Julián del Casal (1863-1893), poeta cubano y uno de los máximos exponentes del modernismo en español, nació en la Habana el 7 de noviembre de 1863. Abandonó sus estudios de leyes para dedicarse a la literatura y en 1888 emprendió un viaje a Europa con la idea de conocer París, objetivo que se vio frustrado. De regreso a Cuba publica su primer libro de poemas Hojas al viento (1890), con marcada influencia del romanticismo español y francés. En 1891 había llegado a la Habana el poeta español Rubén Darío con quien Casal entabló amistad.
Escribió, además, el poemario Nieve (1892) y de manera póstuma Bustos y rimas (1893), conjunto de prosas y versos en el que se aprecia la influencia de Charles Baudelaire y Paul Verlaine. A pesar de haber perdido su puesto de trabajo como escribiente en la Intendencia General de Hacienda, fue un talentoso redactor de prensa y colaborador de revistas culturales.
Murió de manera súbita la tarde del 21 de octubre de 1893, con solo 29 años, a causa de un ataque de risa que le provocó la rotura de una aneurisma, durante la seobremesa de una familia amiga, en casa del doctor Lucas de los Santos Lamadrid.
Cubaliteraria les comparte «Cromos españoles», una sección de su poemario Nieve (892)
Cromos españoles
Una maja
Muerden su pelo negro, sedoso y rizo Los dientes nacarados de alta peineta Y surge de sus dedos la castañeta Cual mariposa negra de entre el granizo. Pañolón de Manila, fondo pajizo, Que a su talle ondulante firme sujeta, Echa reflejos de ámbar, rosa y violeta Moldeando de sus carnes todo el hechizo. Cual tímidas palomas por el follaje, Asoman sus chapines bajo su traje Hecho de blondas negras y verde raso, Y al choque de las copas de manzanilla Riman con los tacones la seguidilla, Perfumes enervantes dejando al paso.
Un torero
Tez morena encendida por la navaja, Pecho alzado de eunuco, talle que aprieta Verde faja de seda, bajo chaqueta Fulgurante de oro cual rica alhaja. Como víbora negra que un muro baja Y á mitad del camino se enrosca quieta, Aparece en su nuca fina coleta Trenzada por los dedos de amante maja. Mientras aguarda oculto tras un escaño Y cubierta la espada con rojo paño Que, mugiendo á la arena se lance el toro, Sueña en trocar la plaza febricitante En purpúreo torrente de sangre humeante Donde quiebre el ocaso sus flechas de oro.
Un fraile
Descalzo, con obscuro sayal de lana,
Sobre el lomo rollizo de su jumento,
Mendingando limosnas para el convento
Va el fraile franciscano por la mañana.
Tras él resuena el toque de la campana
Que á la misa convoca con dulce acento
Y se pierde en las nubes del firmamento
Teñidas por la aurora de oro y de grana.
Opreso entre la diestra lleva el breviario,
Pende de su cintura tosco rosario,
Cestas de provisiones su mente forja
Y escucha que, á lo largo del gran camino,
Respondiendo al rebuzno de su pollino
Silba el aire escondiéndose entre la alforja.
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