
Imagen tomada de Ecured
José Dolores Poyo no dejó una obra literaria memorable, ni tampoco antologable pese a haber sido periodista, escritor, poeta y desempeñar el tan digno oficio de lector de tabaquería. Por sobre todos estos «oficios» que tan poco peso sumaban en el bolsillo destinado a la calderilla, fue patriota ciento por ciento, uno de los fundadores del Partido Revolucionario Cubano y presidente de más de un club revolucionario de los que desde la emigración recaudaban dinero, acopiaban armas y ganaban partidarios para la que sería «la guerra necesaria» de José Martí. Poyo, además, llevó una existencia marcada por la precariedad económica, reveló un acentuado afán de autocultivo y nunca dejó de ser un autodidacto. Fue, y en esto intervino no solo el azar sino la confianza que despertaba entre los jefes de la insurrección, el depositario de dos frases célebres, en las cuales nos detendremos.
La primera, recogida en carta histórica del Mayor General Antonio Maceo, fechada el 13 de junio de 1884: «Quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha. Cuba tiene muchos hijos que han renunciado a la familia y al bienestar, por conservar el honor y la Patria. Con ella pereceremos antes que ser dominados nuevamente; queremos independencia y libertad».
Y la otra, fechada el 5 de diciembre de 1891, le llega desde Nueva York, firmada por José Martí y dice así: «Es la hora de los hornos, en que no se ha de ver más que la luz».
Poyo nació en La Habana el 24 de marzo de 1836. Fue un convencido patriota desde joven que, perseguido por sus ideas independentistas, en 1869 emigró hacia Cayo Hueso con su familia. No fueron tiempos fáciles para él y los suyos. Trabajó de lector de tabaquerías y conoció la estrechez económica. Pero jamás puso a un lado su sensibilidad por cuanto se relacionara con la patria.
Fue de aquellos cubanos que rechazó el Pacto del Zanjón en 1878. En agosto de aquel mismo año integró la sociedad secreta denominada Orden del Sol y el 12 de octubre fundó el periódico El Yara, para lo cual consumió sus escasos ahorros. Por entonces presidió el Club Revolucionario Cubano No. 25 y años después participó en la Convención Cubana.
No fue hasta 1891 que José Martí y José Dolores Poyo se conocieron, en Cayo Hueso, aunque desde 1887 existiera un intercambio epistolar entre ellos. Surgió entonces una amistad forjada por la comunión de criterios y dedicación al servicio de la independencia. Se distinguió por su laboriosidad y lealtad a Cuba y perteneció al Club Cayo Hueso y al Club Serafín Sánchez.
El periódico El Yara lo publicó durante veinte años, que fueron de servicio a la insurrección. En derredor de Poyo se nuclearon de manera natural otros muchos cubanos de la emigración que en El Cayo reconocían su integridad y apoyo a la Revolución.
Regresó a Cuba en 1898, pero no contó con recursos suficientes para dar continuidad a la publicación de El Yara en una Cuba libre del colonialismo español. Desempeñó trabajos modestos en la Aduana de La Habana, después en los Archivos de Cuba, siempre asediado por la penuria.
Participó, y de seguro le satisfizo mucho, en la recaudación pública de fondos para la erección del monumento a José Martí, inaugurado en el Parque Central de La Habana el 24 de febrero de 1905.
José Dolores Poyo y Remirez de Estenoz murió el 26 de octubre de 1911 en La Habana. De esa fecha se cumplen ahora 110 años. Y la ocasión nos sirve de pretexto para evocarlo.
Patriota callado y tenaz, su labor como director del periódico El Yara, lo inserta dentro de la historia del periodismo revolucionario e independentista cubano del siglo XIX, que tan valiosos servicios prestó a la causa libertadora.
Visitas: 54
Deja un comentario