En el espacio La Habana contada que dirige el periodista Ciro Bianchi Ross en la librería Fayad Jamís, a las 3 de la tarde, estuvo Katiuska Blanco Castiñeira, para contarnos acerca de sus libros relacionados con la figura de Fidel Castro Ruz.
Licenciada en Periodismo se ha dedicado a investigar y profundizar la obra del líder de la Revolución cubana, y por esto ha sido leída en numerosos países, como Bolivia, Argentina y Venezuela, entre otros. Entre sus obras se encuentran Después de lo increíble, Paisaje familiar de Fidel Castro Ruz y Biografía de Fidel Castro Ruz. Pero la entrevista se centraría en sus dos grandes obras: Ángel, la raíz gallega de Fidel y Fidel Castro, Guerrillero del tiempo.
Muy conversadora, a Katiuska no hubo que sacarle las palabras, a través de ella pudimos ver al hombre detrás de la imagen de dirigente. Nos cuenta que Fidel era una persona que creaba comunicación y empatía pues comenzaba preguntándote por la familia, su forma de vivir, sus quehaceres y quejas; le era más fácil si se imaginaba que hablaba a una sola persona, por eso era importante para él conversar, oír a su interlocutor, para poder conocerlo; marcaba con la uña cualquier frase o palabra de su atención y sus manos no parecían que habían maniobrado un arma, ni hubieran estado en un entrenamiento de guerra, porque eran cuidadas, de gran blancura, hecho que resalta la pintura del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín.
Era temerario y como su generación, no temía enfrentarse a la muerte; además opinaba que no veía enemigo poderoso porque todos se podían vencer. Las horas nocturnas las cogía para leer, porque era un lector voraz, de memoria fotográfica.
La cercanía con Fidel comienza desde la lectura y corrección del periódico Granma próximo a salir, porque desde esa actividad el mandatario leía sus artículos. Luego cubriría las noticias relacionadas con su persona o algunos de sus allegados; pero lo que más la acercó a él fue su pasión por los temas históricos y por ser corresponsal de guerra en la República popular de Angola.
La periodista tiene como manía escribir a cualquier hora, con musa o no, con disciplina, aunque su mejor momento es por la mañana; después de terminada su obra, valora la opinión de los amigos, porque siempre duda de sí misma.
Blanco se recuerda en el Palacio de la Revolución con la máquina de escribir, rústica, de marca Robotrón, escribiendo y desechando cada hoja que tuviera un pequeño error en un párrafo, así de rigurosa era, enfrascada en la misión que le dieran de escribir un libro para el Comandante. De esta forma nace, en 1993, Después de lo increíble.
«Eres la culpable de que yo no haya dormido la noche del viernes» —recordó que Fidel la recibió así en cuanto pudo contactarla en su apartamento de Alamar. Lo vio inmenso, alto y robusto, comparada con su baja estatura. «Era un gigante que llevaba la historia sobre los hombros» —afirmó. Después de preguntarle por su familia le pareció que lo conocía de toda una vida.
En los libros Ángel… y Todo el tiempo de los cedros, Blanco, sitúa información confiable con sumo cuidado, ya que muchas fuentes estaban equivocadas. Sobre todo la vaga historia del padre de Fidel. El estilo de Ángel… es novelesco, para hacerlo atractivo al lector, quiere que sienta y se estremezca, no una narración fría, por eso olvida los pies de página y los coloca detrás con el título de «Iluminaciones». En Guerrillero del tiempo, libro extendido en varios tomos, tiene el privilegio de la lectura del Comandante y de sus correcciones, hasta el segundo tomo, hechas antes de morir. Con este libro, Blanco hace un pequeño homenaje a todos aquellos que le hicieron conocer distintas facetas de Fidel.
Al terminar la entrevista se puso a disposición del público el libro Fidel en la librería Fayad Jamís. La autora reconoció que esta biografía le había sido un poco más fácil por las anteriores investigaciones que ya había hecho, aunque aclaró que «Con Fidel nada es fácil».
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