«La Diva». María Callas, In Memoriam, del Dr. Pedro Simón Martínez, director del Museo Nacional de la Danza, y de la revista Cuba en el Ballet, es el título del libro, publicado por una editorial hispana, y dedicado —fundamentalmente— al centenario de la genial cantante neoyorquina de ópera María Callas (1923-1977) —efeméride que tendrá lugar el año próximo—, así como a las tres décadas de la fundación del Instituto de la Danza Alicia Alonso, con sede en Madrid, capital de la península ibérica.
En ese texto, escrito con amor y respeto ternísimos a la memoria de esas dos grandes figuras del arte universal: María Callas y la prima ballerina assoluta Alicia Alonso (1920-2019), el ilustre escritor, crítico e investigador acopia una cantidad considerable de datos, anécdotas, vivencias e informaciones que constituyen una verdadera «radiografía» de un acontecimiento único e irrepetible en la historia del arte danzario, a escala planetaria: el ballet La Diva, cuyo estreno acaeció en la «Ciudad Maravilla» el 29 de octubre de 1982, mientras que la coreografía de esa joya danzaria la eximia ballerina se la encomendó al maestro Alberto Méndez, Premio Nacional de Danza, para evocar la sagrada memoria de la artista María Callas, fallecida desde hacía un quinquenio.
Las fotos —captadas por el lente inquieto de artistas visuales cubanos y foráneos, e incluidas en el volumen— reflejan toda la interpretación de esa obra por Alicia Alonso, quien hizo gala —una vez más— del perfecto dominio de la técnica académica, la interpretación teatral, así como de la intelectualización y espiritualización de esos recursos técnico-expresivos, que en su forma sui generis de danzar involucraban cuerpo, mente y alma.
Por otra parte, habría que destacar el hecho de que esas imágenes integran los fondos del Museo Nacional de la Danza y que, además, reproducen obras pictóricas, inspiradas en La Diva, fruto de la inspiración de los artistas de la plástica Nelson Domínguez, Premio Nacional de Artes Plásticas, y Amaury Palacio.
Alicia, con su cuerpo, logra comunicar la esencia de la voz de la Callas, cuya presencia está más que sublimada, añorada y querida en todo el mundo.
La crítica especializada comprendió —con meridiana claridad— el mensaje transmitido por Alicia, quien se convierte en una voz que —a través del movimiento exteriorizado en su forma inimitable de bailar, al decir lezamiano— nos devuelve el auténtico registro de ese arco, donde se mueven —al igual que las olas de un mar apacible— la memoria y el talento.
El texto muestra una espléndida iconografía documental, ya que lo caracterizan —entre otros indiscutibles valores— un aporte fidedigno para la reconstrucción de un estilo y un legado en cuanto a la apreciación de ese ballet, nada convencional, «cuya misión estaba totalmente lograda», pues —en ese contexto danzario-dramatúrgico— Alicia nos regala «su entrega, su cabal captación del arte de la Callas, del cariño con que la revive […]». «Alicia Alonso es ese ademán en el aire […] Música, poesía, drama y movimiento son los ingredientes [esenciales] de su arte». No creo que, en la lengua cervantina, haya una frase como la que nos propone el crítico y escritor chileno Fernando Alegría, y que exprese —con mayor precisión y exactitud— la grandeza y genialidad que identifican a nuestra excelsa ballerina.
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