En un libro que leía por azar: La mística de los Templarios (1983), encontré este increíble párrafo, absurdo por su perfección expresiva, o creíble aun por su poca credibilidad y su poesía de leyenda:
Cuando Lucifer, el Ángel Rebelde, fue precipitado por Dios a los infiernos, cayó de su frente una esmeralda, que fue a parar al jardín del Edén. Seth, el hijo de Adán, pidió al Ángel Guardián del Paraíso aquella gema y una rama del árbol de la ciencia. Plantó la rama del árbol —de la cual nacerían otros que, con el paso del tiempo, daría lugar a aquel del que se construyó la cruz del Gólgota— y labró con la gema luciferina una copa que, transmitida misteriosamente de generación en generación, estaba en manos de Jesucristo la noche del Ágape en qué, inmediatamente antes de su prendimiento en el Huerto de Getsemaní, instituyó los principios de la Iglesia.
Funciona bien como cuento breve, o sea, como minicuento, estructura narrativa puesta muy de moda desde el siglo XX. En bella imagen, el famoso Santo Grial era nada menos que una construcción cristalina a partir de la esmeralda luciferina. En nota al pie de este relato-leyenda, se nos dice que: «Esta esmeralda recuerda neta y significativamente al urná, la perla frontal que, en el simbolismo hindú (en el hinduismo) representa a menudo el ojo de Shiva, aquel que puede ser llamado el “sentido de la eternidad”».
Tomada fuera de sus contextos religiosos, la leyenda ofrece el burbujear de la poesía, de la imaginación y de la interrelación cultural (cristianismo-hinduismo). La perla (o la esmeralda) en la frente hinduista se relaciona con el tercer ojo y en la cita anterior se establece un vínculo con el Santo Grial, copa maravillosa pero a la vez misteriosa, que guardó luego la sangre de Cristo, o tal vez su propio corazón, y que parece imitar la patena o fuente mediante la Santa Cena de la comunión entre los hombres «de buena voluntad», que beben la sangre y comen la carne del dios.
La esmeralda tiene otros varios valores simbólicos, y como piedra preciosa, es asimismo decorativa. Pero en el discernimiento que nos ocupa, vemos que el guardián del Edén no vio mal que un hijo de Adán luciera una piedra caída del rigor celeste y, por ello, divina, una piedra salida del entorno de Dios, pero esta suerte de astro pasó del ángel caído a Cristo, y por ello vuelve a Dios. La llamada en la antigüedad «piedra de Zeus» parece que fue parte fundamental de la Tabla de Moisés, y de la llamada Tabla Esmeralda o Tabla Esmeraldina, del famoso fundador de una gran línea del esoterismo Hermes Trismegisto. La caída de la piedra, cumple el segundo precepto de la escritura en tal Tabla: «Lo que está más abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo. Actúan para cumplir los prodigios del Uno». Y la poesía se entreteje más: fue la piedra preferida de Cleopatra, pero en la Edad Media representaba a Juan el Apóstol. En esa época tenía diversos valores para los alquimistas. La piedra devino en copa con un halo de magia y ficción que engalanó la época de las Cruzadas.
La copa sagrada o Santo Grial ha movido relatos de ficción de todo tipo, basados en el simbolismo de la copa crística, y de su alegorización mediante la esmeralda. El lustre vítreo de este mineral precioso, su relativa poca frecuencia de hallazgo, la relacionó con las divinidades y también con el placer de poseerlo y exhibirlo como joya luminosa y de singular belleza. No podía la copa de un dios ser de burdo cobre o de plomo, tenía que ser de un cristal legendario: la esmeralda, belleza verde, color esencial de la naturaleza. Incluso de manera simbólica puede representar a la sangre (lo que puede hallarse en la América precolombina), pero sobre todo puede significar la primavera, bajo la simbología del color verde de la sabia, color de la esperanza, bandera de los ecologistas.
En el Apocalipsis se menciona la presencia de la esmeralda en la Jerusalén Celestial. El halo esmeraldino simboliza la inmortalidad, y por mucho tiempo se ha usado como piedra sanadora, como amuleto, y hasta se le ha atribuido poder medicinal, por ejemplo: si al polvo de la esmeralda se le mezcla con miel, sirve para combatir la lepra. En la gemoterapia, es la gema chacra del corazón. La poesía la indica como sangre o sabia, caída con el ángel malo, vuelve a la redención en las manos de Cristo y brilla como el astro de la comunión, primaveral, pues evoca el renacimiento y la fertilidad, la Venus del amanecer, el destello de la magia y de la belleza.
Leer es prodigioso: nos abre a mundo que no ignorábamos del todo, pero que ofrecen su flor oculta, su destello esmeraldino. Esmeralda es un nombre de mujer, nombre de pueblo cubano, y palabra que parece sonar alegre con sus dos e y sus dos a, como de tintineo: e-e, a-a, e-e, a-a, parece que nos invita a danzar. La esmeralda caída de las manos de Lucifer no es por ello maligna, su belleza es un destello de luz, fuego verde, augur de toda la Naturaleza.
Visitas: 82
Deja un comentario