
Los Diarios de Campaña de José Martí en la pupila de José Lezama Lima
En los casi setenta acercamientos a los Diarios de Campaña de José Martí se demuestra que esta obra, inclasificable en cánones ortodoxos, es como un tejido natural que hace posible la poetización, su propia poetización por los exégetas, y que invita a su reproducción embebida, a un tiempo, en el mismo sentido de la espiral, y en una dirección paralela que la trasciende, sin perder nunca sus esencias fundadoras de lo cubano. No estamos siendo subjetivos cuando afirmamos que el magnetismo es una cualidad indudable de los Diarios.[i] Esta cualidad se manifiesta de manera única en los juicios y apreciaciones de José Lezama Lima a los Diarios de Campaña. Una de las características que permite la manifestación de este hecho la refiere Daniel Mesa Gancedo al afirmar que esta obra de Martí y los Diarios del Che en Bolivia están relacionados con la fundación de una identidad colectiva que pasa por el sacrificio de sus autores, con frecuencia estos diarios se han considerado casi textos sagrados, lo que —desde luego— ha orientado en buena medida su recepción y comprensión.[ii] Aunque también tal hechizo está relacionado con el vínculo que establece en los Diarios el sujeto con la naturaleza, que «es no solo constante, sino también incitante».[iii]
Pero los fructificantes y trascendentes acercamientos de Lezama responden a un momento en que comienzan a «florecer» los estudios dedicados a los Diarios, es decir, la segunda mitad del siglo XX. Lo que tiene como antecedente un período en el que los mismos fueron publicados de manera separada, primero, el de Montecristi a Cabo Haitiano, y años después el de Cabo Haitiano a Dos Ríos, como lo prueba la siguiente reflexión de Chi Güemez:
Así, la primera publicación del Diario de Montecristi (1932) coincide con un período en el que la figura de su autor comenzó a ser utilizada política e ideológicamente, mediante el impulso de una nueva imagen de Martí, desvinculada del imperialismo y amiga del proletariado. Aunque el segundo Diario […] fue publicado solo 8 años después, el hecho de que inicialmente fueron leídos como textos separados e independientes por el público general y por los lectores académicos generó a su vez un estudio y una crítica que, con pocas excepciones y hasta hace relativamente poco tiempo, se centraban en uno u otro texto, sin poner a dialogar sus especificidades.[iv]
Como lo han probado los hechos y la propia confesión de Cintio Vitier, los poetas del grupo Orígenes, con José Lezama Lima a la cabeza, entraron a Martí, comenzaron a leer a Martí por los Diarios, de ahí esa prosa luminosa, imantada, de hálito poético que habita en todos ellos, que llega incluso a manifestarse en su obra ensayística. Confiesa Cintio:
Nosotros nos quedamos deslumbrados con ese Diario. El Diario es una especie ya de decantación última de la mirada y el estilo de Martí. Por ahí es que nosotros entramos realmente a Martí, y esa entrada no había sido la más frecuente. A Martí se le había entrado, primero, por la oratoria patriótica, después, por el pensamiento antimperialista, y siempre, desde luego, como al gran revolucionario fundador de la república que no existió. A nosotros lo que más nos impresionó fue la integralidad del revolucionario y el poeta en una sola pieza.[v]
Es preciso recordar que estos años de frustración republicana, y al calor del Centenario de Martí, son un momento ideal para que ascienda esta búsqueda, esta visión de un Martí otro, pionero del hacer, pero también pionero del decir. La profunda raigambre cristiana de este grupo literario, en especial de su guía más visible, José Lezama Lima, redundará directamente en su visión de Martí y de los Diarios, que viene a constituirse con el paso de los años en fundamento de «la concepción de Martí como símbolo de identidad nacional».[vi] Es que dicho momento responde fielmente al concepto de «horizonte de expectativas» descrito por Jauss, que no es otra cosa que la experiencia estética que traspasa lo intraliterario y se adentra en lo social del proceso receptivo, en el conjunto de experiencias vividas por el receptor que inciden en su identificación con el texto.[vii] En este sentido confiesa Ottmar Ette en su importante libro sobre la recepción de José Martí que el grupo reunido en torno a la revista Orígenes subrayó una y otra vez las cualidades idiomáticas y estéticas de los Diarios, y prestó gran atención a este texto, que no había sido tenido en cuenta hasta entonces, en el que se describe la leyenda de la libertad y conformación de la patria. Así también apareció una nueva edición de los Diarios, con un prólogo de la origenista Fina García Marruz: José Martí. Diarios, La Habana, Editorial Libro Cubano, 1956,[viii] que conforma la excelsa bibliografía pasiva correspondiente al tema, y que, por supuesto, estudiaremos más adelante en la presente investigación. Debemos recordar aquí que es conocida, en los marcos de la literatura y la historia cubanas, la capitalidad de José Martí para el grupo Orígenes quienes en la década del cincuenta del pasado siglo eligieron al gran escritor como punto de referencia intelectual. En tal sentido Ette afirma que el grupo, aglutinado en torno a la revista Orígenes, defendía posiciones estéticas que apuntaban hacia la mayor defensa de lo literario con respecto a la realidad social.[ix] Por lo tanto es importante recordar aquí la especial resonancia espiritual de la obra de José Martí en uno de los poetas cubanos más trascendentes del siglo XX, con el que comparte un extraordinario conocimiento de la cultura universal, una aguzada imaginación poética y un concepto de cubanía en que lo local y lo universal se funden.[x] Lezama considera a Martí una metáfora de la historia patria, componente legítimo de la historia y la cultura nacionales, por eso lo sitúa a la cabeza de la última de las eras imaginarias.
Los Diarios de Campaña de José Martí en la obra ensayística de José Lezama Lima[xi]
Creo que no hay mejor idea para comenzar a referirnos a la impronta de los Diarios de Campaña en José Lezama Lima que esta, escrita con motivo del Centenario de José Martí por el poeta, ensayista y novelista, y cabeza propiamente de dicho grupo, en la revista Orígenes:
Orígenes reúne un grupo de escritores reverentes para las imágenes de Martí. Sorprende en su primera secularidad la viviente fertilidad de su fuerza de impulsión histórica, capaz de saltar las insuficiencias toscas de lo inmediato, para avizorarnos las cúpulas de los nuevos actos nacientes.[xii]
Es curioso en la cita el reconocimiento de la irradiación de lo poético como el principal elemento que rescatan, puesto al mismo nivel de la trascendencia de José Martí por su acción histórica, debido a su ingente labor en pro de la independencia de Cuba, ideas ambas que en los Diarios se entrelazan para lograr una fecundante permanencia en el tiempo. No olvidemos entonces que Orígenes es el primer movimiento cubano que hace de la poesía su forma primordial de conocimiento.[xiii] Es bastante conocido el hecho de que Lezama no escribió nunca un ensayo definitivo y centralizado sobre la obra y la figura de José Martí. Siempre que lo interrogaban sus amigos de Orígenessobre cuándo loescribiría, decía que todavía no podía hacerlo.[xiv] Sin embargo en sus ensayos se encuentran numerosas y repetidas alusiones a nuestro primer escritor, caracterizadas por mostrar siempre la excelencia y cima de una obra y de una existencia, en las que pone de manifiesto que «tenía un concepto nutricional y acrecedor de la lectura». Leer para él era una forma de escribir, y cuando escribía era como si intentara leer otro texto indescifrable. [xv] Émulas en importancia y trascendencia a estas valoraciones son las dedicadas a los Diarios de Campaña, culminación que une, según Lezama, vida y obra del héroe y que son fructificación de la idea de lo cubano. Las mismas están diseminadas en su obra ensayística, pero siempre los describe, ocupando un lugar esencial dentro de la literatura, la cultura y la historia cubanas. Aunque no es el primer ensayo donde Lezama se refiere a los Diarios, quisiera comenzar analizando La expresión americana,[xvi] publicado en 1957, que recoge las cinco conferencias pronunciadas en el Centro de Altos Estudios del Instituto Nacional de Cultura, los días 16, 18, 22, 23 y 26 de enero de 1957, porque en cada uno de sus ensayos se coloca a Martí y a los Diarios de Campaña —a los que considera ejemplo sumo de su literatura— como culminación de la expresión americana, donde el lector se maravilla de encontrar las aristas más singulares para describir al hombre americano tal como hoy palpita en las calles de nuestra América. Quien junto al indio o al esclavo africano arrancado de su mundo natural, se separa de la tradición de la cual es resultado, y decide buscar su destino en la forma de encontrarse a sí mismo. Ya sea mediante la visión de una quimera desde el gran retablo verbal que muestra y al mismo tiempo revela una especie de río subterráneo —asombran en el paisaje americano los más caudalosos y grandes del mundo—. De allí emerge la ética que lo caracteriza, la resistencia que lo define, la irradiación y trasmutación expresadas de tantos modos, entre ellos el habla que se mueve desde el registro más popular al extremo culto proveniente, a qué negarlo, de una herencia gongorina y quevediana, al ganarle la independencia dentro de ese inmenso paisaje, y también dictarle la expresión que lo distingue.[xvii]
En estas líneas, que atesoran profundas reflexiones de base poética y filosófica, se considera a los Diarios de José Martí como paisaje yendo hacia un sentido, como muestra de su sacrificio hermoso en medio del misterio, que trenza poesía y trascendencia histórica,[xviii] como un lenguaje nuevo para una nueva naturaleza, lo que constituye una manifestación de un principio cardinal de la poética martiana:
Pero el americano, Martí, Darío o Vallejo, que fue reuniendo sus palabras, se le concentran en las exigencias del nuevo paisaje, tocándolas en corpúsculos coloreados. En todo americano hay siempre un gongorino manso, que estalla su verba al paso del vino confortable, no trágico como en el español, en el bautizo ingenuo o en el día en que naufraga deliciosamente en cobranzas aljofaradas.[xix]
Este libro, émulo de lo mejor del ensayo latinoamericano, es uno de los primeros asientos de la bibliografía donde se repara en la importancia y peculiaridades de la mirada en los Diarios, específicamente en la relación de mirada y expresión, y de mirada y conocimiento.
Si Cintio Vitier llegó a afirmar que el ensayo «Secularidad de José Martí»[xx] de 1953 es el centro de la concepción y visión de Lezama sobre Martí, dicha obraya coloca a los Diarios de Campaña como hito decisivo de la trascendencia de la vida y la obra de Martí, como signo inobjetable de su presencia en nosotros, los cubanos, y en el estilo de Lezama y los escritores de Orígenes:
José Martí fue para todos nosotros el único que logró penetrar en la casa del alibi. El estado místico, el alibi, donde la imaginación puede engendrar el sucedido y cada hecho se transfigura en el espejo de los enigmas […] Las palabras finales de su Diario, uno de los más misteriosos sonidos de palabras que están en nuestro idioma, bastan para llenar la casa y sus extrañas irrupciones frente al tiempo. En la soberanía de su estilo[xxi]se percibe la mañana del colibrí, la sombría majestad de la pitahaya, y los arteriales nudos del cedrón […] la majestad de su ley y la majestad de sus acentos, nos recuerdan que para los griegos mártir significa testigo. Testigo de su pueblo y de sus palabras, será siempre un cerrado impedimento a la intrascendencia y la banalidad. Y solo podemos creer, según la extraña sentencia de Pascal a los testigos muertos en la batalla, es en las decisiones de su muerte, donde nuestra forma como pueblo adquirió su esplendor al unir el testimonio con su ausencia, dar una fe sustantiva para las cosas que no existen, o la terrenal gravitación de las más oscuras imágenes.[xxii]
Atraído sobremanera por semejante discurso, se desborda en valoraciones donde intenta explicar, o más bien, trasmitir con sutileza lo misterioso y trascendente de los Diarios, donde la muerte es la que les pone fin y se alza como horizonte de su lectura donde solo lo había sido hipotéticamente:[xxiii]
En las últimas líneas de Martí, en el acudimiento a la cita donde se le prepara una cita a la suntuosa y sombría manera etrusca, parece como si para acompañar la galopada, en lo que fija para cada día, le siguieran los enigmáticos deshielos, la turbamulta girona sin imanes: la frase que se afina para rechazar por la varonía, las leyes del agradecimiento, «el bello mozo de pierna larga y suelta», la sortija, el caballo moro, los pañuelos de cuadros azules, la mesa coja, los polvos del asma, las seis matas de flores, las ceibas inicialadas de balas, los presagios donde se mezclan las lanzas y las estrellas, la miel de limón para las pócimas, los retratos de Goethe, las antologías griegas, el barbero guapetón, la cuarteta con la ordenanza para el amor, los proverbios haitianos donde se ríen los perros de la sabiduría napoleónica[xxiv] […] El paredón de la ceiba va descorriendo sus planchas para hinchar la gárgola de los destinos. En la historia de la gravitación por la imagen, cuando decimos el Diario de José Martí, el único equivalente que se le puede encontrar es «la casa de los duques».[xxv] El espacio ha sido hechizado, se le ha hecho hablar a una dimensión, a una cantidad de paisaje. «Vio, dijo Cervantes, que eran cazadores de altanería, los que rondaban en la introducción de la casa de los duques» es decir, que el fragmento del encantamiento existía antes de la asombrada llegada del más original de los castellanos. Pero Martí llega como en el acecho silencioso de la sobrevivencia a la casa que lo espera, aunque está vacía, y que después se cierra, ya no espera a nadie más. A pesar de su asombro minucioso, narra las vicisitudes de la fundación, que le pide que penetre, que le ruega como un mandoble de la costumbre, que pase y ponga su sombrero en los candelabros del antílope. Anota, «hay una casa pompeyana […] el friso combo y airoso». Parece entonces irse apoderando de la visión que le entregará las equivalencias y los prodigios de las leyes secretas de la imaginación, el rotar de la sustancia inexistente, y corporaliza la gravitación de que veinte años de ausencia equivalen, en esa sagrada sustancia de lo inexistente a un remolino en la muerte, de la misma manera que un artesano de orquéstica precisa que una trompeta equivale o suena como veinte violines. Los recuerdos de esos Diarios nos sorprenden, como si Martí buscase también en el mismo una equivalencia donde lo sagrado, su misterio como potens, engendrador de lo posible, tuviese un asidero risueño, una compañía de paso matinal, pues parece intuir que como eco de la nobleza sagrada de la inmolación, que es la etruria que ya señalé en Góngora, no podrá ser descifrado.[xxvi]
En su ensayo «Paralelos. La pintura y la poesía en Cuba (Siglos XVII y XIX)» de 1962, luego de valoraciones encantadas sobre José Martí, que tienen como base imágenes de sus poemas, Lezama caracteriza la magnificencia y competencia de los Diarios, situándolos entre lo mejor de la literatura escrita en lengua castellana, que en su sistema poético constituyen nada menos que lo que el escritor ha designado como La cantidad hechizada, y, con la figura de pie sobre un paisaje imaginal, afirma:
En esos momentos es cuando José Martí comienza a fijar la escritura dibujada de su Diario, que es para mí el más grande poema escrito por un cubano, donde las vivencias de su sabiduría se vuelcan en una dimensión colosal. Este poema únicamente puede ser comparado con Las Soledades del viejo Góngora o con Las iluminaciones o Una temporada en el infierno, del hechicero niño de la tribu, del arúspice furioso, del mejor lector del hígado etrusco, Rimbaud. Martí hubiera terminado las dos Soledades que se le quedaron sin escribir a Góngora, la Soledad de la selva y la Soledad del yermo. No importa la diferencia de estilos ni las apariencias del ceremonial, me refiero tan solo a La cantidad hechizada. Y como los poemas que alcanzan esa calidad, en cualquier idioma, no pasan de los cinco personajes de una mano, nos obliga a compararlos y barajarlos. La cantidad hechizada comprendida entre «Lola, jolongo, llorando en el balcón y «un jarro hervido en dulce, con hojas de higo», es la misma cantidad comprendida en el paréntesis que va en las Soledades, desde (dando desde luego, algunos tajos para desfigurar la escritura y cifrarla después) «Pasos de un peregrino son errantes», hasta «Perdidos unos, y a media rienda, / niega el sudor, niebla el aliento.»[xxvii] Y Martí empieza a completar esa escritura dejada vacía por los clásicos. Nos va a dejar acabadas la Soledad de la selva y la Soledad del yermo.[xxviii] Góngora no podía escribir sobre estos temas, hay una fatalidad en lo que se escribe y en lo que se diserta. Y eso faltaba en lo clásico hispánico, estaba reservado para un americano y para un cubano, la selva que necesita y el desierto que pregunta y la flecha de la soledad americana que le parte la cabeza.
Para habilitar esa cantidad hechizada un poeta tiene que haber alcanzado la sabiduría, ¿pero qué clase de sabiduría estaba ya en Martí cuando muere? La verdadera sabiduría hay que establecerla a partir de la primitividad del puer senex, de lo que hay de niño viejo en el hombre. La sabiduría en su esencia tiene un carácter cosmológico y tribal […] En Cuba solamente ha sido alcanzada por el Taita, el negro esclavo al llegar a su ancianidad, y en la poesía de la sacralidad que culmina en José Martí. Estos estilos surgen del hombre que se desenvolvió en circunstancias extremadamente hostiles y de muy difícil desciframiento.[xxix]
Intérnase entonces su pluma propiamente en ese ensayo en caracterizar el primero y el segundo Diario. Del Diario de Montecristi a Cabo Haitiano dirá, reconociendo su parecido en formas y estilos con las Crónicas de Indias, y el poder de la mirada, que proporciona un especial realce a estas páginas:
La sabiduría del taita es la que ya Martí atesora en su Diario. La primera parte de esa escritura es para la sabiduría que lleva Martí. Su manera de aprender, el oído contra el viento. La lengua clásica que mueve es a veces como la de los cronistas. «El suelo, nos dice, de fango seco, se abre a grietas» El movimiento que como una cuña mete en palabras, el verbo repite el sustantivo, como cuando lo que dice está en su nacimiento. «Se abre a grietas» donde la lupa del purista comprobaría una reiteración de entomólogo. Martí se niega a separar verbo y sustantivo, aunque los dos vayan en la misma dirección. Su lenguaje no es nunca aprendido, sino pintado como un garabato para ser reconocido por la siguiente caravana.[xxx]
Del Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos poetiza la imagen de la grandeza de Martí ante los que van a luchar, sin dejar de hacer alusión a los problemas entre los jefes de las contiendas que refleja Martí, en territorios del misterio, convirtiendo hechos palpables del Diario en tejidos de la metáfora que engrandece al cubano. [xxxi]Y es que Lezama no se cansa, una y otra vez, de enaltecer el peso del hacer martiano, de su ejemplo heroico sobre su propia escritura.[xxxii] En tal sentido se puede comprobar la centralidad de los hechos narrados y simbolizados en los Diarios de Campaña en su propia visión de Martí, y del hecho de que la acción de Martí ilumina la palabra lezamiana.[xxxiii] Ausencia —imaginación— muerte, permeadas por la solar incidencia es la triada a través de la cual a Lezama se le revela Martí. Para lo cual no duda en emplear dos citas propiamente de la obra del autor de Ismaelillo. En su importante ensayo «La sentencia de Martí» trata de hallar los sentidos posibles a la frase «una panada de sueños dormidos», [xxxiv] extraída de su folleto «Guatemala», y la erige como manifestación del misterio entre lo real y lo irreal que se verifica en la obra de Martí. Recordemos aquí que establecer puentes entre la realidad y la imaginación es uno de los fundamentos de la estética lezamiana. Allí mismo Lezama recoge: «Pongo toda mi buena voluntad para engrandecer esos temas, para poetizar estos parásitos desnudos, para infernizar estas implacables mansedumbres».[xxxv] Cita que denota la voluntad que le ponía Martí a esta búsqueda de la originalidad, donde misterio y demonio se manifestaban como cualidades que atesora su escritura. Es, además, una cita que devela en parte la poética martiana.
Nuestra lectura de los acercamientos de José Lezama Lima a José Martí revela que los Diarios de Campaña condicionan y hechizan, a su vez, su valoración de nuestro primer escritor con la misma fuerza que representó para el resto de los origenistas, que entraron a Martí por él, y hechizaron e iluminaron su estilo gracias al Martí de los Diarios. Nos referimos a la idea de Lezama en torno a Martí como imagen fecundante sobre la realidad, y entrando en el mito por la conjugación perfecta entre escritura y acto que suponen los Diarios de Campaña, a la incidencia de la naturaleza expresiva de los Diarios en su conformación de una concepción de Martí y en la naturaleza del estilo con que nos lo comunica:
En esa distancia dominada por el gaucho, tenemos que señalar la igual dimensión de la ausencia en José Martí. No pretendemos ahora estudiar su obra sino decir su nombre.[xxxvi] Como señalamos, el señor barroco y el señor estanciero, hay que detenerse en este señor delegado de la ausencia y de las leyes inexorables de la imaginación. En la ausencia por la fiebre del ámbito todo está en acto naciente y en cada uno de sus acentos parece que viene hacia nosotros… A veces su Diario recuerda en enjutez de la marcha, la Bitácora de Colón. Solo que en el bitácora se extraen las cosas de nueva pintura, y en el Diario, como en la entrada de la cámara subterránea de los egipcios, las palabras están tan seguras como las cosas que nos vamos a llevar para hablar con el sombrío chambelán.[xxxvii] Y aunque está muy cerca de la muerte, el color, de quien está muy en lo suyo, se le acrece como los pasteles de azafrán que acompañan a los muertos egipcios. No es un hombre miscénico, sin embargo, pues la ausencia desde donde él ve, lo hace ser visto;[xxxviii]avanza siempre reconstruido en el remolino que es un espíritu, tal vez en lo que él llamaba ley del espejo. Como vimos en ese siglo de nueva andadura del romancero agrandado en el vivaqueo gauchesco, la masa de palabras que estaba congelada en lo gris, recibió con él una lanzada que la puso a fluir de nuevo sobre el río.[xxxix]
La irradiación de la trascendencia de los Diarios de Campaña, y de su propio estilo en la conformación de la naturaleza y las maneras de estas ideas de Lezama sobre Martí es muy visible, donde lo sitúa como mito medular dentro de la cubanidad y como nuestro mayor escritor, que dejará su impronta en todos los que le suceden, en una prosa que la crítica no ha dudado en clasificar como poética[xl]:
Así como su aliento y su mano podían arracimar las palabras, su destino lo ocupaba y comprendía con la sencillez resuelta del árbol que se sitúa en un paisaje. Cuando muere lo hace en una batalla para despedirse con misterio y hoy que le celebramos la aparición, rindiéndole las gracias, seguimos tocándolo y reconociéndolo despacio para justificar el surgimiento de su germen, como si lo igualáramos a la semilla que necesita de su tierra. Pues poder justificar que su nacimiento tenía que ser entre nosotros, podría justificar de una vez la avivadora posibilidad de una historia y la solución de la forma de nuestros estilos posibles. La opulencia de su destino y de su idioma lo cierran como un continuo viviente de permanente respiración.[xli]
Así seguimos en los marcos de la impronta y esferas que provocan los Diarios, pues las reflexiones de Lezama sobre Martí están conformadas, sobre todo, a partir de los actos trascendentales que se configuran en aquel texto fundador, y, lo que es más interesante, por el estilo imantado del mismo.[xlii] El fundamento a nuestra tesis lo hallamos en el reconocimiento que hace el propio Lezama de la huella de los Diarios en él, en forma de imágenes que se imponen, que interrogan:
Cuando el maestro anuncia la lluvia de la noche, el baño en el Contramaestre, la caricia del agua que corre, la seda del agua y redacta ansioso durante el crepúsculo estrellado del 15 de mayo en el almanaque, a cuatro jornadas del 19 está anticipando varios devenires.
Es el azar precursor el que concurre. El poeta aprieta la noche a la humedad que circunvala, inunda el agua con una suerte de seda de manantiales y cariños. Y luego, como ignorando que acaba de tocar cielo y tierra con la punta del arpa, agrega: «…para la mujer de Rosalío, cebollas, ajos, y papas y aceitunas para Valentín», intuyendo y convencido de que entre ambos mundos de cubanía universal no se oponía ningún castillo medieval, de cristal o naipes. Ve en la gran vitrina azogada cómo del pote de harina se elevan arcoíris previos al aguacero y cómo el rocío yacente se anticipa a las emanaciones del potaje de garbanzos. En el espejo se mira el espejo, que contiene una multitud de espejos reflejantes. Yo, por supuesto, y mi asma, mis inspiraciones atribuladas, los flujos y reflujos de tú o yo, así como los partes meteorológicos y los regresos del totí al prado, estaban contenidos en los hilos balanceados de esos suspensos. No porque se calce una naturaleza preconcebida o retrospectiva, sino porque el tiempo va abriendo páginas concurrentes, sino porque esas hojas y todo el árbol de los Diarios, son iluminaciones y potencias del misterio. [xliii]Y toda luz, más tarde o más temprano, se dirige a sus destinos. Yo bebí y bebo de aquellas lluvias, bajo idénticas noches. Y tal sigiloso azar [xliv]constituye uno de los placeres de existir. ¿Por quién me dejo acariciar si no me dejo acariciar por mis aguas que corren?[xlv]
Lo que nos posibilita afirmar con más razón que si la admiración de Lezama viene por la grandeza de toda la figura, la imantación de los Diarios, que conforma la imagen y trascendencia de Martí en él, en el tejido de esta prosa es muy visible:
Habla entonces como detrás de las hojas y la diversidad de la brisa acoge el encantamiento de las chispas de su aliento […] Pero en la historia de la imaginación, nuestro buen cumplidor pertenece al período de los reyes que dominan la ausencia, dictando sus órdenes como detrás de las hojas, que tocan la tierra, la metáfora del desembarco que lo obsesiona, para morir.[xlvi]
Rimaba estrella con locura, mientras advertía el remanso de las expansiones y la demencia de las lejanías.[xlvii]
Martí para Lezama llega a ser poesía encarnando en la realidad, como obra realzada por sus actos, en un lenguaje que se imanta con el lenguaje original y encantado, con la atmósfera encantada de los Diarios:
Fue suerte inefable para todos los cubanos que aquel que trajo las innovaciones del verbo las supiese encarnar en la historia. Fue suerte también que el que conmovió las esencias de nuestro ser fue el que reveló los secretos del hacer. El verbo fue así la palabra y el movimiento del devenir. La palabra se apoderó del tiempo histórico, como el neuma ordenado y destinado a las aguas. El que trajo las innovaciones del verbo fue el que regaló el espejo con la nueva imagen del ser y de la muerte. En todos los comienzos de la espera trae la orden y la distribución de la batalla. Trae también la llave, después de recorrer los maleficios de la selva de álamos negros de Proserpina, para penetrar en el castillo de los encantamientos.[xlviii]
Todas estas aseveraciones y juicios que hemos estudiado aquí me permiten afirmar que los Diarios de Campaña son para Lezama un punto mágico donde el resto de la obra martiana toma sentido,[xlix] donde la lectura, con su capacidad fecundante, ha diseminado la importancia de la obra y su carácter intrínseco en el hecho literario,[l] y ha abierto puertas jugosas y doradas para exégetas que seguirán develando esencias de los Diarios, o las singularidades de la visión de Lezama sobre ellos. En la mar irisada de la complejidad literaria de la obra martiana Lezama se zambulle con fruición repetidas veces, y sale con un tesoro, con un texto fundamento en la mano, por el que toda aquella toma sentido, «un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes»:[li] los Diarios de Campaña.
Eso es lo que ocurre en sus diversos, magistrales y hechizados enfrentamientos a la vida y la obra de nuestro primer escritor.
[i] En tal sentido recordamos que el fragmento, el cual se cultiva de manera magistral en los Diarios, es una de las formas y géneros que manifiesta la hibridización del pensamiento con la poesía. Véase Marko Juvan. «Los diálogos entre «pensamiento» y la «poesía», y los híbridos teórico-literarios» en Denken Pensée Thought My´sl. E-zine de pensamiento Cultural Europeo. Volumen III, Colección Criterios, La Habana, 2015, p. 455.
[ii] Daniel Mesa Gancedo. «La escritura diarística en Cuba durante el siglo XIX», en Revista Casa de las Américas, La Habana, n. 277, oct- dic., 2014, p. 27.
[iii] Catherine Cossette Chi Güemez. La configuración del yo en los Diarios de Montecristi a Cabo Haitiano y de Cabo Haitiano a Dos Ríos (1895) de José Martí. Tesis de grado para obtener el título de Licenciada en Lengua y Literaturas hispánicas, México, 2018, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras. Biblioteca Centro de Estudios Martianos, p. 152.
[iv] Catherine Chi Güemez. Ob. cit, p. 17. Las primeras publicaciones de los Diarios son las siguientes:
Del Diario de Montecristi a Cabo Haitiano:
Martí, José. Páginas de un diario. Editado por Manuel Sanguily Ariste. La Habana, Molina, 1932
Martí, José. Apuntes de viaje. La Habana. Publicaciones de la secretaría de Educación y Dirección de Cultura, 1938.
Del Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos:
Martí, José, «Diario de José Martí» en Máximo Gómez, Diario de campaña de Máximo Gómez. La Habana, Centro superior tecnológico de Ceiba del Agua, 1940, pp. 287 – 325.
Martí, José. Diario de José Martí. De Cabo Haitiano a Dos Ríos (9 de abril a mayo 17 de 1895. Ceiba del Agua, Imprenta del Instituto Cívico Militar, 1941.
Martí, José. «Diario» en Obras Completas, Vol. 56. Viajes. Dirigidos por Gonzalo de Quesada y Miranda. Prólogo de Emeterio Santovenia. La Habana, Editorial Trópico, 1944, pp. 99 – 150.
Martí, José. «Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos. Diario», en Obras Completas, Vol. I, prólogo y síntesis biográfica de Manuel Isidro Méndez, La Habana, Editorial Lex, 1946, pp. 274 – 298.
[v] Patricia Ramos. «José Martí y la crítica de participación. Entrevista a Cintio Vitier», en La Gaceta de Cuba, La Habana, n. 4, julio – agosto 2018, p. 4. Una frase suya allí recogida da la medida de la devoción que siempre le profesaron: «cuando Fina y yo amanecimos a la luz histórica de los estudios martianos», p. 3. Recordemos que Alessandra Riccio afirma que Orígenes exaltaba en Martí al mártir, al testigo. Ver «El Diario de José Martí en José Lezama Lima» en Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, n. 8, 1985, pp. 255- 259. La diferencia entre Orígenes y Martí a través de la visión y el estudio de los Diarios, es advertida por la Bibliografía sobre estos, y radica en que la acción de nuestro primer escritor está volcada sobre la realidad. «A la madre nutricia, dadora y doméstica de Orígenes, Martí contrapone la Gran ―Fálica ―Reidora. Contra la bien castrada de los origenistas, remansada, y aún en la quietud de la siesta, esta otra desenterrada, que yace al borde del campus». Pedro Marqués de Armas. «El trazo Martí. Notas sobre la escritura del Diario» en Prosa de la nación. Ensayos sobre literatura cubana, Editorial Casa Vacía, Richmond, Virginia, p. 26.
[vi] Rolando González Patricio. «Un siglo de recepción martiana: para leer a Ottmar Ette», Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, n. 20, 1997, p.230.
[vii] Alfredo González Morales. «Teoría de la recepción literaria y sus implicaciones metodológicas en la relación texto ―lector», Revista Pucara, Cuenca, Ecuador, n. 27, 2016, p. 75.
[viii] Ottmar Ette. José Martí. Apóstol, poeta, revolucionario: una historia de su recepción, UNAM, México, 1995, p. 149. Como corroboración a esta cita contémplese igualmente las reflexiones sobre los Diarios en el capítulo de Lo cubano en la poesía dedicado a Martí, y escrito por Cintio Vitier, y, aunque Eliseo Diego no escribió ningún ensayo sobre los Diarios, sí confesó en una dedicatoria de este libro a una persona cercana: «Este es el mayor poema escrito en lengua castellana».
[ix] Ottmar Ette. Ibídem
[x] Daysi Cué. «Martí y Lezama en la casa del alibi», Revista Videncia, n. 22, Ciego de Ávila, mayo – agosto 2010, p. 18.
[xi] Alusiones a los Diarios de campaña , de relevancia, pueden encontrarse en los siguientes ensayos de Lezama que citaremos aquí en orden cronológico, aunque en el análisis no nos basemos estrictamente por él:
– «Secularidad de José Martí», en Orígenes, La Habana, 1953, n. 33, pp 3-4.
– Analecta del reloj. Ensayos, Orígenes, La Habana, 1953.
-«Sucesivas o Las coordenadas habaneras», en Tratados en la Habana, Universidad Central de las Villas, Las Villas. Departamento de Relaciones Culturales, 1958.
– «La dignidad de la poesía» (1956) en Ob. cit.
– La expresión americana. Instituto Nacional de Cultura, Ministerio de Educación, La Habana, 1957.
– «La sentencia de Martí», en Tratados en la Habana, Universidad Central de las Villas, Las Villas. Departamento de Relaciones Culturales, 1958.
– «Prólogo a una Antología» Antología de la poesía cubana, 1965, T. I Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1965.
-»Lectura», en Imagen y posibilidad, Selección, prólogo y notas de Ciro Bianchi Ross, Editorial Letras Cubanas, Ciudad Habana, 1981.
– «Paralelos. La pintura y la poesía en Cuba (siglos XVIII y XIX)», 1962, La cantidad hechizada, 1966. Obras Completas, T. II, p. 965- 971.
– Para leer debajo de un sicomoro. Entrevistas con José Lezama Lima, por Félix Guerra. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1998.
[xii] José Lezama Lima. «Secularidad de José Martí», en Orígenes, La Habana, 1953, n. 33 Leído en Martí en Lezama. Antología preparada por Cintio Vitier, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2001, pp. 22- 23.
[xiii] – Jorge Luís Arcos. «Los poetas del grupo Orígenes: Lezama Lima, Vitier, García Marruz, Diego y otros «en Historia de la Literatura Cubana, T. II, Instituto de literatura y Lingüística y Letras Cubanas, La Habana, 2003, p. 378.
[xiv] -Quiero terminar recordando esa sabiduría de la espera que lo acompañó toda la vida, impidiéndole confundir los sumergimientos accidentales con la bondad de las esencias, y lo llevó a ver en las contracciones y dilataciones el ritmo mismo de la historia como del corazón. El, que se atrevió con todos los temas, cuando le preguntábamos: ¿Cuándo nos va a dar al fin su ensayo definitivo sobre Martí?, contestaba invariablemente avergonzado a los que hemos nutrido la ya copiosa bibliografía martiana: «Todavía, todavía debo esperar». Se le acercaba por destellos. Repetía su «Tengo miedo de morirme sin haber sufrido bastante» como quien debiera penetrar una música indescifrable. Se remontaba al Libro de los Muertos egipcio para ver si le daba la clave del final destino de alegría en la última línea de su Diario de campaña, donde anota que Valentín —conjurando la esterilidad de la higuera— le trajo «un jarro hervido en dulce, con hojas de higo».
Fina García Marruz. «La poesía es un caracol nocturno (En torno a Imagen y posibilidad)», en Coloquio internacional sobre la obra de José Lezama Lima, I (Madrid: Fundamentos, 1984), p. 274.
Fijémonos cómo sabia y mágicamente Fina termina su referencia al tema del ensayo definitivo de Lezama sobre Martí, y, propiamente su ensayo «La poesía es un caracol nocturno» con la alusión a la comparación que establece Lezama en sus ensayos entre los Diarios de campaña y El libro de los muertos, como punto de despliegue definitivo de la trascendencia de la vida de Martí, pese a estar signados por la muerte, y da la nota magistral de su cierre en la frase entre plecas «- conjurando la esterilidad de la higuera» – convirtiendo allí en poética nuevamente esa trascendencia.
[xv] Cintio Vitier. «Martí y Darío en Lezama», en Revista Casa de las Américas, n. 152, sept – oct. 1985, La Habana, p. 5.
[xvi] José Lezama Lima. La expresión americana. Instituto Nacional de Cultura, Ministerio de Educación, La Habana, 1957.
[xvii] Véase nota de contracubierta a edición de La expresión americana, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2010.
Pero esa gran tradición romántica del siglo XIX, la del calabozo, la ausencia, la imagen y la muerte logra crear el hecho americano, cuyo destino está más hecho de ausencias posibles que de presencias imposibles. La tradición de las ausencias posibles ha sido la gran tradición americana y donde se sitúa el hecho histórico que se ha logrado. José Martí representa, en una gran navidad verbal, la plenitud de la ausencia posible. En él culmina el calabozo de fray Servando, la frustración de Simón Rodríguez, la muerte de Francisco de Miranda, pero también el relámpago de las siete intuiciones de la cultura china, que le permite tocar, por la metáfora del conocimiento, y crear el remolino que lo destruye, el misterio que no fija la huida de los grandes perdedores y la oscilación entre dos grandes destinos, que él resuelve al unirse a la casa que va a ser incendiada, que comienza aclarando un destino. Las palabras finales de sus dos Diarios, nos recuerdan las precauciones que se han de tomar por las moradas subterráneas según El libro de los muertos. Pide libros, pide jarros con hojas de higo. Ofrece alimentos «con una piedra en el pilón para los recién venidos». El valle parece exornar sus gargantas para el recién venido, el cual comienza a reconocer, y a nombrar, y a orientarse en lo irreal, según los cultos órficos, por la gravedad del pan, el equilibrio de la escudilla de leche y los ladridos del perro. Los Diarios son el descubrimiento táctil del desembarcado, del recién venido, del duermevela, del entrevisto. Preside dos grandes momentos de la expresión americana, aquel que crea un hecho por el espejo de la imagen, y aquel en que la jácara mexicana, la anchurosa guitarra de Martín Fierro, la ballena teológica y el cuerpo whitmaniano, logra el retablo para la estrella que anuncia el acto naciente.
José Lezama Lima. «El romanticismo y el hecho americano» Ob. cit., pp. 57-58.
Su encantamiento por la figura y particularmente por todo lo que los Diarios representan puede apreciarse en este fragmento colocado casi a continuación del anterior:
Retablos verbales que nos dan rebrillo y liberación de la casa metropolitana […] y en el nuestro, el mayor de todos, en José Martí, con su gran serenata, desde la bandurria del octosílabo hasta la campanada de sus notas para la muerte, en que todas las sorpresas del bosque sombrío están como comprobadas en un toque para la vibración. Ob. cit, p. 59.
[xix] José Lezama Lima. «Nacimiento de la expresión criolla», La expresión americana. Editorial Letras Cubanas, La Habana, p. 10.
[xx] Este ensayo es el prólogo al número de la revista Orígenes del año del Centenario de José Martí (número 33, 1953, pp. 3- 4.
[xxi] Reparemos en cómo Lezama reconoce la originalidad y la singularidad de los Diarios (El énfasis es mío) y cómo nos explica en esta propia cita más adelante la transfiguración de Martí en mito.
[xxii] José Lezama Lima. «Secularidad de José Martí», en Cintio Vitier. Martí en Lezama (antología), Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2001, pp. 21 – 22.
[xxiii] Véase Daniel Mesa Gancedo. «La escritura diarística en Cuba en el siglo XIX» Revista Casa de las Américas, oct- dic. 2014, La Habana, n. 217, p. 39.
[xxiv] Fijémonos cómo, a través del procedimiento poético de la enumeración caótica, Lezama logra reconstruir un mosaico, un paisaje, un caleidoscopio de los Diarios.
[xxv] Referencia a un pasaje de Don Quijote de la Mancha. Cuando El Quijote penetra allí comienza a mermar su delirio fantasioso, y a declinar toda la fuerza que irradiaba su personalidad, gracias a este delirio. Proceso gradual que terminará con su muerte.
[xxvi] José Lezama Lima. «La dignidad de la poesía» (1956). Tratados en la Habana, (1958), citado por Cintio Vitier. Martí en Lezama., pp. 39 – 41.
[xxvii] Estos versos corresponden a la dedicatoria de Las Soledades, dirigidas al Duque de Béjar, y aparecen con algunas diferencias en Lezama respecto al original. Los versos que cita fueron rastreados por quien escribe, pero, aparte de la coincidencia del primer verso, lo más parecido que se encontró fueron los dos últimos versos de la primera estrofa, donde hay evidentes variaciones. En el original puede leerse:
Pasos de un peregrino son, errante,
Cuantos me dictó, versos, dulce musa:
en soledad confusa
perdidos unos, otros inspirados.
Luis de Góngora. Las Soledades. Poesías. Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1963, p. 211.
[xxviii] El poema nació como un proyecto dividido en cuatro partes que iban a llamarse «Soledad de los campos», «Soledad de las riberas», «Soledad de las selvas» y «Soledad del yermo». Góngora solo concluyó la «Dedicatoria al Duque de Béjar» y las dos primeras Soledades, de las cuales dejó inconclusa la segunda. En la obra bajo tan parco argumento inspirado en el episodio de Nausicaa de La Odisea, Góngora se dedica a dibujar una minuciosa descripción de la naturaleza, plagada de alusiones mitológicas y metáforas amplificativas, con el propósito de halagar los sentidos y hallar la belleza en todo objeto en el que fije su pluma. La naturaleza se le revela como no corrompida frente a la sociedad. Para ello describe paisajes arcádicos, en una línea de inspiración neoplatónica, donde los objetos son espléndidos.
[xxix] José Lezama Lima. «Paralelos. la pintura y la poesía en Cuba (Siglos XVIII y XIX), Abril de 1966, La cantidad hechizada. Citado por Cintio Vitier. Martí en Lezama. Ob. cit, p. 70 – 72.
[xxx] José Lezama Lima. Ob. cit., pp. 73 – 74.
[xxxi] José Lezama Lima. Ob. cit, p. 75.
[xxxii] «El verificar o cumplir por medio de un cubrir la concurrencia de las palabras en una lenta y mágica explosión de sentido hacen de Martí el primero de nuestros cumplidores, al caer sobre las palabras sin despertarles su sombra, su vida profunda soterrada.» José Lezama Lima. «La sentencia de Martí» en Tratados en la Habana, 1958. Leído en Cintio Vitier. Martí en Lezama, p. 47
[xxxiii] «Pero Martí tocó la tierra, la besó, creó una nueva causalidad, como todos los grandes poetas. Y fue el preludio de la era poética entre nosotros que ahora nuestro pueblo comienza a vivir, era inmensamente afirmativa, cenital, creadora. Encuentro del anillo, del círculo absoluto. El héroe entra a la ciudad.» José Lezama Lima.» «Lectura» en Imagen y posibilidad, 1981. Leído en Cintio Vitier. Martí en Lezama, p. 54.
[xxxiv] La frase martiana aparece publicada en «Guatemala», Obras completas, Editorial Ciencias sociales, La Habana, 1963, t. 19, p 45.
[xxxv] La cita se recoge igualmente en «Guatemala», Obras completas, t. 19, p. 48.
[xxxvi] No se nos escape esta manera hermosa de reparar en su grandeza.
[xxxvii] Con estas palabras Lezama reconoce la esencialidad, originalidad y trascendencia del lenguaje, del estilo en los Diarios. El énfasis es mío.
[xxxviii] Esta es una de las maneras más singulares de Lezama de reconocer la originalidad de la obra de José Martí. El énfasis es mío.
[xxxix] José Lezama Lima. La expresión americana. Leído en Cintio Vitier. Martí en Lezama, p.45 – 46.
[xl] Denia García Ronda. «Diario de campaña de José Martí: pensamiento y forma». Valoración Múltiple de José Martí. Edición al cuidado de Ana Cairo, Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2007, T. 2, p. 624. La ensayista asevera: «en cuanto a su escritura, es «prosa serena» (Cintio Vitier, Andrés Iduarte), «exaltada» (Manuel Márquez Sterling), «sobria pero angustiada» (Martínez Estrada), «sobria pero violenta» (Casaus), «poética», (Fina García Marruz, José Lezama Lima, José Antonio Portuondo).
[xli] José Lezama Lima. «Sucesivas o Las coordenadas habaneras», Tratados en la Habana, (1958). Cintio Vitier. Martí en Lezama (antología), p. 18.
[xlii] Consúltese «Paralelos. La pintura y la poesía en Cuba (Siglos XVIII y XIX)», 1962. La cantidad hechizada. Leído en Cintio Vitier. Martí en Lezama, p. 67 – 70.
[xliii] Manifiéstase aquí, al otorgarle la cualidad de árbol a los Diarios, la condición de tejido natural de la que hablábamos en los inicios de este capítulo: un cuerpo en sí mismo que ofrece vida a otros, un sistema perfecto que funda y alimenta en su redor, y que atesora igualmente las cualidades de una casa. El énfasis es mío.
[xliv] Reparemos en cómo nombra la huella, esa influencia. Antes ha hablado en la misma cita de «azar precursor», lo que nos recuerda su categoría de «azar concurrente», de la que dice que «la poesía prefiere ser la configuración del azar concurrente… Todo azar es en realidad concurrente, está regido por la voracidad de sentido. Las etapas de sus metamorfosis se muestran deshilachadas en su propia identidad». José Lezama Lima. «Saint – Jonh Perse: Historiador de las lluvias» en La cantidad hechizada, Ediciones Unión, La Habana, 1970, p. 40
[xlv] Félix Guerra. Para leer debajo de un sicomoro, Entrevistas con José Lezama Lima, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1998, leído en Cintio Vitier. Martí en Lezama, pp. 90 – 91.
[xlvi] José Lezama Lima. «La sentencia de Martí», en Tratados en la Habana. Leído en Cintio Vitier. Ob. cit, p. 49.
[xlvii] Félix Guerra. Para leer debajo de un sicomoro. Entrevistas a José Lezama Lima. Cintio Vitier. Ob. cit, p.89.
[xlviii] José Lezama Lima. «Prólogo a una Antología». Antología de la Poesía Cubana, 1965, T.I, en Cintio Vitier. Ob. cit., pp 64 – 65. El texto corresponde a junio de 1964).
[xlix] Sirva como una prueba más a todo lo que hemos apuntado la siguiente cita valorativa sobre la generalidad de la poesía de José Martí, que ya tiene incorporado la concepción de los Diarios como punto culminante y medida de todo el resto de su poesía: «La poesía de Martí, en la más esencial de sus dimensiones, nos enseña cómo debe vivir y morir un cubano.» José Lezama Lima. Palabras para los jóvenes. El Caimán Barbudo, La Habana, abril, 1968. Imagen y Posibilidad. Leído en Cintio Vitier. Ob. cit, p. 79.
[l] Véase Alfredo González Morales. «Teoría de la recepción literaria y sus implicaciones metodológicas en la relación texto – lector». Revista Pucara, n. 27, Cuenca, Ecuador, p. 68, 2016.
[li] Ítalo Calvino. «Por qué leer a los clásicos» , La letra del escriba, n. 164, la Habana, 2020, p. 5
Visitas: 76
Deja un comentario