
Una narración fluida recorre, como en un tren, la Plaza de Tiananmén y la Ciudad Prohibida. La muralla de la vida, una lluvia permanente. El narrador arma un puente desde el mundo occidental y con un dominio tal que el lector se muda a oriente por la credibilidad: asiáticas geografías que recuerdan dinastías y una ajena sociedad. Cuerpos-templos. Frialdad. La belleza de algo atroz. Cuentos con vino de arroz, quimonos o leves gestos de geishas y hombres supuestos se inclinan en baja voz. Con tazas de té y helechos, opios de melancolía se fuman a sangre fría. Hay corazones desechos. Hay silenciados despechos y juncos que el viento mueve. Globos rojos, y una breve mecánica del deseo que en estas páginas leo mientras en La Habana llueve. Una sutileza adrede. nos teje Rubiel con cada historia como si nada pasara y todo sucede. El reloj de arena cede. Como los haikus famosos, contemplativos, vistosos viven en la narración seres que al final no son ni salvajes ni dichosos.
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Rubiel Alejandro González Labarta (Holguín, 1988) es egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso e integra la Asociación Hermanos Saíz. Tiene entre sus títulos: Los dioses secretos, Los hijos de Caín, Los Túneles, Un bosque llamado país, Madera, entre otros. Recibió el Premio Paco Mir en los géneros de poesía y narrativa en 2018 y los Premios Calendario en dos oportunidades (2020 y 2023), además del Premio La puerta de papel en 2014, Pinos Nuevos en la edición de 2016, así como el Premio Nacional de Poesía Manuel Navarro Luna.
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