símbolo edificante nos pueden salvar de un consumismo que hace mucho tiempo agoniza, pero se levanta de las cenizas por la ceguera del ser humano.
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Jorge Luis Peña Reyes (Puerto Padre, 1977). Poeta, narrador, periodista, investigador literario. Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Ha publicado Éxodo para dos mitades (poesía), Avisos de bosque adentro (Sanlope, Cuba, 2003), Donde el jején puso el huevo (El Mar y la Montaña, Cuba, 2004; Sanlope, Cuba, 2011; Gente Nueva, 2012), La corona del rey (Editorial Sanlope, 2005), ¿Oíste hablar del miedo? (Libressa, Ecuador, 2007; Higuera Editores, Colombia, 2019), Las doce migajas (Editorial Gente Nueva, 2007), Vuelo crecido (Editorial Abril, 2009), Amigo de la noche (Libros y Libros, Colombia, 2012), La flauta de Sebastián (libro álbum, Ediciones Unión, 2013), El país de los miedos (Gente Nueva, 2015), Cuentos para no perderse (Editorial Una, Costa Rica, 2015), Como perros y gatos en la luna (libro álbum, Higuera Editores, Colombia, 2018), Mensajes de azul intenso (Libros y Libros, Colombia, 2019) y Tuya es la espuma (poesía para niños, Ilíada Editores, Alemania, 2021). Ha sido incluido en las antologías Árbol de Rimas (España, 2000), Estudio de la Décima Cósmica (México, 2000), Los Parques (Cuba, 2002), Retoños de Almendro (Cuba, 2016), Mi juguete preferido (UNEAC, 2012), Dice el musgo que canta (Cuba, 2019). Seleccionó la antología de poesía tunera para niños Galería del verso (Editorial Sanlope, 2015). Ha obtenido diversos premios y menciones: Primera mención Concurso Iberoamericano Cucalambé 2000, Finalista en Concurso Iberoamericano Cucalambé 2001, Primera Mención Premio Ismaelillo de la UNEAC 2002, Mención en Concurso Iberoamericano Cucalambé 2003, Finalista en el Concurso de Relatos Constantí (España, 2005), Finalista en el Concurso de Ilustración Infantil Julio Coba (Ecuador, 2006), Premio Abril de Poesía para niños 2005, Premio Internacional de Literatura para niños Una palabra (Costa Rica, 2014). Mantiene su blog de promoción cultural en https://unvuelosinpasaje.blogspot.com
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