Aunque su vida estuvo marcada por la pobreza, el exilio, las penurias, los trabajos ingratos y la pérdida de seres queridos, nada de ello le impidió atesorar una cultura literaria sin parangón en la Venezuela de su época.
Como los grandes románticos europeos, fue adicto al opio y a los viajes, reales e imaginarios. Tuvo la suerte de llegar tarde al Romanticismo, gracias a lo cual pudo ahorrarse los aspectos más declamatorios y altisonantes de este movimiento, y la desgracia de morir antes de ver confirmado el carácter anunciador y precursor de su poesía en la de los venezolanos que le sucedieron.
Se ha dicho de él que, después de Andrés Bello, fue, en el siglo XIX, el poeta más alto y cosmopolita de la historia del país.
Entre tantas anécdotas en la vida de este poeta en 1873, en un certamen literario cuyo tema impuesto era la exaltación de un genio de la ciencia, resultó vencedor el autor de un poema en el que se cantaban loas a Copérnico y que llevaba por título El poder de la idea. Pero como el ganador había omitido mencionar en su panegírico al presidente de la República, éste ordenó que no se le hiciera efectivo el premio. «Que le cobre a Copérnico», fue su comentario, para que el poeta tuviera «una idea del poder».
Fue el primer escritor venezolano verdaderamente cosmopolita, mezcla de Chateaubriand y de Heine del Caribe. En 1877 publicó su libro de poemas Estrofas, que incluye su más célebre composición, «Vuelta a la patria», sin duda el poema lírico venezolano más importante del siglo XIX. Y fue en Ritmos donde, en 1880, recogió «Poema del Niágara», un canto a la naturaleza en la mejor tradición romántica.
Su obra poética, no muy extensa, lleva la impronta del romanticismo melancólico: nostalgia de lo perdido, culto a los muertos, crepuscularismo. Es un excelente lírico romántico de evocaciones nostálgicas, cuyos ecos lo acercan más al posromanticismo que al modernismo. Y su poesía influyó poderosamente en la lírica venezolana. Sus poemas más recordados son la elegía «Flor» (dedicada a su hija Flor, que murió siendo muy niña), «Primavera», «Poema del Niágara» y «Vuelta a la patria».
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