No creo, sinceramente, que en la lengua cervantina haya una frase que refleje —con mayor precisión y exactitud— las principales motivaciones que le aguijonearan el intelecto y el espíritu al poeta, escritor, periodista y profesor universitario, Luis Sexto, Premio Nacional de Periodismo «José Martí» por la obra de la vida, para llevar a la letra impresa el libro La aparente cordura de las cosas, publicado por la capitalina Editorial Pablo de la Torriente Brau.
El autor de esa joya del género testimonio (que incluye marcadas pinceladas autobiográficas), me pidió —con la sencillez y humildad que lo identifican en el medio académico-profesional y fuera de él— que lo honrara (me parece que el honrado soy yo) al escribir la reseña de este libro.
Una vez formulada tan amable solicitud, acepté —con no disimulado orgullo— la encomienda de reseñar este genuino aporte a la verdadera historia novelada de uno de los renglones económicos «clave» en que descansara, desde tiempos inmemoriales y hasta hace algunos años, la economía cubana: la industria azucarera.
Ante todo, habría que destacar el hecho de que el también miembro ilustre de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), nació y creció en medio del olor a caña de azúcar, la piel impregnada de bagacillo (polvillo de color negruzco que despiden las chimeneas de los centrales), y bañado por el sol tropical que acaricia con sus rayos ultravioletas los bateyes de los ingenios azucareros, donde laborara como agrimensor durante la adolescencia y primera juventud.
Muchos de esos colosos, orgullos de la industria azucarera insular, desaparecieron como consecuencia de supuestas concepciones tecnológicas y económicas, que reseña y critica, con criterios muy bien fundamentados, en los 18 capítulos que configuran ese volumen.
Apoyado en una frase antológica del Dr. Eusebio Leal Spengler (1942-2020), eterno Historiador de La Habana, de que «la historia debe ser contada como es […] no como quisiéramos que fuera […], ni siquiera como debiera ser […]», así como en la técnica de la entrevista periodística (género que domina a la perfección, ya que posee inteligencia global para formalizar preguntas puntuales, y la inteligencia emocional —de la que, lamentablemente, muchos colegas carecen— para saber escuchar), mi dilecto colega y amigo dialoga con tres veteranos trabajadores azucareros que, desde una óptica objetivo-subjetiva por excelencia, relatan las alegrías y tristezas, los éxitos y fracasos, los buenos y malos momentos que vivenciaran y quedaran registrados para siempre en su archivo mnémico, después de una buena parte de la existencia terrenal de esos trabajadores azucareros, dedicada en cuerpo, mente y alma al trabajo en una fábrica de azúcar, cuya época de esplendor dejara una huella indeleble, tanto en la memoria poética de sus interlocutores, como en la de Luis Sexto.
Por otra parte, en las respuestas de los testimoniantes, signadas —básicamente— por la razón y la emoción, se halla implícita la manera de pensar y sentir que experimenta el laureado narrador hacia ese otrora importante rubro de la economía nacional, inmortalizado en las emblemáticas obras Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, del sabio don Fernando Ortiz (1881-1969), y El Ingenio, del Dr. Manuel Moreno Fraginals (1920-2001).
La prosa utilizada por el intelectual villaclareño es clara, sencilla, directa, libre de tecnicismos incomprensibles o arabescos lingüísticos, empleados por algunos escritores cuando tratan temas escabrosos como el que Luis Sexto —con la profesionalidad y eticidad que lo caracterizan— coloca sobre el tapete en esa publicación. Por último, solo me resta invitar a los interesados en conocer las causas que generaran la desarticulación de una mayoría considerable de los ingenios o centrales azucareros en nuestro país, a incursionar —con espíritu crítico— en las instructivas, pero apasionantes páginas, de La aparente cordura de las cosas.
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