
Quiero confesar algo al lector: mi primer acercamiento al escritor cienfueguero Juan Manuel Planas llegó a través del investigador Miguel Bonera, quien ha publicado algunos trabajos descubriéndonos a este autor que bien pudiéramos denominar —salvando lógicas distancias y diferencias— como el Julio Verne cubano.
No es considerado Planas uno de los escritores cubanos de primera línea, tampoco figuró entre los que ganaron un espacio sólido en la preferencia de los lectores. En realidad, a Planas, apenas se le cita y es curiosa la definición que de él da un estudioso de la literatura cubana como Max Henríquez Ureña, para quien nuestro autor fue, citamos, «el único que ha cultivado la llamada novela científica». Con el tiempo transcurrido, Planas pasó de ser el único a convertirse en el primero de los cultivadores de lo que se denomina en la actualidad literatura de ciencia ficción.
Él mismo afirmó ser un lector asiduo de Julio Verne y que tales empeños influyeron en la concepción de sus argumentos, aunque en ellos no logre la profundidad ni la amenidad de que dotó a su prosa el genio de Nantes.
Nacido el 24 de noviembre de 1877, Planas hizo los estudios de segunda enseñanza en Santa Clara y después partió hacia Bélgica con el propósito de estudiar ingeniería eléctrica. Una vez concluidos, regresó a Cuba, dio clases de francés en Pinar del Río, se dedicó a la agrimensura (compartida con la docencia) y a escribir.
La primera de sus novelas data de 1922 y se tituló La corriente del Golfo. Su trama plantea interrogantes como esta:
(…) ¿Qué sucedería si la corriente del Golfo cambiase su dirección y no llevase más a España la humedad y temperatura que hoy le aporta? (…) Pues, simplemente se cambiaría por completo el clima. A unos veranos relativamente benignos seguirían unos veranos de muy alta temperatura. El pueblo español no preparado, moriría de calor, o bien, a tiempo para advertirlo, el Gobierno de España entraría en transacciones.
Si lo anterior tiene o no fundamentación científica, declaro ignorarlo, pero es necesario advertir al lector acerca del porqué se alude al pueblo español: la trama se desarrolla durante los años de la guerra por la independencia de Cuba y ante los jefes mambises se presenta un profesor con un proyecto que sobre bases de este género, pudiera conducir al fracaso a la economía de la Península y obligar a sus autoridades a negociar con Cuba.
No fue esta la única novela de Planas. Flor de manigua, de tema histórico, está fechada en 1926 y algo después comenzó a publicar como folletín del periódico Avance una novela de anticipación científica que no se editó íntegramente hasta 1959 y se tituló El sargazo del oro, la cual se desarrolla en los mares cubanos y ha pasado sin penas ni glorias, bastante olvidada.
Planas fue un hombre sinceramente interesado en los adelantos científicos; estableció contactos con algunos de los investigadores que visitaron el país, escuchó sus ideas y sugerencias; también dictó conferencias y escribió textos de diversa índole. Ingresó en la Academia de Ciencias de Cuba en 1923, ante la cual presentó trabajos referidos al estudio del mar y la oceanografía.
Figura singular dentro del contexto de la literatura, fue un enamorado de la narrativa de ciencia ficción. Tuvo una vida larga, pues murió en La Habana el 13 de julio de 1963, fecha de la cual se cumplen ahora 60 años. Este breve comentario pudiera estimular a algún cultivador del género, o a un investigador literario, a adentrarse en aguas más profundas, como las de la corriente del Golfo.
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