Innegablemente existe una bibliografía paralela y complementaria que sirve de basamento a la obra de los grandes creadores, quienes interpretan, recrean y crean al amparo del acervo universal.
De manera que la compilación de una bibliografía no sólo da a conocer datos explícitos: títulos; temas; autores; lenguajes; y datos generales y específicos, a través de medios de acceso tales como tablas de contenido, índices y un cuerpo bibliográfico, sino que también nos da a conocer datos implícitos. Éstos últimos no sólo pueden recuperarse con la utilización de análisis bibliométricos. No olvidamos que la Bibliometría[1] como especialidad de la bibliografía hace explícita gran parte de la información implícita. Pero más allá de la metría, la bibliografía utilizada y transformada por un creador también nos permite llegar al conocimiento de su obra y lograr tantas reflexiones como las que logran los científicos ante el mundo de lo conocido y de lo desconocido.
En Las eras Imaginarias Lezama describe la Biblioteca como dragón: el conocimiento de que el dragón, lo que está y no está aparece y desaparece, necesita de un resguardo más allá de las Columnas de Hércules, disponía también de la biblioteca como una sobrenaturaleza. Allí, por la soledad se busca una compañía, y más específicamente en la biblioteca pública donde la compañía busca una soledad. La lucha contra el dragón tenía que cumplirse en las incesantes relaciones de soledad y compañía. Del recuerdo del cuarto misterio, más allá de las columnas, en el campamento, surgiría mi concepto sobre la cultura china: la biblioteca como dragón. Lao-tse, el del sentido de lo increado creador, fue un bibliotecario y el doctor Kung-tse, el Confucio de los jesuitas, trabajó los últimos 14 años de su vida en el Yi King, El libro de las mutaciones, de lo visible y lo invisible, donde el dragón se aposenta en un libro para hablar con los muertos y establecer las coordenadas entre lo insignificante y la desmesura estelar… El solo afán de intentar llevar a un libro lo inaudible, lo invisible, de que lo increado creador adquiera un sentido nos dice que ese combate con el dragón… se aposentará en la sobrenaturaleza… lo increado creador gusta de hacer el día en la biblioteca porque la biblioteca ha comenzado por ser un inaudible, un invisible y así la naturaleza volverá a encontrarse con la sobrenaturaleza.
Lo implícito en la bibliografía lezamiana procede, en gran medida, de los títulos que integraron su biblioteca particular. Lezama arrastra, transforma y recrea, hasta la creación de su propia obra, la lectura y el estudio de innumerables fuentes documentales. Como monstruo que todo lo devora, recorre y asimila lentamente la literatura universal para devolvernos una obra enigmática que invitará por siempre a la reflexión. Sin dudas, disfruta, con especial fricción, a los clásicos, hasta llegar a alinearse entre ellos. Un difícil proceso intelectual logrado con la intensidad y el rigor de la lectura que conformó la creación de su poesía, de su novela y su novelística, de su ensayismo y de su cuentística. Difícil proceso sometido a la consulta y el estudio de una extensísima bibliografía pletórica de filosofía y de literatura, fundamentalmente. Conocer y consultar su biblioteca es acercarnos a su vasta sabiduría, es explicarnos, desde múltiples facetas, el hermético mensaje que su obra entraña.
La Biblioteca Nacional José Martí como depositaria de la obra de Lezama tuvo a bien la catalogación de su biblioteca y la compilación de su bibliografía.[2] Dos caminos para acceder al mundo lezamiano. El primer camino empedrado por difíciles y meditadas lecturas se transforma hasta plasmar en el segundo una original y espléndida obra.
La Biblioteca utilizada por Lezama está integrada por bibliotecas relacionadas con lo mejor de la literatura, la cultura y la filosofía universales. Más de 6000 títulos procedentes de su colección particular fueron depositados por decisión de nuestro Ministro de Cultura en la Biblioteca Nacional José Martí, unos años después de la muerte del autor de Paradiso. Sin embargo, el investigador Roberto Pérez León quien tuvo la oportunidad de trabajar durante casi un año en la biblioteca particular de Lezama la creyó contentiva de más de 10 000 volúmenes.[3] No es posible determinar exactamente la cifra ya que la apreciación de Pérez León se acerca a un número en volúmenes y el fichero que posee la Biblioteca Nacional José Martí se aproxima a 6000 títulos. De la Biblioteca de Lezama no poseemos listas de entrega ni inventario que anteceden al catálogo que el Departamento de Selección y Adquisición logró confeccionar antes de que los libros ocuparan su lugar en el Departamento de Fondos Bibliográficos. Por supuesto el Departamento de Selección tuvo a bien identificar cada volumen con un cuño en el cual reza Colección José Lezama Lima.
Pérez León confiesa que la biblioteca de Lezama nunca fue organizada, ni siquiera por su viuda María Luisa Bautista, la colección siempre respondió al orden que le diera el poeta: «[…] había libros desde la sala hasta el último cuarto. Existían cuatro muebles de cristal con filas dobles, que fueron los únicos que él organizó como tales. Los demás estaban entonados encima de los butacones».
Pero ni el tiempo ni el espacio permitió a Pérez León la confección de un inventario, y mucho menos la confección de catálogos rigurosos.
Pérez León enumera autores sin pretender una lista completa ni exhaustiva y señala que aquel lector atento, sagaz y cuidadoso poseyó algo más que la biblioteca de un hombre culto, la cual leyó en su totalidad al dejar huellas de su lectura en cada libro, anotaciones y subrayados esclarecedores y enriquecedores.
En su biblioteca además Lezama atesoraba en libretas sus manuscritos los cuales integran actualmente la colección depositada en la Biblioteca Nacional.
En especial los libros de autores franceses que aparecen en el catálogo de los libros que leyó Lezama han sido estudiados y compilados por la escritora y poetisa Carmen Suárez León[4] quien publicara por primera vez el Diario manuscrito del poeta[5] atesorado también por la Biblioteca Nacional.
Suárez León reconoce fragmentos de este Diario incorporados a su ensayística (Tratados en La Habana, Analectas del reloj, La cantidad hechizada…) a veces elaborados y en ocasiones literales. Proceso de asimilación, adaptación, recreación y elaboración sin desdeñar la incorporación literal, Suárez León asevera en este último caso la presencia de Voltaire, Valéry, Claudel, Cartesio, Proust, Stendhal, Mallarmé, Cellini, Pascal, Descartes y Montaigne, entre otros grandes de la filosofía y la literatura francesas.
Por otra parte, la literatura ha influido en su totalidad en la obra lezamiana aunque resultan preeminentes la presencia de la poesía como género y en especial la de los poetas Julián del Casal, José Martí y Juan Clemente Zenea. Lezama reconoce estas presencias misteriosas que no precisan ser develadas, sino que más bien deberán mantener la vida de su fulguración.[6] Y esa fulguración de toda la poesía cubana está implícita en su obra, prueba de ello es su Antología de la poesía cubana desde el Espejo de Paciencia hasta José Martí donde, a pesar de antologar, prefiere mostrar una cuantía de cada autor. Su identificación con esa fulguración le abre puertas al lector para su propia elección. De manera que toda la poesía cubana fulgura en su propia poesía y su poética hasta lograr la más auténtica creación sin que el lector pueda determinar en ella la intertextualización de una poesía anterior.
Lo implícito en la obra de Lezama es inapreciable como es el problema de las influencias. Según Lezama «las influencias no son de causas que engendran efectos, sino efectos que iluminan causas… pues la historia de la sensibilidad y de la cultura es una mágica continuación y no un seguimiento».[7] Ideas y conceptos que fulguran en la obra lezamiana luces pequeñas y lejanas que se agrandan y se acercan hasta expresar nuevos conocimientos y conformar su novedosa obra.
No obstante las fulguraciones inapresables Lezama incorporó a su entraña cultural el desentrañamiento previo y riguroso de lecturas tales como la Biblia; el Libro de los Muertos; las obras de Platón, San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Anselmo, Bruno, Proust, Shakespeare y Góngora; sin olvidar, los himnos de Orfeo, los cronistas de Indias, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha hasta la obra de José Martí, simple enumeración que petrificaría la mente y la mano de quien quisiera apresar estas huellas en la obra lezamiana.[8]
La prosa americana más notable del siglo XIX desde Sarmiento y Juan Montalvo a José Martí seguida de la poesía americana del siglo XX, de Rubén Darío a Pablo Neruda y César Vallejo, expresiones paralelas, estas últimas, al movimiento poético español representado por lo grandes que publicaron en la Revista de Occidente: García Lorca, Alberti, Salinas, Jorge Guillén, fueron movimientos impactantes en la prosa y la poesía lezamiana. Movimientos que en su opinión[9] fueron sustituidos por la novela americana, novela del deslumbramiento asimiladora de la novela francesa de Balzac y de Marcel Proust, y de la novela de Dostoievski. A propósito, Lezama sentencia: «El gran arte ha vuelto a ser en América como en las grandes épocas de las catedrales y de la poesía del Dante, una inmensa suma prodigiosa donde el hombre alcanza la sobrenaturaleza, es decir, la posibilidad del hombre, actuando en la infinitud de la imagen».[10]
La Biblioteca como ente es presencia viva e inapreciable en la obra de José Lezama Lima. En su ensayo «Las eras imaginarias: la biblioteca como dragón»[11] al igual que Goethe en el siglo XVIII estudia desde su actitud occidental la filosofía taoísta que legara Lao-tse es el dragón inapresable, dragón que identifica con la biblioteca, y al referirse a la quema de los libros sagrados considera esta acción como la prueba máxima que tienen que sufrir los libros clásicos, ser quemados para que su espíritu sobreviva. En su caso fue inútil la censura a Paradiso, censura que no fue más que una centella, como fue inútil que el público se retirara del teatro el día del estreno de La Consagración de la Primavera, de Ígor Stravinsky. Ambas obras sobreviven y acaso ese espíritu de sobrevivencia es la vida de la fulguración implícita en la obra lezamiana después de asimilar lo más representativo de la literatura y la filosofía universales. Fulguración que se identificara con el dragón inapreciable representativo de una biblioteca. Dragón que nos recuerda lo implícito en la obra lezamiana, lo implícito inapresable representado en la intensidad de la imagen que fulgurará eternamente en su obra representado a partir de lo explícito, en este caso la filosofía de Lao-tse.
Posteriormente confesaría al periodista Félix Guerra[12] sobre su proyecto de biblioteca habitable:
Mi biblioteca imaginada tendría amplios salones iluminados y un mínimo de paredes y muros: sería comunicable y comunicante, de puntal alto y techo de dos aguas… tendría claro, trozos de cielo… tendría, claro alguna espléndida luz de mediodía, árboles y pájaros respectivos, luna y puñados de soles titilando en la oscuridad de un pedazo de noche…
Este proyecto de biblioteca, posible porque es imposible, es susceptible de cambios y sugerencias y permanece abierto de par en par. Se le puede agregar algo de cualquier imaginación o naturaleza… Un manantial a la entrada… Ese es mi proyecto… una quimera con alas de papel.
Y de esa sobrenaturaleza que fue la biblioteca para la creación lezamiana, biblioteca implícita ciertamente aunque inapreciable en su obra, el gran poeta y novelista confesaría a Lunes de Revolución[13] cuáles consideró los diez libros más importantes de la literatura universal, en este orden:
- La Biblia.
- La Odisea, de Homero.
- Diálogos, de Platón.
- Los cuatro libros de metafísica, de Aristóteles.
- Suma Teológica, de Santo Tomás de Aquino.
- La Divina Comedia, de Dante Alighieri.
- El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra.
- La Tempestad y El Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare.
- Las mil y una noches.
- El Diario, de José Martí.
Sin embargo, de su conversación, posterior a 1965, sostenida con el periodista Félix Guerra[14] acerca de títulos preferidos Lezama responde: «¿Por qué iba a decir grandilocuente y oportunistamente ahora: ésta es la lista? En mi caso no hay listas, listas de nada. No hay listas ni estoy listo para hacer lista». Respuesta ésta más coherente lúcida acorde con su pensamiento y con las reflexiones que se leen en la conversación citada al referirse al libro: «Cualquier buen libro leído es el libro mayor. O cualquier buen libro es el libro, porque mayor es un grado bélico que le sobra a la lectura». Antes anidaría en esta misma conversación: «Leo, pero sobre todo procuro descifrar, que resulta una invitación a fondo y no el simple saludo de acera a acera. En mi sobrenaturaleza íntima y en las sobrenaturalezas creadas, imaginar agregando es la alternativa frente a la mansedumbre de una entrega apagada y liviana».
Leer descifrando e imaginar agregando, como claves en la creación lezaminiana nos permite asegurar aún más lo implícito recuperado para su obra desde la lectura del múltiple lector que siempre se propuso ser: «¿Mi primera página leída? bueno, tendría que remontarme al diluvio o a las glaciaciones. Fue allá por el siglo tanto… Fue un acto insensible prenatal. Un golpe precordial de letras antes de que fuera inaugurada».[15]
Inequívocamente en toda la obra de José Lezama Lima está implícita e intertextualizada, aunque inapresable, lo mejor de la literatura, la filosofía, la historia y la cultura universales, así pues la acumulación erudita de sus meditadas lecturas, traducidas en fulguración, muy lejos de convertirlo en fuentista lo ha convertido para siempre en uno de los grandes creadores de América y del mundo.
[1] Pérez Matos, Nuria. “La bibliometría como valor agregado”. BIBLIOTECAS (La Habana) (1-2): 7-25; 2000.
[2] García Carranza, Araceli. Bibliografía de José Lezama Lima. – La Habana: Editorial de Arte y Literatura, 1998. – p. 281
——. “Bibliografía de José Lezama Lima”. Suplemento I. Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (La Habana) 91(3-4): 91-126; jul.-dic. 2000.
[3] Pérez León, Roberto. “Un hombre a través de su biblioteca”. En Espinosa, Carlos. Cercanía de Lezama. — La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1986. — p. 294-302.
[4] Suárez León, Carmen. “Biblioteca Francesa de José Lezama Lima”. Bibliografía. — La Habana: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, 2003. — p.75
[5] Lezama Lima, José. “Diario”, introd. y notas Carmen Suárez León. Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (La Habana) 80 (2): 99-160; mayo-ag. 1988.
En el año 2001 Ciro Bianchi Ross publica Diarios (1939-1949/1956-1958) La Habana: Ediciones Unión, 2001.
[6] Lezama Lima, José. “Interrogando a Lezama”. En Martínez, Pedro Simón. Recopilación de textos sobre José Lezama Lima. — [La Habana]: Casa de las Américas. [1970]. — p.18.
[7] Op. cit. (6) p. 33.
[8] Op. cit. (6) p. 33.
[9] Op. cit. (6) p. 36.
[10] Op. cit. (6) p. 36.
[11] Lezama Lima, José. “Las eras imaginarias: la biblioteca como dragón”. Islas (Santa Clara, Cuba) 8 (1): 89-114; mayo-ag., 1966.
Véase también en García Carranza, Araceli. Bibliografía de José Lezama Lima. — La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1999 los asientos 14, 17, 18, 76 y 81.
[12] Lezama Lima, José. “Lezama Lima: amo al coro cuando canta”. Ent. Félix Guerra. Gaceta de Cuba (La Habana) (s.n.): 20-22; mar.-abr. 1993. il.
[13] 20 jun. 1960: 5.
[14] Op. cit. (12) p. 21.
[15] Op. cit. (12) p. 20.
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