
En el aniversario 170 del natalicio de José Martí Pérez (1853-1895), quiero evocar su sagrada memoria a través de la reseña que le hiciera al libro José Martí y la música, con selección, introducción y ensayo del Dr. Salvador Arias, publicado por el Centro de Estudios Martianos (CEM), para satisfacer las necesidades cognoscitivas y espirituales de los amantes de la vida y la obra del Apóstol y del mundo mágico de las corcheas y semicorcheas.
¿Hasta qué punto y en qué medida influyó la música en el más universal de los cubanos? Desconocer esa faceta de la carismática personalidad del fundador del periódico Patria minimizaría el horizonte estético-artístico y la sensibilidad humana que afloraba en su creación poético-literaria, al apropiarse de las armas facilitadas por la prosa, la poesía, el ensayo y el teatro, para transitar del drama épico a la interiorización de un conflicto pasional.
En cada una de esas manifestaciones artísticas brota la música cual agua cristalina que corre por los ríos subterráneos del espíritu humano, y deviene expresión genuina de sentimientos, emociones y vivencias, porque el «arte de combinar los sonidos y el tiempo» latía en la región más íntima del alma noble y pura de ese hombre que amaba intensamente la patria que lo viera nacer y crecer, así como a la humanidad.
Así lo manifestó, a los 22 años de edad, el joven José Julián, quien siempre le confirió gran importancia al tremendísimo arte que sintetiza timbres y sonoridades: «el color tiene más cambiantes que la palabra, así como en la gradación de las expresiones de la belleza, el sonido tiene más variantes que el color».
Según el Maestro, «[…] hay una lengua espléndida, que vibra en las cuerdas de la melodía y se habla con los movimientos del corazón: es como una promesa de ventura, como una vislumbre de certeza, como prenda de claridad y plenitud. El color tiene límites: la palabra, labios: la música, cielo. Lo verdadero es lo que no termina: y la música está palpitando perpetuamente en el espacio». Martí percibía la música como «[…] la compañera y guía del espíritu en su viaje por los espacios», y es mucho «más bello lo que brota de ella, que ella misma».
El poeta mayor de la patria grande latinoamericana encontraba «[…] en la música respuesta a todos nuestros deliquios, expansión para todos nuestros encogimientos […] Es como un hada invisible: en las ciudades invita a la alegría, al perdón y al movimiento: en campaña, pone las armas en manos de los combatientes».
El lenguaje universal del pentagrama «[…] es el hombre escapado de sí mismo: es el ansia de lo ilimitado surgido de lo limitado y de lo estrecho; es la armonía necesaria, preludio de la armonía constante y venidera».
Martí estima que «la música es más bella que la poesía, porque las notas son menos limitadas que las rimas: la nota tiene el sonido, el eco grave, y el eco lánguido con que se pierde en el espacio […]».
De acuerdo con el pensamiento martiano, «la vida es música, luz y color», porque eso es —precisamente— lo que sugiere el pentagrama sonoro y el arte de los pinceles.
El multilaureado poeta y ensayista Cintio Vitier (1921-2009) destaca la pasión de Martí hacia esa manifestación de las bellas artes: «no solo en las voces e instrumentos humanos, Martí amó la música. También descubrió arrobado la naturaleza […]», ya que «la música para [él] no fue solo vivencia, alimento y opinión, sino también sustancia de su propio estilo».
En relación con la música popular, el criterio sustentado por el Héroe de Dos Ríos acerca de cuánto influye ese arte en el ser humano, escribió a María Mantilla: «a mi vuelta sabré si me has querido, por la música útil y fina que hayas aprendido para entonces: música que exprese y sienta, no hueca y aparatosa […]».
En uno de los textos complementarios, incluidos en el libro con el título Martí, estudiante de periodismo, el escritor, musicólogo y periodista Alejo Carpentier (1904-1980), Premio Cervantes de Literatura 1978, señala: «[…] en cuanto a José Martí, conocemos su elogio [al] compositor cubano Nicolás Ruiz Espadero y sus referencias a algunos músicos de su tiempo, que nos muestran al autor de los Versos Sencillos como hombre dotado de una fina sensibilidad musical».
A los amantes de la vida y la obra del principal artífice del Partido Revolucionario Cubano, que deseen profundizar aún más en la íntima relación que uno de los fundadores de la psicología insular estableciera con la música, los invito a leer —«con los ojos del corazón, que son los que saben ver»— esa joya de la literatura martiana, que estoy seguro acariciará el intelecto y el espíritu del soberano de la creación.
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