El 23 de diciembre de 1999 fue entregado por Abel Prieto, ministro de Cultura, el Premio de Periodismo Cultural «José Antonio Fernández de Castro» de aquel año. Merecedores de tal reconocimiento fueron, en esa ocasión, los periodistas Ciro Bianchi, Mireya Castañeda, Mercedes Santos Moray, Juan Emilio Friguls, Rolando Pérez Betancourt, Pedro de la Hoz, Juan Sánchez y Jaime Sarusky.
A propósito de la fecha, Cubaliteraria comparte una entrevista realizada a Ciro Bianchi Ross, periodista y colaborador de nuestro portal, quien tiene a su cargo la columna «Esquina de Fraile». Reciba esta publicación como homenaje desde el respeto y la admiración.
En la entrevista, publicada en 2019 con motivo del 500 aniversario de la capital cubana por el Portal Cubarte, Ciro Bianchi habla de La Habana, la urbe de la que conoce historias poco contadas y que ha sido uno de sus motivos de investigación. Aquí está La Habana de Ciro con sus personajes, sus momentos históricos y sus secretos.
¿Sigue siendo La Habana «La Ciudad de las Columnas», tal como la definiera en su época Alejo Carpentier?
Sí, por supuesto. La Habana se caracteriza por sus columnas y sus portales. La Habana del centro y el casco antiguo, porque mitigan el sol y el calor, pero al mismo tiempo han perdido 20 kilómetros de vidrieras comerciales, que le daban una vida única. Pero La Rampa no es así. Difiere su diseño citadino, al punto que cuando se construyó, tuvo mucho auge, al ofrecerle un aire moderno a la ciudad. Existe una foto aérea de la época de los años 30, donde ya existía el Hotel Nacional, el entonces Ministerio de Agricultura, y el Edificio Alaska, que ya no existe, los que junto a la entonces Funeraria Caballero exhibían un marcado contraste entre las edificaciones tradicionales y las modernas que iban conformando un nuevo rostro a nuestra capital.
Pocos años después, La Rampa ya era tal como la conocemos hoy. Goar Mestre construyó el Edificio Radiocentro, actual ICRT, dándole un impulso a la vida comercial de la zona, y posteriormente, otros magnates, construyeron edificios paradigmáticos, por ejemplo, Amadeo Barletta, que edificó el Motor Center, actual MINCEX, que perfilaron el rostro de La Habana, con sus altos edificios bordeando el Malecón.
¿Es La Habana una ciudad de contrastes?
Sí, por supuesto. Lo que lo ha homologado es la suciedad, sobre todo, de sus desechos sólidos y el abandono que ha padecido por mucho tiempo, y esto se trata de revertir. El Vedado es el gran logro del urbanismo habanero, con sus parterres y sus regulaciones urbanísticas originales, que se respetaban y se tratan de rescatar hoy en día. El Vedado está dotado de un estilo arquitectónico principalmente aristocrático, que se fue decantando posteriormente hacia otros estratos sociales, a medida que la gran burguesía consideró que el barrio se había abaratado, y con el paso del tiempo, el descuido y la indisciplina social, contribuyeron a su actual deterioro.
¿Cómo Ciro Bianchi ha mirado a la ciudad a través de la literatura?
La Habana ha sido reflejada en varias obras de nuestra literatura, pero yo prefiero mirarla con los ojos de la realidad y describirla de esa forma. Uno de los libros que habla de La Habana, es Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, de Cirilo Villaverde, donde se expone La Habana colonial como un gran fresco donde se pueden apreciar pregones, preferencias culinarias de las diferentes clases sociales, actividades culturales y las enormes diferencias sociales que caracterizaron aquella época. De igual forma, pero en la actualidad, tenemos la saga de Leonardo Padura titulada Las 4 Estaciones, donde se ven reflejadas La Víbora y Mantilla, otras de nuestras muchas Habanas.
Jorge Mañach, en 1926, publicó un libro que considero fundamental para entender el espíritu de La Habana, Estampas de San Cristóbal, debería ser leído por los habaneros, y otro texto que tendría una lectura interesante sería La Habana nuestra de cada día, de Laidi Fernández de Juan, donde muestra a nuestra ciudad actual con sus dificultades y logros.
Ciro, ¿considera que libros de su autoría como Viendo La Habana pasar, Contar La Habana, Memoria oculta de La Habana, Paseo por La Habana, Tras los pasos de Hemingway en La Habana, García Lorca. Pasaje a La Habana y Gabriel García Márquez. Pasaje a La Habana, influyen en los lectores para que a su paso por la ciudad reflexionen sobre lo creado en la misma a lo largo de su existencia?
Modestamente, sí, y tengo pruebas de ello. Conozco a extranjeros que me han dicho «quiero ver La Habana con las obras tuyas en la mano». De diversos sectores, desde los intelectuales, los obreros, estudiantes y hasta los marginales, noto gran interés por el tema. He dado conferencias en las prisiones y he observado en los reclusos la misma sed de conocimientos que por este asunto tiene el resto de la ciudadanía. Diplomáticos y turistas también se quedan asombrados al escuchar las anécdotas de sucesos acontecidos en diferentes lugares al leer la forma en que se narran las historias. Tiene que ser amena, ágil y entretenida.
La Habana es un referente casi constante en su obra. ¿Por qué?
Es mi ciudad, la amo intensamente. Me interesa y me duele verla desatendida. Acabo de publicar en Dinamarca el libro titulado 111 lugares que merecen ser vistos en La Habana y no están en el recorrido turístico, por ejemplo, la casa de la escritora Anais Nin, sita en la calle Aguilera, en Lawton, Diez de Octubre, la Ermita de los Catalanes, ubicada en la Carretera de Rancho Boyeros, frente a Río Cristal, una iglesia donde se congrega la comunidad catalana de la capital. También menciono en el libro la casa de la escritora sueca del siglo XIX, Fredika Bremer, sita en Oficios entre Obispo y Obrapía, Habana Vieja, municipio donde también se encuentra situado el Hotel La Unión, en las calles Cuba y Amargura, lugar donde el notable poeta español García Lorca escribiera la obra teatral El Público. Lugares que no son conocidos ni visitados, pero a los que hay que dar a conocer por los valores que encierran, desde todos los puntos de vista arquitectónico, histórico, cultural, que ayudan a nuestra urbe a posicionarse con el título de «Ciudad Maravilla».
Usted visitó a Dulce María Loynaz en 1980, y se considera que esta fue la primera entrevista que nuestra excelsa escritora concediera después de 1959. ¿Qué relación establece usted entre Dulce María y La Habana?
Más que La Habana, la relación de Dulce María fue con El Vedado. Quizás entre su documentación tan amplia exista un libro que le pensara dedicar únicamente a La Habana.
Yo considero que fui un afortunado al concederme ella esa entrevista, debido a la diferencia de edad y clase social, además de otras consideraciones. Soy de la barriada de Lawton, en Diez de Octubre, específicamente de las Calles San Francisco y 10. La escuela primaria donde yo asistía quedaba frente a la casa del padre de Dulce María, el General mambí Enrique Loynaz, que vivía en San Francisco y Octava. Para mí era un honor vivir cerca de un general de las Guerras de Independencia, creador del Himno Invasor. Un día el General vino a la escuela e hizo entrega de un afiche enmarcado de Martí, y lo colocaron en el aula de sexto grado. Nunca pude imaginar que muchos años después la vida me concedería el honor de entrevistar a su hija mayor, Dulce María, ya una consagrada de nuestra cultura nacional, la cual, a pesar de haber viajado por medio mundo, siempre permaneció unida a El Vedado, barrio que siempre fue considerado como el «corazón de La Habana».
La prensa escrita, donde usted semanalmente escribe una columna en la edición dominical del periódico Juventud Rebelde, y la radial, a través de la emisora de la Oficina del Historiador de la Ciudad, Habana Radio, dan cobertura a sus crónicas y apuntes sobre nuestra ciudad. Hace un tiempo, a usted también se le podía ver y escuchar a través de un programa de televisión, llamado Como me lo contaron, ahí va, que ya no sale al aire. ¿Piensa que es necesaria esta cobertura informativa para que todos, cubanos o no, conozcamos de manera ágil y fluida hechos y sucesos acontecidos específicamente aquí, en La Habana?
Hay que tener en cuenta que cuando se iniciaron esos programas todavía no se hablaba del 500 aniversario de la capital. Modestamente, creo que se le ha dado a la población la oportunidad de dar a conocer lugares, fechas, personalidades que de otra forma no podrían saber todas las informaciones que les hemos podido brindar. Actualmente, paso por varios lugares, calles y plazas de La Habana y desde los niños hasta personas de la tercera edad se me acercan para felicitarme, contarme anécdotas y hacerme cuantas preguntas les pase por la cabeza. Tengo la suerte de contar actualmente con un espacio en el Canal Caribe, que se transmite los domingos, y se llama En Tiempo Real, y asimismo en CUBADEBATE escribo una columna semanal, donde informo lo que sé, lo que investigo, para que el público pueda aprender cómo es La Habana, sus sitios, sus historias y hechos, dignos de ser rescatados y respetados.
Junto a la labor destacada del Historiador de la Ciudad, Dr. Eusebio Leal Spengler, quien ha rescatado para la posteridad edificaciones y espacios, fundamentalmente en el Casco Histórico de La Habana Vieja, y a las labores que actualmente realizan el Estado y el Gobierno para devolverle el esplendor a muchas de nuestras plazas, calles y lugares, ¿Qué falta, a su juicio, para que realmente La Habana sea una «Ciudad Maravilla»?
Le falta vida. Es una ciudad muy aburrida, pues la vida cotidiana te consume el tiempo. Cuando se hacen comparaciones entre La Habana de antaño y la actual, hay cosas que se perdieron como los centros comerciales, clubes, cabarets, anuncios lumínicos que hacían que de noche La Habana fuera luminosa como el día.
Toda ciudad tiene su lugar icónico que la distingue de cualquier otra. ¿Cuál sería el de La Habana?
La calle Obispo y el Paseo del Prado, son los que a mí me gustan de La Habana, y la vida que fluye de ellas, desde el punto de vista comercial y cultural, con museos, teatros como el Alicia Alonso, restaurantes, hoteles como el Ambos Mundos, el bar Floridita, donde iba Hemingway, la librería La Moderna Poesía, y muchos lugares más.
Por cierto, Hemingway decía que las ciudades más lindas del mundo eran Venecia, París y La Habana. Graham Greene, el novelista inglés, añadía que cualquier cosa era posible en La Habana, mientras que Pedro Almodóvar, cineasta español, declaraba que La Habana era surrealista. Para culminar, Lorca, poeta ibérico, declaró «(…) si me pierdo, búsquenme en La Habana».
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