Desde una sencilla lectura de la Torre de Babel hay, al igual que en La guagua de Babel (Editorial Letras Cubanas, 2023. Premio de Poesía Nicolás Guillén, 2023), muchas cosas que descubrir si nos sumergimos profundamente. La Torre de Babel fue construida por seres arrogantes que no querían adorar a Dios y en su afán de querer llegar al cielo no pudieron comunicarse más y, por consiguiente, abandonaron este empeño. En el volumen de Carlos Esquivel estamos en presencia de una de las poéticas más vigorosas de la literatura cubana. Esta guagua no es aquello perseguido día a día para trasladarnos hacia nuestro destino, lo cual es otro elemento que hace más angustiosa nuestras existencias.
La guagua de Babel es una especie de zoología política, un país que desgarra, fricciona, desuella con su hermosura tropológica que nos conduce en barco, tren o mediante un sueño, por coordenadas intertextuales y metafóricas que se sostienen de las entrañas de nuestra irrealidad agitada y sin futuro, a la vez que nos traslada por una parte significativa de la Historia de la Literatura Universal, desde la interpretación más íntima de un escritor con un aguzado pensamiento.
En este libro de connotada dramaturgia compositiva, el sujeto poemático dialoga con personalidades de la Historia y el campo cultural, como Trotsky, Stalin, Breton, Reinaldo Arenas, Wittgenstein, Diderot, entre otros, mediante una perspectiva filosófica y cuestionadora de nuestra realidad. Este indagador volumen resulta una novela poética y un viaje ontológico que se desplaza por varios escenarios y épocas, para develar las grandezas y las miserias de la humanidad, a partir de una alta concentración y fuerza expresiva.
Esta es la novela de las ningunas cosas, de los ningunos viajes. Estoy aquí, que es el sitio simulado para despedirme, nos advierte el poeta. En esta aparente negación de su propósito hay una primera clave oculta. Su libertad expresiva está dada por la expresión de lo que me gustaría denominar poemas-síntesis, donde solo un autor en su condición es capaz de organizar en una misma y apretada manifestación metafórica elementos muy distantes entre sí. Esta oración que encabeza el conjunto será un tejido, costura a la cual el autor regresará una y otra vez: Voy en un barco en el que Melville tripula hacia ninguna parte.
En el poema «LII» su punto de vista teológico sobre la reencarnación prolonga esta visión de desplazarse desde sí mediante bifurcaciones multirreferenciales, sin moverse: Mi madre quiso que contara mi propia historia y mi historia resulta la de un hombre siempre en el mismo sitio. En ese destino sin destino, lleno de vidas inútiles, la guagua avanza hacia la discontinuidad. En esta hay una analogía con la Torre de Babel, en lo referido al vacío espiritual de la humanidad que nada ha conquistado y al horror de la nación.
El referente bíblico en este largo viaje literario y emocional de Esquivel subyace desde el mismo título de esta obra como un eje y núcleo del corpus verbal que se expresa a través de textos breves y concisos. Aunque en toda construcción contemporánea de un símbolo cultural o ideal político hay varios polos: los que están sustentados sobre bases y fundamentos que se corresponden a una respuesta del contexto histórico social, y otros que son impuestos y que generan esclavitud de diversa índole a grandes masas humanas.
Al reforzar este asunto bíblico, el poeta escribe sobre el diluvio que atraviesa el país: Y vino Noé para que me fuera, dejara la Isla, ahora que ya no había Isla. Invisibilizando lo que Tinianov denominó el cotexto cuando estableció las series estructurales de diversa índole que componen al texto. El poeta borra lo que no es posible: la serie histórica (el conjunto estructural de la sociedad y, por supuesto, sus hechos históricos) que implica en esta imagen «que ya no había Isla». Esta negación establece diacrónicamente un nexo metafórico con el venerable símbolo y lo que deduce este receptor: la desconstrucción del ideal de un proyecto y la imagen de la nación. Un punto sin retorno.
El sujeto poemático admite que es un ser derrotado e inferior que somatiza en su propio cuerpo el sufrimiento ajeno. La escritura como acto de transformación, cambio de cuerpo, diario de lecturas, apuntes, poema del poema, hibridez establecida cuando pone a dialogar a muchos entre sí y con él mismo. El texto «VI» es evidencia de esto:
Estando en peligro de supervivencia le pregunté al doble de Huck Finn. ¿Puedes soportar el ojo en la viga ajena? A lo que el verdadero Huck Finn respondió: Puedo.
La efectiva representación de personajes y lugares es, al igual que en la novela de Mark Twain, una sátira mordaz de la realidad nacional y de las mentalidades presas de su pobreza material. La mirada pesimista sobre la humanidad, lo mismo que en la obra del estadounidense, va delineándose en cada texto con una ironía y honestidad lacerantes donde poco puede salvarse del viaje. En su enajenación, muestra desde lo íntimo su dolor por el estado de su patria y ve cómo hay demasiados símbolos vacíos de contenido y espiritualidad: Les dije a mis amigos que si hiciéramos una exposición de cosas muertas, inservibles, esas con las que arman nuestros reinos, cosas a no reanudar, comenzáramos con las que milagrosamente quedaron vivas.
No resulta extraño que Esquivel confluya con Archie Randolph Ammons en asuntos de la naturaleza y las complejas interacciones del ser humano. En el famoso texto «Basura» de este último se refiere a la idealidad y explora la idea de que todas las formas de vida son parte de una realidad última. En el poema «LXXXIV» el poeta tunero se apoya en el pensamiento del autor estadounidense para escapar de su corrosivo contexto social y dejarlo atrás, pero no fuera de sí.
Se lo digo a A. R. Ammons: La forma más fácil, y rápida, de ignorar al mundo es esperar a que otro lo haga por ti.
El sujeto poemático de La guagua de Babel está expresado de manera significativa en el hablante egotivo escrito en primera persona. Veamos los siguientes ejemplos:
Voy donde las mesas tengan cuerpos inoportunos…
Viajo porque no puedo despertar lejos de mí…
Salgo a una noche que no parece atroz…
Sé que hay un video de vigilancia que recuerda tu pacto con las vacas gordas…
Despierto con una ideología mala y mujer ajena…
Yo andaba de pesca…
Yo, que en cicatrices me permito el fin de todo lo que huela a Abel por encima de Caín…
Yo no creo que la poesía sea concurrente hacia algo peor que ella misma…
Estoy volviendo a trenes que me paseaban como vinos ajenos…
Esto no significa que se deba identificar el yo del texto con el autor real, pero la fuerte apoyatura entre la propia existencia autoral y la naturaleza externa que se arma y desarma en su propio abismo va devorándolo todo, hasta incorporar a personajes instaurados en la Historia o, a él, cuando se refiere en la pieza «XII» a su padre:
Mi padre tiene una novia mexicana (que no es mi madre) y una novia española (que no es mi madre), y tiene a mi madre (que en realidad no es mi madre), y tiene un arma y un país, que no son ni lo uno ni lo otro y, aun así, mi padre regresa cada noche a su casa como si fuese un hombre normal.
Este poeta alcanza a condensar múltiples experiencias humanas en un discurso densamente narrativo que busca la integralidad del ser. En Ulises, James Joyce lo resuelve en un día, mientras Esquivel no se propone un espacio literario y tiempo definidos para expresar su pensamiento social sobre procesos y movimientos estéticos. En este contraste de períodos y tiempos históricos va de lo universal a lo local: Waterloo es lo mismo que La Habana, o el rincón en apariencia menos trascendente: Un día me fui a Tampa, de Tampa a Houston, de ahí a México (haría lo que en todas partes, vagabundear, absorber las minucias del poema).
En esa circularidad discursiva, que atraviesa a todo el conjunto, y en ese rincón que es su universo personal, manifiesta su ensimismamiento y angustia existencial: Lo que no sabes es que, a veces, no quiero saber dónde estoy y quiero convertirme en el gourmet de las borrosas comidas. Las sustancias de la voz narrativa vienen de afuera hacia dentro en una sintaxis escueta capaz de resistir varias lecturas sin que el interior de sus textos se agote como agotada está la mala ideología que no deja dormir y mucho menos soñar.
Su cosmovisión sobre las derrotas de los seres que venían en una guagua y que incluye a exiliados o que han producido un corpus teórico sobre este tema, excluidos, suicidas, que son, junto a muchos otros citados a lo largo de esta obra, sus mejores compañías: Lourdes Casal, Calvert Casey, Eliana Rivero, Gastón Baquero, Reinaldo Arenas, Mireya Robles, Lorenzo García Vega, que según el poeta estaban confundidos de viaje y de nocturnidad. En este viaje de zoología poética y política también aparece Marx en Salzburgo recitando proclamas a obreros infelices (que los seguirían siendo, para siempre), reafirmando la conceptualización de que ninguno de los grandes megarrelatos históricos y discursos ha librado al ser de su fracaso colectivo.
La guagua de Babel es la savia de las múltiples lecturas de Carlos Esquivel, su exégesis de un mundo que viaja hacia todas partes y hacia el mismo sitio. Un libro de Poesía que todos deberían leer y dejarse llevar hacia donde están las cimas de la imagen y sus profundos estremecimientos.
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