El 29 de octubre de 1892, fecha de la cual se cumplen 103 años, nace en La Habana de José María Chacón y Calvo, de quien escribió el profesor y crítico Salvador Bueno:
Quien penetre en los vericuetos y senderos de la literatura cubana, desde aquel agreste poema de Silvestre de Balboa debe ponerse en contacto con los sabios estudios y las apreciaciones valiosas de Chacón y Calvo. Muchos aspectos esenciales de nuestros poetas y escritores fueron esclarecidos a través de sus análisis y observaciones.
El juicio del doctor Salvador Bueno no tiene un adarme de exageración. A su producción investigativa, a su hacer como ensayista, sumó José María —y en grado bien elevado― su labor de lo que hoy llamamos «promoción cultural», que por sí sola bastaría para garantizarle un espacio en el contexto sociocultural de su época y en el recuerdo de cuantos sabían y saben de sus empeños por traer a Cuba, a impartir conferencias, a las figuras más destacadas de la intelectualidad española en la década del ’30 del pasado siglo.
Claro que Chacón y Calvo no fue un hombre de trincheras, hubiera sido ilusorio pedirle tal a quien tan calladamente cargó consigo el título de Conde de Casa Bayona. Su «trinchera», de la que fue ilustre soldado, estuvo en el saber y el ansia de compartir el conocimiento, de hacer más culta a la nación y abrir espacios para destacar el quehacer de los intelectuales cubanos. Con todo, la época en que José María ejerció su magisterio cultural distó mucho de ser tranquila, al contrario, transcurrió durante la dictadura de Gerardo Machado, el período de agitación revolucionaria y obrera, el golpe de Estado de Fulgencio Batista.
De manera que nuestro autor debió caminar sobre una cuerda floja para poder así, o al menos intentar, el equilibrio de su tesis sobre la polémica e ilusoria «neutralidad de la cultura», en palabras del propio Chacón.
Nacido en la pequeña ciudad condal de Santa María del Rosario, la familia poseía los medios suficientes para poner mar de por medio ante la presencia de la Guerra del 95. Al regreso, el joven Chacón cursó estudios en el capitalino Colegio de Belén y en el Instituto de Segunda Enseñanza, completados en la Universidad de La Habana, doctorándose en las carreras de Derecho y Filosofía y Letras. Su cultura y apreciación de las artes alcanzó elevados niveles cuando José María Chacón apenas sobrepasaba la veintena de años. Su erudición, tal es la palabra, le ganó renombre en los ámbitos académicos y también no académicos, porque José María solía no establecer fronteras sociales si de promover el conocimiento se trataba.
En Cuba, dirigió la Sociedad de Conferencias y cofundó la Sociedad del Folklore Cubano, presidió la sección de Literatura del Ateneo de la Habana, pero el cargo que lo llevó a realizar una obra más fecunda fue el de director de Cultura, para el cual fue propuesto por el pedagogo y pensador Medardo Vitier, quien ocupaba la Secretaría de Educación. Desde allí, por diez años, y muchas veces por su gestión personal y prestigio, dado el muy magro presupuesto gubernamental, activó varias instituciones y programas culturales en los que contó con la colaboración de los doctores Fernando Ortiz, Emilio Roig de Leuchsenring, Jorge Mañach, Max Henríquez Ureña y otros con quienes mantenía excelentes relaciones de trabajo y personales, poniendo a prueba su tesón ante los numerosos obstáculos surgidos en el camino.
La huella de Chacón y Calvo como compilador e investigador es impresionante. Ahí están Las cien mejores poesías cubanas (Madrid, 1922), Ensayos de literatura cubana (1922) y Ensayos de literatura española (1928); la publicación de la colección de textos en prosa de José María Heredia, de las poesías de José Joaquín Palma, sus estudios sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda, Manuel de la Cruz, Rafael Montoro, Félix Varela, Cedulario Cubano, sus Romances tradicionales… Súmanse dos obras que lo revelan en su condición de escritor de elegante prosa: Hermanito menor (1919) y Estampas sentimentales (1923).
Riguroso consultor de las fuentes originales, investigó en los Archivos de Indias y de Simancas y, si de historia se trata, ahí quedan sus obras El Consejo de Indias y la historia de América (1932), La experiencia del indio (1934), Criticismo y colonización (1935).
Conferencista notable, sus colaboraciones periodísticas aparecieron en El Fígaro, El Mundo, Diario de la Marina, Cuba Contemporánea, Revista Bimestre Cubana, Revista Cubana, Revista Lyceum, Universidad de La Habana, Revista de Educación… Prácticamente no hubo empeño de intereses cultuales en que no estuviera presente. Numerosas distinciones recibió, entre estas la condición de miembro de la Academia de la Historia de Cuba, presidente de la Academia de la Lengua, académico correspondiente de la Real Academia de la Historia de España, impartió cursos en universidades norteamericanas…
Fue el anfitrión gustoso de algunas de las figuras cimeras de la intelectualidad española a su paso por Cuba (Federico García Lorca y Ramón Menéndez Pidal a manera de ejemplos).
«El ensayista erudito de más extenso renombre en las letras cubanas del siglo XX es José María Chacón y Calvo», lo llamó Max Henríquez Ureña, una aseveración que pudiera ser controversial o no, pero sí reconocimiento tácito a la hondura del quehacer de un humanista para quien el estudio se integró perfectamente a la vida cotidiana.
A 103 años de su natalicio, puede decirse que a José María Chacón y Calvo le aguarda una larga vida en la memoria de quienes hoy recurren a su obra como fuente de conocimiento.
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