Una noche,
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de alas,
una noche,
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,
a mi lado lentamente, contra mí ceñida toda,
muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas
hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
y tu sombra,
fina y lánguida,
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectadas,
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban
y eran una
y eran una
¡Y eran una sola sombra larga! (…)
Nacido en Bogotá, de formación autodidacta y amplia cultura adquirida por medio de ávidas lecturas, José Asunción dejó una obra poética breve que, sin embargo, basta para situarle entre los más importantes poetas hispanoamericanos del siglo XIX. Por los temas de su lírica, y sobre todo por sus aportes a la renovación de la métrica tradicional, Silva forma parte de la primera generación de modernistas de América Latina, que incluye también a los cubanos José Martí y Julián del Casal, y al mexicano Manuel Gutiérrez Nájera.
La incomprensión de sus contemporáneos; el naufragio en el que perdió gran parte de sus poemas junto con dos volúmenes de cuentos y dos novelas; las dificultades económicas que debió enfrentar, y la ardua lucha por la subsistencia en que se vio inmerso, no impidieron a Silva escribir muchos de los más hermosos versos de su tiempo. Que aquellos y otros infortunios impulsaran al poeta a quitarse la vida en plena juventud, es puesto en duda por al menos dos de sus biógrafos. Uno de ellos, Enrique Santos Molano, propone en su libro El corazón del poeta1 la hipótesis de que Silva fue asesinado por enemigos involucrados en una falsificación monetaria a gran escala, quienes sabiendo que el poeta conocía la actividad delictiva en que habían incurrido, temieron que pudiera hacerla pública y lo silenciaron mediante un crimen cuidadosamente encubierto. La supuesta muerte del poeta por propia voluntad, envuelta en leyendas románticas a lo largo de casi un siglo, resulta así una posibilidad y no un hecho. Entre los motivos que llevaron a Santos a investigar sobre las circunstancias que rodearon el presunto suicidio, está la inexistencia de una nota explicativa de Silva.
Como Gustavo Adolfo Bécquer, Emily Dickinson y otros grandes poetas, José Asunción murió sin haber publicado un libro. Sobre la primera edición de sus poesías, comenta Santos Molano: “Después de una tarea paciente de recopilación, el señor Hernando Martínez logró publicar en abril de 1908, en Barcelona, con prólogo de Miguel de Unamuno, la primera edición de Poesías de José Asunción Silva. (…) Silva no asomó a la fama porque Unamuno le prologara sus poesías, sino que Unamuno las prologó porque Silva ya era muy famoso. La primera edición de las Poesías se agotó en menos de una semana”.2
En el 90 aniversario de la muerte de José Asunción fue fundada en Bogotá la Casa de Poesía Silva, con sede en la que fue vivienda del poeta durante sus últimos años. Primera de su especie en el ámbito hispano, la Casa propicia el conocimiento y disfrute de la poesía. También como homenaje a Silva, el billete de cinco mil pesos colombianos lleva su efigie en el anverso, y en el reverso un fragmento de su poema “Melancolía”.
Una faceta no tan conocida en la obra de José Asunción son sus traducciones. Ya en 1882 había traído al español poemas de Pierre-Jean Béranger y Víctor Hugo, y en 1883 traduce más poemas de Hugo y algunos de Raffaele Salustri, Maurice de Guérin y Théopile Gautier. Sus versiones son publicadas en el semanario bogotano El Papel Periódico Ilustrado. Más adelante traducirá “Las voces silenciosas”, de Tennyson, así como cuentos de Anatole France y Paul Margueritte.
Probablemente las traducciones de Silva sean, como las de otros poetas del XIX, “imitaciones” o versiones libres de los textos originales, pero eso no merma la belleza y calidad poética de los resultados.
Para concluir, un poema de Maurice de Guérin (Andillac, Francia, 1810-1839) en versión de Silva.
La roca
Pequeñas cavidades
hay en la cumbre de la inmensa roca
a cuyos pies acompasadas brotan
sobre la playa las movibles olas.
Guardan allí las grietas estancadas
de la lluvia las gotas
y a veces a beberlas se detienen
las errantes bandadas de palomas.
Yo suelo por las tardes
ir a la cima a sollozar a solas;
mis lágrimas se mezclan con las aguas
entre las piedras toscas.
¡Sueltas bandadas que al caer el día
tendéis el ala entre las tintas róseas
con que el sol, al ponerse en Occidente,
ilumina la atmósfera,
jamás bebáis las aguas escondidas
en la gigante roca,
que mis lágrimas tienen la amargura
de las marinas ondas!
(Maurice de Guérin, traducción de José Asunción Silva)
Notas:
1Enrique Santos Molano: El corazón del poeta, Biblioteca Familiar Colombiana, Presidencia de la República, 1997
2 Ibidem.
Visitas: 95
Deja un comentario