Desde el prólogo que acompaña a la antología personal La flecha está en el aire, de Waldo Leyva, firmado por Fidel Antonio Orta, se asevera sobre la obra reunida en esta reciente edición de la Editorial Letras Cubanas, en conmemoración a los 80 años del autor: «[…] emoción contenida, maestría de la madurez y coherencia poética». Bajo esta y otras premisas que iré enunciando, se debe leer este nuevo libro que abre con textos inéditos donde se aprecia la continuidad y, a la vez, ruptura en el plano ideotemático de un poeta que nos dice: Soy el ciervo y la flecha.
Al posicionarse de esta forma y no ser el que solo contempla, nombra o está fuera tensando el arco; sino también dentro, carne y espíritu, espíritu y materia, el que canta a la naturaleza, se transforma en el paisaje. El lector no dejará de conmoverse con una voz que puede ir desde un registro en el cual el campo cubano y sus tradiciones son motivo de su discurso hasta un tono más agudo donde los elementos culteranos y las referencias a varios lugares del mundo son parte de la mitología personal de este autor.
Todo lenguaje poético posee una indudable opacidad, como los teóricos le llaman al hecho de que en la poesía el mensaje se convierte en un fin en sí mismo; un rasgo de la poética de este autor es la utilización de un lenguaje sencillo, no simple. Sencillo a fuerza de mucho trabajo donde las imágenes son mesuradas. Ese tono calmado, capaz de crear atmósferas mediante la variedad, recurrencia y sorpresa, distinguen a una obra de cuidado lenguaje, capaz de desplazarse con soltura por varios moldes estróficos como la décima, el verso libre, el soneto y el haiku.
Los grandes metarrelatos que caracterizan a la poesía cubana están expresados en La flecha está en el aire: el amor, la familia, la política, la patria… Estos vuelven al núcleo del poema a través de una policromía y polifonía de voces en que se dialoga con Jesús Orta Ruiz, Dylan Thomas, César Vallejo, Fayad Jamís, Nicolás Guillén, Saint-John Perse, y muchos otros, donde los vasos comunicantes intertextuales, explícitos e implícitos, se traducen en una voz de indudable registro personal, que no se tensa al lenguaje sino que fluye en armonía sin que nada lo detenga y, sobre todo, porque muchos de los poemas aquí reunidos están en el tránsito entre la punta de la flecha y la diana, donde el campo de la oralidad y los orígenes del autor determinan su conducta frente al lenguaje. Hacia el monólogo plural al que se refería Octavio Paz debemos encaminarnos. En la lectura de La flecha está en el aire sería hasta la diana, que es otra metáfora más pues en el primer verso está contenido el último, la muerte, la otra vida, la historia íntima de Waldo Leyva y la historia colectiva de una nación, que también él ha construido más allá de las palabras.
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