Hombre de confianza de Carlos Manuel de Céspedes, inspiradísimo poeta, patriota a toda prueba, redactor de El Cubano Libre y poeta muy leído años, muchos años atrás, hacen de José Joaquín Palma uno de los autores más reconocidos en la Cuba de principios del siglo XX, o lo que viene a ser lo mismo, de más de cien años atrás.
Aun cuando sus versos se repetían de boca en boca, unas «Décimas a la patria» han quedado especialmente en la memoria:
¡Mañana…! cuando la aurora
abra las puertas al día,
y el ave vierta armonía
de su garganta sonora,
nuestra enseña redentora
dará al viento su hermosura,
¡ella!, que por ser más pura
y honrar más al patrio suelo,
le robó su azul al cielo
y a la nieve su blancura.
La facilidad de su verso, la fertilidad de la palabra y la espontaneidad extrema y sin retoque, son asuntos que algunos críticos suelen señalar en la poesía de José Joaquín Palma, quien, como sucede con frecuencia, gozó de la acogida de los lectores más allá de las opiniones del sector especializado. Espíritu multifacético, también incursionó en la narrativa.
Palma se incorporó con 24 años a la gesta libertadora iniciada en 1868. Carlos Manuel de Céspedes, Perucho Figueredo y Francisco Vicente Aguilera fueron sus compañeros de armas e ideales, lo cual sitúa al bayamés nacido el 11 de septiembre de 1844 en un sitial privilegiado de la historia de Cuba. Pero algo más debe decirse de José Joaquín Palma: su convicción de que en Cuba no debía ni podía haber independencia con esclavitud, aun en momentos en que esta decisión, por sus implicaciones para el negocio, podía lacerar las ganancias de los grandes poseedores de tierras y de esclavos.
Mencionamos con anterioridad que Palma fungió como redactor del periódico El Cubano Libre, tanto cuando se editaba en Bayamo como cuando pasó a hacerse en la manigua. En 1873 embarcó hacia Jamaica por encargo de la Revolución y después continuó viaje a Nueva York, Perú y otras naciones sudamericanas. Residió por largo tiempo en Honduras y en Guatemala. Muchos años, decenas, vivió, Palma en el exterior.
Fue José Joaquín Palma el autor de la letra del Himno Nacional de Guatemala, la hermana nación centroamericana que lo acogió, amó y honró con este singularísimo privilegio. En Guatemala se le considera «el más predilecto de sus hijos adoptivos». El citado himno se inicia con estas dos estrofas:
Guatemala feliz… ya tus aras
no ensangrienta feroz el verdugo:
ni hay cobardes que laman el yugo
ni tiranos que escupan tu faz.
Si mañana tu suelo sagrado
lo profana invasión extranjera
tinta en sangre tu hermosa bandera
de mortaja al audaz servirá.
Son numerosos los detalles de la biografía de José Joaquín Palma que merecen ser más ampliamente conocidos. En Honduras fue secretario del presidente Marco Aurelio Soto y allá se le entregó en 1879 una medalla de oro en reconocimiento a su desempeño como poeta y como patriota. En Guatemala llegó a ser director de la Biblioteca Nacional y catedrático de Literatura Española en la Facultad de Derecho. Pero aún así, en todo momento, continuó apoyando a los emigrados cubanos que luchaban por la libertad, y en tierras centroamericanas compartió con los generales Antonio Maceo y Máximo Gómez. Desde Honduras escribe en 1883 a José Martí enviándole sus Poesías, y le dice:
(…) supe por Adriano Páez que estabas en New York, pero por ignorar tu dirección no te había escrito. Hoy lo hago enviándote el volumen de mis Poesías: Acéptalo como el recuerdo cariñoso de tu fiel admirador y constante amigo. Crombet me entregó tu Ismaelillo que es un ramillete de amor, una maravilla de arte.
Años después el Apóstol lo calificaría como «el poeta que ha sabido poner en sus versos toda la ternura de su corazón y el fuego inextinto de un patriotismo puro». Rubén Darío, el ilustre poeta nicaragüense, es otro de los grandes que lo elogia.
Son tantos los detalles de la vida de José Joaquín Palma que sorprende el inexplicable hecho de que hoy día sea tan poco conocido.
Con la instauración en Cuba de la República, regresó, y después de declinar varios cargos públicos finalmente aceptó la replantación del gobierno cubano en Guatemala, nación donde murió el 2 de agosto de 1911. A inicios de la década del 50 del pasado siglo XX sus restos fueron finalmente depositados en su natal Bayamo.
A 175 años del natalicio del poeta y del patriota, del compatriota que tuvo patria aquí y en Centroamérica, sirvan estos apuntes de modestísimo homenaje.
¡Ay amigo, tú no sabes
mis recónditas congojas!
Yo soy un árbol sin hojas,
yo soy un bosque sin aves.
Foto tomada de Cubarte
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