La vida y la obra de Rito Ramón Aroche es otro caso más, entre nosotros, de superación de adversas circunstancias por férrea voluntad e irrenunciables decisiones personales. Un origen humildísimo —y no estamos hablando en este caso de pobreza irradiante— no impidió que sus desbordantes inquietudes por la literatura y la cultura lo acercaran a ese mundo fascinante hasta llegar a convertirse el mismo en ESCRITOR. Y escritor en altas porque se trata de una voluntad de pensar, de escribir, de comunicar en serio. Se me preguntará: «pero ¿habrá algún escritor que no se tome su obra en serio?». Hablo de quienes, tomándosela en serio, consiguen la atención siempre amable de los lectores, hablo de aquellos que suelen dejar una huella. No hablo de la impresión en la obra de promociones más jóvenes, o de estelas en futuras historias de la Literatura Nacional, sino incluso de la que se deja en sus propios coetáneos —alguno me confiesa—.
Con independencia de las lógicas diferencias entre la escritura poética —no digamos ya género poético— y la prosística, la obra de Aroche constituye sin dudas una totalidad coherente donde ambos modos convergen más que se diferencian. La unidad de su obra está en la perenne provocación que resulta su manera tan seria de asumir la escritura tan diferente de las asociaciones, las reflexiones y las divertidas consideraciones que expresa a cada paso, tanto en su vida diaria como sobre la literatura y la cultura. Un siempre desbordado sentido del humor y la proyección escénica en el habla y el gesto, dan cuenta en él de un carisma inconfundible. Por ejemplo, a la pregunta de Roberto Manzano en una entrevista del 2006 acerca de si era posible, aunque fuera en un solo aspecto, que la poesía pudiera remitir a una identidad histórica, Aroche responde:
Lo ideal en materia de poesía es el organum, lograr construirlo. Pero no vamos a ahondar más ya que, viendo las cosas en retrospectiva, me pregunto si estás seguro de haberme pedido una respuesta o lo que me pediste fue un ensayo. Desconozco si esto responde tu muy pero que muy distinguida y sapientísima pregunta, sobre la base de una respuesta muy ansiada que, sin duda, no lo es.
La pregunta que más parece en sí misma un ensayo en realidad era la siguiente:
La poesía es verdaderamente proteica: puede manifestarse de infinitas formas. A pesar de ello, ha de poseer alguna identidad, como una invariancia que permita distinguir sus productos frente a otros. Mencióname, de ser posible, aunque sea un solo aspecto que a tu consideración remita a esa identidad histórica.[1]
La respuesta de Rito, como la entrevista toda, ilustra involuntariamente su no corta cultura literaria, pero también la azarosa y dispersa construcción de ese organum en materia de la formación y del pensamiento que avala una cosmovisión en el escritor que, de algún modo secreto o visible, determina los resortes de la obra. En la citada entrevista van apareciendo en desorden total sus referencias literarias: La respuesta de Rito es deliciosa, como de suyo también es ponerle una nota jocosa a estas referencias:
Y te pregunto: ¿Sabrá algún poeta cuando está dando en el blanco? Algunos creo que sí. Aunque bueno también sería si no lo supieran. ¿Píndaro lo sabía?: Este poema será cantado cuando la ciudad que encargó su factura haya cesado de existir. ¿Y don Luis de Góngora? Existe una carta que no me ha sido dada leer donde, me dicen, se explaya sobre lo que quería. Virgilio tal vez lo sabía, de otro modo no hubiera mandado a quemar La Eneida. Célebre fue su frase al colocar el punto final: He construido un monumento. Suerte la que tuvimos de que Augusto no se encontrara ese día de un humor enrevesado como parece que sí le pasó a Ovidio con Octavio en un contexto otro para una situación otra.
Probablemente no se trate ni siquiera de lecturas ordenadas, sino solo de información acumulada, pero la biblioteca cultural de Aroche se va presentando y saltando de hito en hito histórico para develar, parece que, sin las angustias de Bloom, sus nutridas y sediciosas influencias.
Así es la obra toda de Rito, una absoluta provocación: se divierte —no se burla—, confunde, perturba a su lector con su estilo cortado, performático, inquisitivo. Inquisitivo. He ahí uno de los rasgos más habituales de su obra. En cualquier texto de Rito encontraremos ejemplos que ilustran la definición que da Helena Beristaín de Souza sobre «interrogación retórica». En su conocido Diccionario de retórica se define como figura de pensamiento por la que el emisor —en este caso el sujeto poético— finge preguntar a un receptor no siempre definido, simulando a veces consultarle y dando por hecho que hallará ya no coincidencia de criterio, sino criterio alguno. Como metábola que afecta la lógica del discurso la «interrogación retórica» está emparentada con otras figuras como la «dubitación», «la permisión» y «la concesión», todas heredadas por la tradición latina desde la retórica antigua como recursos empleados en géneros como la oratoria, el drama y la poesía y usados de continuo en el texto poético de Aroche. Lo novedoso del caso es el contexto moderno en el que viene a usarse dentro de nuevos cánones del género poético con una intención reflexiva. Inquieta la interrogación que salta a cada paso en la retórica inconclusa, donde mucho se pregunta, pero nunca se halla la respuesta completa: «¿Podríamos tener suerte? / ¿Vuelven las erupciones?/ ¿qué hablaron en los noticiarios?».
Para Enrique Saínz en su modo «se percibe un diálogo puramente intelectual en el que el poeta intenta integrar, sustanciar las cosas, darles cuerpo resistente (…)». Frente a la realidad inasible que dibuja el sujeto poético: «Queda entonces el lenguaje sobre el que Rito Ramón Aroche reflexiona largamente en Cuasi —sigue apuntando Saínz— un lenguaje que él sabe ya insuficiente en sus modos tradicionales y al que él se decide a romper en busca de otras maneras, de otro estilo desde el cual pueda acceder al centro del conocimiento».[2]
La estética oratoria, performática y hermética del verso definen a Rito dentro de esa estrategia poco ortodoxa:
Eso que de ti pudo haber sido… «¿Qué» Estar en otro planisferio. «¡Oh, Dios!» «Qué?» Vagar por el acantilado. ¿Sentire une canzione?
La búsqueda del conocimiento implica en el sujeto poético de Aroche el constante viaje a través de los diferentes escenarios de sus textos. Ya decía yo que: «No queda espacio por caminar en una fase descriptiva y hasta teatral del viaje, en el sentido de que no queda sitio que no se contamine con la proyección escénica del caminante en su recorrido: una plaza, a campo traviesa, una sala de juegos, una casa, un barrio (…)».[3] Dentro de la actitud provocadora de esta poesía cualquier cosa puede ser motivo de inspiración, hasta la misma basura de su poema «El bote» («¿el detritus algo importa?»). Contextos oscuros, difusos, lenguaje irreverente, procaz —en algún lugar se pronuncia la palabra: «mierda»—. Por otra parte ha de atenderse al ritmo unas veces cortado de su discurso y otras veces más dinámico, el cual significa y contribuye a crear el contexto del texto poético, un estado, una sensación, un ambiente dentro de su estética, así como a hacerle ciertos guiños a otras tendencias como la que me parece le hace a la poesía pura del vanguardismo histórico, como en el siguiente fragmento:
Un pájaro de alcohol en una
tarde. O
un pájaro y un sol, y una hora.
En la orilla y el árbol sol
Pendiente. En la orilla y el sol
Pendiente. En la orilla y el sol
Y una hora.
En la orilla y el árbol sol
Pendiente. En la orilla y el sol
Árbol. Pendiente.
También Aroche ha incursionado con su estética, exitosamente, en el artículo y el ensayo. Son muy recordados sus ensayos de la serie «Los Raros» de El Caimán Barbudo en donde no solo nos sigue demostrando su avidez por la cultura y el conocimiento de la literatura mundial con la difusión y valoración de la poesía de una legión de notables, muchos de los cuales no estaban entre los más conocidos por la comunidad letrada cubana, salvo nombres como los de Gertrude Stein, Charles Bukowski o Derek Walcott,[4] sino que también hace una total y continua transgresión de los cánones de esos géneros al uso. Si nos atenemos a las funciones de dichos géneros —el artículo, exponer, comunicar; el ensayo, analizar, reflexionar— los textos de Aroche se ajustan a ambas, aunque no por separado, sino en una mezcla como de suyo jovial y atrevida al mismo tiempo. Le interesa comunicar al lector en este caso acerca de una realidad no muy conocida en nuestro campo cultural y debe emplear un lenguaje conciso, directo, entendible. Aquí no caben hermetismos, pero sí hace gala de un discurso original y altamente creativo en donde se alteran las partes de este tipo de textos —introducción, desarrollo, conclusiones— para caer en medio del tema y descolocar la introducción. El texto dedicado a Walcott comienza: «No sé dónde pude haber leído alguna vez una frase como que “a un poeta, si es que lo es de veras, lo forman el tiempo o la raza”. No creo que la frase sea exacta como tampoco a quién lo dijo —recuerdo. ¿Acaso Max Aub?». El texto no carece de algunos de los recursos empleados en su poesía: la frase entrecortada, la interrogación retórica, la idea maliciosa como elemento jocoso:
Pero lo cierto es que saber de él, lo que se dice saber, nada sabíamos hasta que en 1992 —vaya qué fecha si se viene a ver por los temas que toca D. W. en su poesía— un golpe de dados —¿de dados o de azar? …ya que con los suecos nunca se sabe— pusiera en sus manos el tan codiciado y no por ellos menos controvertido premio Nobel que, dicho sea de paso, esta vez se hiciera justicia sacando a la palestra, a un poeta y dramaturgo muy mal conocido o desconocido entonces hasta en su propia lengua.
En textos como el dedicado a Gertrude Stein, además, añade con el ritmo el sentido de burla de nuestras estrecheces mentales, culturales, intelectuales, oficiales, quién sabe… de fragmentos como este:
Primero porque queríamos decirlo. Después porque no podíamos decirlo y no insistimos, esto es, que no insistimos ni siquiera cuando queríamos. Después porque podíamos; después porque creíamos que podíamos o, porque creíamos, después que se podía, que ya entonces cualquiera podía decirlo. Siendo que comprendimos, si es que muchos lo logramos (un poco más sueltas las cadenas, es verdad) que no cualquiera podía, que no teníamos las herramientas (…).
Confieso que esperaba que Rito cargara la mano con Bukowski y que la presentación de la figura estaría llena de alusiones donde el chiste o la risa tuvieran protagonismo, pero para ser Bukowski un exponente destacado del realismo sucio, la verdad es que Aroche se comportó muy fino y propio.
Más interesado por el pathos que por el etnos, la obra de Aroche destaca toda por su originalidad, por su alta intención reflexiva sobre el ser humano, sobre la literatura y la cultura y su conocimiento en un diálogo perenne con sus lectores, de pensamiento a pensamiento.
***
Intervención en el panel homenaje «El autor y su obra» al poeta Rito Ramón Aroche, celebrado el 17 de mayo de 2023 en la Biblioteca Nacional José Martí.
[1] Texto consultado por cortesía de Aroche.
[2] Saínz, E. “La poesía de Rito Ramón Aroche” en su Ensayos inconclusos. La Habana, Letras Cubanas, 2009, p.321.
[3] Ver en “Acerca de El cielo como estaño. Poemario de Rito Ramón Aroche.” La Jiribilla, http//www.lajiribilla.cu, 21/3/2023
[4]Entre las figuras presentadas por Aroche en su interesante serie Los raros se encontraban Gottfried Benn, Marianne Moore, José Viale Moutinho, Dino Campana, Tomi Kontio, Goy Persson, Thomas Bernhard, Shin Kyong-rim, Karin Bellman, Gwendolyn Brooks, Henri Michaux, Louis Macneice, Philip Larkin, Hugo Claus, Patrizia Cavalli, Robert Lowell Jr., Seamus Heaney, Eros Alesi, Bae Young-ok, David Huerta, Robert Frost, Patrick Kavanagh, José Watanabe, John Ashbery, Ernst Jandl.
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