El momento histórico en que surge la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) marcó un punto de partida importante dentro del período previo a la revolución de los años 30. Dicha coyuntura se encontraba estrechamente relacionada al modo en que las contradicciones del modelo neocolonial produjeron una situación de crisis social a partir de la pérdida de prestigio de las instituciones públicas. Esta situación explosiva se reforzó con el rechazo de los cubanos a la persistente injerencia de los Estados Unidos en todos los aspectos de la vida nacional.
En esas circunstancias, dentro de la sociedad cubana se gestó un renacer de la conciencia nacional que propició el surgimiento de nuevos actores políticos comprometidos con los cambios sociales que era necesario emprender. La Universidad de La Habana, que para esos años era la única existente en Cuba, comenzó a ser el centro de las protestas dirigidas a modernizar los estudios y combatir la corrupción interna. Aquellas revueltas iniciales del estudiantado favorecieron que calasen profundo, entre distintas clases y sectores sociales, las demandas dirigidas a efectuar transformaciones de fondo en la república cubana. En esa sede universitaria brotó la chispa de la revolución de los años 30.
Bajo el mandato presidencial de Alfredo Zayas, las autoridades universitarias propusieron que se le concediese el título Doctor Honoris Causa a Enoch Crowder, embajador estadounidense en Cuba[1]. Por esos años era patente la condena de los alumnos a la conducta servil que manifestaban los gobiernos cubanos hacia los Estados Unidos. Aquel acto indigno del gobierno nacional y de los mandos burocráticos de la universidad movilizó una vigorosa protesta de desaprobación que logró el objetivo de impedir se le concediese ese título a Crowder. Para entonces el estudiantado rebelde también estaba harto de ciertas manifestaciones de corrupción en algunas cátedras universitarias donde era habitual la compra de cargos, títulos y notas. Al mismo tiempo condenaban la prevalencia en los planes de estudio de métodos educativos rezagados.
Julio Antonio Mella, entonces estudiante de la facultad de derecho, se refirió a los llamados «Catedráticos loros» que no actualizaban los contenidos de sus asignaturas, se negaban a responder preguntas y repetían siempre las mismas clases. Desde entonces Mella comenzó a tomar conciencia de que la situación opresiva que se vivía en la universidad formaba parte de la realidad nacional y de que para transformar la universidad era preciso transformar el país.
Por otro lado, la presencia en Cuba de Luis Arce, Rector de la Universidad de Buenos Aires, propició que el ambiente de inconformidad entre el alumnado se viera estimulado con la reforma universitaria que el propio Arce había impulsado en su país y que serviría como modelo a otras universidades latinoamericanas. A propuesta del Rector de la Universidad de La Habana, Carlos de la Torre, se le concedió a Luis Arce el título de Rector Honoris Causa en acto celebrado en el Aula Magna el 4 de diciembre de 1922. Por su parte, los estudiantes cubanos propusieron que ese día el distinguido visitante impartiera una conferencia acerca del proceso de reformas que bajo su conducción se habían introducido en Argentina. Arce fue enfático en señalar las insuficiencias de la educación superior en América Latina y formulo las medidas necesarias para cambiar la situación presente, entre ellas la autonomía universitaria. El argentino incluso llegó a proclamar que la reforma universitaria debía ser parte de un interés nacional por transformar la sociedad.
Bastaron todas esas premisas para que los estudiantes gestaran un movimiento que condujera a la creación de su propia federación estudiantil. Un papel importante lo asumió Julio Antonio Mella quien desde la revista Alma Mater, fundada por él desde noviembre de 1922, convocó a todos los estudiantes a crear dicha entidad juvenil para unidos luchar por desterrar los males que aquejaban la Universidad de La Habana. Desde diciembre de ese año se dieron los pasos necesarios para ello y se conformó la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de Cuba en medio de intensos debates. En esos momentos iniciales su primer Presidente fue Felio Marinello, Mella no fue su secretario inicial sino Carlos Manuel Gutiérrez quien resultara electo en una reunión del Directorio de la FEU del 21 de diciembre de 1922. Sin embargo, apocos días, Mella asumió el cargo de secretario. La vanguardia estudiantil había rechazado a Gutiérrez por haberse opuesto a la presencia femenina en los cargos de dicha organización.
El primer manifiesto de la FEU dando constancia pública de su creación se produjo el 1 de enero de 1923, en esas circunstancias una de las primeras tareas emprendidas fue responder al reclamo de los estudiantes de medicina que exigían la expulsión de determinados profesores incapaces. La FEU hizo suya aquella demanda junto a otras como la autonomía universitaria, la participación de los estudiantes en la dirección de la universidad así como la solicitud al gobierno nacional para que efectuara el pago de las subvenciones a la universidad. Todo ello motivó que se encendiera una chispa de rebeldía entre los estudiantes y que el 10 de enero de 1923 se desplegará una huelga para exigir el cumplimiento de esas demandas, a ella se sumaron estudiantes de las escuelas de segunda enseñanza así como otros de colegios privados y religiosos.
El 12 de enero, en vista de la complicada situación gestada a partir de la revuelta estudiantil, se convocó a una reunión de la FEU para discutir la reorganización de la universidad y solicitar la destitución de los profesores ineptos. Con vista a procurar soluciones al conflicto interno, los estudiantes invitaron al Rector Carlos de la Torre —quien al ser electo había elaborado un programa progresista de mejoras a la universidad—, al pedagogo y filósofo Enrique José Varona, a Eusebio Hernández, general de la guerra de independencia, y al Jefe de la Policía de La Habana. Dichas autoridades se manifestaron a favor de tener en cuenta los reclamos de los estudiantes al tiempo que el propio Varona proclamó que: «Vosotros tendréis así el derecho de penetrar en la vida de la universidad, que es vuestra propia vida». Mella, por su parte, pronunció un enérgico discurso con palabras que anunciaban una radical y descarnada denuncia pública: «Sangre son mis palabras y herida está mi alma al contemplar la universidad como está hoy» y luego: «Vengo a pedir la reforma de la universidad declarando que no habré de callarme ante la coacción ni ante la amenaza, que no claudicaré y que pondré al descubierto todas las lacras que hay en esta universidad».
El discurso de Mella fue interrumpido por el Rector Carlos de la Torre —representante tanto profesores como de estudiantes— quien le hizo al líder estudiantil ciertas advertencias. De la Torre temió que Mella lanzara afiladas ofensas públicas contra algunos catedráticos mencionándolos por sus nombres por lo cual señaló: «En mi carácter de Rector (…) no puedo desde este sitio tolerar que haya ofensas de ninguna clase para nadie». Mella por su parte, solicitó al Rector que le permitiera continuar con su discurso a lo que éste accedió. Al retomar su discurso el joven revolucionario fue enfático en proclamar su postura de hombre cabal y de principios: «Mi alma es demasiado grande, mi corazón demasiado noble, para hacer ofensas gratuitas, ni para poner al descubierto aquí en esta Aula Magna, faltas que nos avergüenzan por igual a todos (…).Yo sólo deseo una depuración grande; no vengo a señalar hechos ni a citar nombres». Mella concluiría su intervención indicando que le interesaba reformar la universidad como parte de una tarea más grande que era transformar a Cuba: «Yo sólo pretendía hacer campaña verbal activa, en pro de la reorganización de la universidad, porque quizás esa reorganización sirva de base para que se reorganice la patria cubana». No obstante, el claustro universitario se opuso firmemente a dichas peticiones e intentó aprobar un voto de censura al Rector por tolerar esas protestas. Todo ello condujo a que los llamados Manicatos —una organización de combate conducida por Mella que era paralela a la FEU— ocuparan con éxito la universidad. En solidaridad con los Manicatos se manifestaron miles de estudiantes de distintas enseñanzas los que iniciaron una nueva huelga en su apoyo.
En esas circunstancias el gobierno de Alfredo Zayas tuvo que admitir la justeza de las demandas de los alumnos y manifestó su apoyo a las reformas en esa alta casa de estudios; a la par le exigió a las autoridades universitarias que las aceptaran. A esos efectos los Manicatos concluyeron la ocupación de la universidad y llamaron al cese de la huelga. Por su parte, el gobierno cubano emitió un decreto dirigido a crear en la Universidad de La Habana un organismo, la Asamblea Universitaria, el cual estaría integrado por sus autoridades, el claustro de profesores y los estudiantes representados en la FEU. El objetivo era que pudieran debatir acerca de la vida universitaria, incluidos los planes de estudio y la muy polémica suspensión de profesores. Al propio tiempo una comisión universitaria visitó al Presidente Zayas en el Palacio Presidencial para entregarle las bases de un proyecto de ley que concedería la autonomía docente y administrativa a la universidad habanera. Además se logró conformar una Comisión de Instrucción Pública que debía organizar escuelas nocturnas para la enseñanza elemental de adultos; éste fue el punto de partida para posteriormente iniciar el proyecto revolucionario de la Universidad Popular José Martí.
En un recuento de estas primeras jornadas de protestas de los estudiantes universitarios, Mella escribió en la revista Alma Mater: «Hubiésemos deseado que las reformas viniesen por mutuo acuerdo, que nuestros derechos se otorgasen espontáneamente. No pudo ser, después de todo, la fuerza es aliada del Derecho, bendigamos el acto rebelde de toma de la Universidad, que demostró a todos, cuán grande es la actual organización de los estudiantes, cuán poderosa es nuestra Federación, cuán altos son nuestros ideales».
Fue aquella primera conquista del estudiantado cubano la que marcó su presencia activa y protagónica en la vida del país, otras muchas batallas tuvieron y tendrán por delante los jóvenes universitarios. En ocasión del Centenario de la fundación de la FEU y de la entrada al libro de la patria grande de Julio Antonio Mella, su líder fundador, proclamamos: ¡Honor a la historia sagrada de los mártires y héroes universitarios, verdaderos paladines de la libertad de Cuba!
Notas
[1] Enoch Crowder no sólo ejerció como embajador sino también como agente fiscalizador de Washington en los asuntos nacionales. Estuvo habilitado para intervenir en muchos de los asuntos internos del país a través de decretos de obligado cumplimiento del gobierno cubano. Estaba vigente la Enmienda Platt que autorizaba a los Estados Unidos a intervenir militarmente el país.
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