José Martí da a conocer su traducción al español de Mes fils de Víctor Hugo cuando tenía solo 22 años. Se trataba de un relato autobiográfico de poca extensión del célebre escritor francés compuesto por 8 segmentos de un centenar de líneas cada uno y es una de las primeras entregas que realiza nuestro autor, recién estrenado en los quehaceres periodísticos, a un diario mexicano. Si tenemos presente que el cubano muere a los 42 años y que además, comparte su quehacer literario entre varios géneros, no podemos connotarla como una obra “de juventud” en el sentido en que ese calificativo se suele usar para marcar etapas de “calentamiento o fogueo” en el oficio traductor. Lamentable e increíblemente, a los 22 años, nuestro traductor se encontraba ya en la mitad de su vida. Baste señalar que la literatura francesa con su reputación de universalidad había conquistado un espacio “en las vías peatonales del espíritu” (Vega Cernuda) de José Martí.1
Al decir de Paul Estrade (1988): “Martí conoció más de Francia por sus lecturas hechas fuera de Francia (tanto de libros como de periódicos) que por sus andanzas a orillas del Sena o del Garona, aunque supo aprender mucho por las calles y museos de la capital”.2
En su propia obra, el Cubano nos da testimonio de que su conocimiento de los autores galos y de la lengua y la cultura francesas le sirvió incluso para dar clases de francés en Caracas, allá por el decenio de 1880.3
Mes fils –verdadero acto de empatía autor/lector/traductor– apareció pues, publicado en la Revista Universal , en edición especial, en forma de folletín, el 12 de marzo de 1875, un año después que Hugo lo diera a conocer en Francia. Días después, el 17, bajo el título de “Traducir Mes fils”, José Martí dio a la estampa en esa misma revista comentarios que se pueden considerar una introducción o prefacio al trabajo suyo antes citado. Ambos textos en mi opinión, conforman el documento más importante de que se dispone para estudiar el enfoque martiano sobre la traducción literaria no solo porque desborda el ámbito de la obra que lo inspira sino porque junto a las formulaciones hechas por otras figuras de las letras mayores latinoamericanas que se han referido también a ese quehacer4, constituye la muestra más representativa del pensamiento traductológico de nuestro continente.
Sin embargo, no es hasta muchos años después, en octubre de 1933, que Camilo Carrancá Trujillo lo da a conocer en Cuba en un artículo que titula “Una ignorada traducción de José Martí”.
El original de Víctor Hugo no era muy conocido en Cuba cuando apareció la traducción martiana y aún hoy no es lo que más llama la atención del lector criollo de la obra del Francés5. Por eso, me atrevería a decir que su mayor interés más allá de sus valores literarios reside en lo que aporta precisamente a los traductores al abordar el tema de la mediación y de los mediadores desde distintos puntos.
Cabría advertir también al lector desde un principio que el acercamiento mediador/autor es evidentemente de un escritor y poeta a otro escritor y poeta o sea, lo bastante libre e interpretativo para admitir considerarse sobre todo de versión.
Ivan A. Schulman, el distinguido investigador norteamericano de la obra martiana, dice lo siguiente:
Las traducciones (martianas. N. de la Autora) deben releerse como trans/textos -es decir, creaciones originalmente de otros escritores, las cuales sin embargo mediante el vehículo de la traducción se trans/forman y se injertan en los códigos expresivos del arte literario, los conceptos morales, y la función combativa de la literatura martiana. Traducir involucra la labor de transferir, es decir, de crear un trans/texto, no solo se viste lo otro -la obra original- de los signos lingüísticos de otra cultura -la hispánica- sino porque en el proceso se introduce un intermediario -el traductor- cuyas concepciones estéticas e ideológicas de algún modo se insertan en el nuevo texto, cuyo original ha escogido para incorporarlo a su obra.6
Consecuentemente, nuestro tema admite, varios acercamientos. Uno de ellos sería juzgar independientemente el prefacio a la traducción de Mes fils, como un exponente más de la prosa martiana.
Otro, más ajustado ya a mis competencias y metas profesionales, se referirá a Mis hijos como resultado de un acto concreto de traducción, contrastándolo con el original de Hugo y quizás con versiones de otros traductores extraídas de las ediciones de las obras de Hugo en castellano.
En ese contexto, uno de sus aspectos más prometedores consiste en destacar la reflexión hermenéutica que conduce al mediador a proponer equivalencias textuales y estilísticas. Me refiero al análisis que el propio Martí ha realizado del discurso de Hugo a partir de sus notas de traducción añadidas al final del “Prólogo”, que son una verdadera lección para traductores.
En tal iniciativa, Martí pone de manifiesto que la calidad de un trabajo como ese no solo depende de su horizonte cultural como traductor, aún si importante, sino también de su manera de poner ese horizonte cultural en función del acto traslativo manifiesto en la profundidad de su valoración del vouloirdire de Hugo; en la coherencia de su acercamiento al texto como cabe esperar de un traductor sensible; del nivel de “impensamiento” y de “transpensamiento” consecuentes con su singular enfoque mediador y del manejo de las modalidades estilísticas que le proporciona su excelente español.
Notas
- Escritores de la talla de Alejo Carpentier, Juan Marinello, CintioVitier, Fina García Marruz, Roberto Fernández Retamar o Elena Jorge, han dedicado a este tema páginas brillantes a las que nada más podría agregarse.
2. Paul Estrade. “Una visión francesa. José Martí en Francia y en francés”. En: Anuario del Centro de Estudios Martianos, 11. La Habana, 1988 pp. 302-315.
3. Consúltense además para este tema, los trabajos de Lourdes de Con y Aurora Leis Plasencia sobre la huella de Francia en el periodismo martiano.
4. Ernesto Cardenal, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Eliseo Diego, Cintio Vitier, etc.
5 Para realizar este trabajo me he servido de la siguiente edición de la obra de Hugo: Víctor Hugo. Mes fils. Ediciones Vox, 2013. 33 págs.
6. Ivan A. Schulman. “Transtextualización y socialización fictivas. Misterio y Ramona” En: Anuario del Centro de Estudios Martianos, 13, 1990. pp. 289.
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