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Un siglo, numéricamente, es el lapso de cien años. Pero un siglo de acontecimientos de todo tipo, de fechas y transformaciones, por lo general nos depara grandes sorpresas e ingratitudes de la memoria. Cuando el 6 de agosto de 1920 murió Aurelia Castillo de González en su natal Camagüey, la noticia trascendió, impactó en los círculos literarios de aquella ciudad y también de la capital, porque doña Aurelia era figura de la cultura con raíces fuertemente adheridas a la historia patriótica de la nación. Cien años después, este 6 de agosto de 2020 es bastante probable que doña Aurellia pase casi, casi inadvertida dentro del calendario de las conmemoraciones. Desde CubaLiteraria hacemos nuestro modestísimo esfuerzo para que así no suceda y tenga un espacio aquí el centésimo aniversario de su fallecimiento.
Se trató de una cubana insigne. Estuvo entre las fundadoras de la Academia Nacional de Artes y Letras en La Habana de 1910. Presidió la comisión encargada de organizar los festejos por la celebración en 1914 del centenario de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Se le encomendó el cuidado de la poesía en la primera edición de las Obras Completas de José Martí. Colaboró en El Fígaro, La Habana Elegante, Social y Cuba Contemporánea, o sea, la elite de las revistas culturales de entonces. Abogó por el desarrollo intelectual de la mujer cubana a la par con el hombre. Recibió en 1912 un homenaje público en su ciudad natal. ¿Le parece poco para una dama de la Cuba de los primeros 20 años del siglo pasado?
Aurelia Castillo llevó una vida intensa porque tuvo un carácter decidido, que no reparó en riesgos personales ni concesiones políticas. ¡Admirable compatriota!
Nació el 27 de enero de 1842, se educó en su natal Camagüey (entonces Puerto Príncipe) y casó con un teniente coronel español al servicio de la metrópoli, don Francisco González del Hoyo, quien curiosamente era simpatizante de la causa del mambisado independentista. El caso, aunque destacable, no fue en modo alguno excepcional: es incalculable la cifra de peninsulares que apoyaron la Revolución del 68 y numerosa tambien la cantidad de ellos que combatieron por Cuba Libre. Aurelia y su esposo tuvieron que abandonar Cuba en 1875 ante la protesta de don Francisco por el fusilamiento de dos patriotas cubanos.
Durante los años de permanencia en España, Aurelia colaboró en varias publicaciones de la Península (Cádiz, Crónica Meridional, El Eco de Asturias). En 1884 ambos viajaron a Estados Unidos y al regreso se radicaron en Guanabacoa, a cuyo ambiente literario se incorporó Aurelia, quien presentó sus colaboraciones poéticas en La Luz, La Familia, El Camagüey, El Pueblo, El Progreso, Revista de Cuba y otras publicaciones citadas con anterioridad.
Ya viuda, en 1895 partió nuevamente al exilio, expulsada por el capitan general Valeriano Weyler por su filiación independentista. En Barcelona residió hasta 1898 y una vez concluida la guerra retornó a Cuba.
No solo dedicó sus empeños a la literatura. Doña Aurelia fundó en Cuba el asilo Huérfanas de la Patria, y cooperó en la erección de la estatua al mayor general Ignacio Agramonte. Entretanto, más intensa se hizo su presencia en las publicaciones culturales, expresada a través de poemas, leyendas, crítica literaria, memorias de viajes, traducciones y trabajos periodísticos. La producción de Aurelia como prosista es variada; se incluyen artículos sobre Julián del Casal, Ramón Meza, Mercedes Matamoros, Manuel Márquez Sterling y Nieves Xenes, así como un esbozo biográfico sobre su compatriota Ignacio Agramante. Entre 1913 y 1918 se publicaron en edición limitada sus Escritos de Aurelia Castillo, en seis volúmenes.
Multifacética y fecunda, esta patriota y escritora camagüeyana fue una de las intelectuales que en vida recibió justo reconocimiento de sus conciudadanos.
Foto tomada de Ecured
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