A Fernando III el Santo (1199-1252), rey de Castilla y de León, le debemos, españoles e hispanoamericanos, la idea de convertir el castellano en lengua oficial de la cancillería mediante decreto real, en detrimento del gallego y del leonés. Alfonso X el Sabio (1221-1284), su sucesor, considerado el fundador de la prosa castellana, reforzó la política lingüística de su padre al decretar que la Escuela de Traductores de Toledo —donde se concentraban los hombres de ciencias y letras, después de la conquista de la ciudad, en 1085, dedicada a la traducción al latín de las obras escritas en árabe o traducidas a dicha lengua—, usara esa lengua en sus menesteres cotidianos.
La hispanización de América y la americanización de la lengua española, con 484 páginas, es obra de Sergio Valdés Bernal, doctor en Ciencias Filológicas y escritor. Ganador del Premio de la Crítica Científico Técnica en 2013, el texto es un interesante acontecimiento que, al leer, nos lleva a seguir los pasos al español que hablamos, a aprender y aprehender sobre nuestra ilustre lengua común.
Valdés Bernal, nació en La Habana el 4 de diciembre de 1943. Entre 1962 y 1968 estudió en la Universidad Carolina de Praga, centro que le otorgó los títulos de Master en Filología Checa y Rusa (1968) y de Doctor (1979). Desde 1969 trabaja como investigador lingüístico en el Instituto de Literatura y Lingüística, donde ha sido además jefe de departamento, miembro del Consejo Científico y del Consejo de redacción del Anuario L/L. Tiene además una larga carrera como docente en la Universidad de La Habana y ha impartido diversos cursos de pre y postgrado.
Sergio, desde 1982 es Investigador Titular y cinco años fue nombrado profesor Titular Adjunto. Ha impartido conferencias sobre literatura checa y realizado traducciones de varios autores, así como aproximaciones lingüísticas a varios escritores cubanos. Sus textos han aparecido en publicaciones científicas nacionales y extranjeras, y publicaciones nacionales como Bohemia, Granma, La Gaceta de Cuba, Islas, Santiago y Anales del Caribe, entre otras. Como ponente ha tenido una gran participación en diversos eventos entre los que se destacan: «250 Aniversario de la Universidad de La Habana» (1977), «I Coloquio Hispanoamericano» (RDA, 1978), «30 Aniversario de Ecue-Yamba O» (1983), «I Congreso Internacional de la Facultad de Letras, Discurso e Ideología» (Brasil, 1987), entre otros. Es miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua, desde junio de 1995, donde ocupa el sillón con la letra H.
Valdés Bernal tiene en su haber también varios artículos dedicados a los indoamericanismos, a las lenguas del áfrica subsahariana, entre otros trabajos y ha dictado cursos, conferencias y seminarios, en diversas universidades de Brasil, Canadá, Finlandia y Guatemala, por solo mencionar algunas. También ha realizado estudios sobre las formas de expresión oral y su efecto en la locución profesional y periodística.
Entre las publicaciones de interés de este autor se destacan: Las lenguas indígenas de América y el español de Cuba (Editorial Academia. La Habana. Tomo I. —1991— y Tomo II —1993—); Inmigración y lengua nacional (Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 1994); Lengua nacional e identidad cultural del cubano (Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 1998) y Antropología lingüística (Fundación Fernando Ortiz. La Habana. 2000), todos Premio de la Crítica.
Pero La hispanización… de Sergio nos enseña que quince días después que zarpara Colón de Huelva a Canarias, el 18 de agosto de 1492, se publicó en Salamanca la Gramática castellana de Antonio Martínez de Cala, más conocido por Elio Antonio de Nebrija (1441-1522); verdadero innovador, pues la regulación gramatical solo había estado reservada a las lenguas cultas —latín y griego—, ya que era creencia que bastaba la práctica de la lengua materna y el buen sentido para hablarla. Nebrija fue el primero en fijar las normas para dar consistencia a nuestro idioma, y reconoció que «siempre la lengua fue compañera del Imperio», viajó en las naves que encontraron América y entraron en contacto con las lenguas aborígenes del área.
Fueron Santo Domingo (1496), San Juan (1508) y San Cristóbal de La Habana (1515, refundada en 1519) los entornos citadinos entre los cuales los españoles entraron en contacto con las lenguas aborígenes para suplir sus necesidades de comunicación, que al inicio se desarrolló mediante el lenguaje gestual, y que comenzaron a enseñar su lengua a los habitantes y viceversa, a aprender la de ellos. Es interesante conocer que en una extensa edición de Vocabularios (latino-español y español-latino) de 1512, aparece registrado el primer americanismo en el español general: «canoa».
Desde el territorio insular americano parte y se irradia «la compañera del Imperio» hacia todo el continente, en momentos en que ya comenzaba a funcionar como lengua nacional de España. En la colonización española de América participaron todos los componentes peninsulares de esa nación de naciones que es España.[1] De todas partes se vino a América, aunque algunas regiones aportaron más emigrantes, como Andalucía y Canarias desde un principio, y Galicia desde mediados del siglo XIX.
El español de este lado del océano, tuvo que adaptarse a las necesidades de comunicación en el nuevo contexto, lo que repercutió en esta lengua con toda una serie de rasgos que se identifican como «americanismos», o sea, peculiaridades del español americano.[2] Y de esta forma el aruaco insular, las lenguas caribes, las lenguas guaraníes y tupíes, el náhuatl, el maya, el quechua y el mapuche araucano entraron en contacto con el castellano para americanizarlo y enriquecerlo ya como lengua de todos.
Las lenguas aruacas, incluidas las de las Antillas, al igual que la mayoría de las de América indígena, son aglutinantes, se caracterizan por unir dos o más palabras para formar una sola y moderadamente unen diversas partes de la frase para formar palabras de muchas sílabas; por ejemplo se preserva el aruaquismo insular manjuarí de manjua–, que quiere decir «mucho» y –arí, «diente», clara alusión a la dentadura de este pez; otro ejemplo podría ser la voz cutara —chancleta hoy en día en el Oriente cubano—, de kut–, «pie» y –ara, «corteza», o sea ,corteza del pie.[3]
Esta lengua enriqueció el español, a ambos lados del Atlántico y hasta nuestros días, con los términos «ácana», «biajaca», «cacique», «canoa», «caimán», «cayo», «guásima», «huracán», «manigua», «sabana» y «seboruco», así como con nombres de lugares como «Cuba», «Camagüey», «Borinquen» y «Haití». Pero algunos de estos aruaquismos pasaron a otras lenguas europeas a través del español. El propio «canoa» —inglés: canoe; francés: canot y alemán kanu—, o el término barbacoa (inglés: barbecue; francés: barbaque, alemán: barbecue y danés: barbecue), para solo poner algunos ejemplos.
Con la colonización de las costas venezolanas, en el siglo XVI, entraron los españoles en contacto con las lenguas caribes, que se expandieron considerablemente por Suramérica a través de la red fluvial que forman el Amazonas y el Orinoco. Estas etnias se asentaron en lo que hoy es Surinam, Guyana, Guyana Francesa, el norte y el centro de Brasil, el norte de Perú, norte y sur de Colombia y los llanos y costas de Venezuela, y es a esa lengua a la que debemos los vocablos «arepa», «catauro», «mico», «piragua», entre otras palabras que han pasado al español general.
En 1516, el navegante español Juan Díaz de Solís bautizó el Río de la Plata, allí «descubrieron» con sus aborígenes que se autodenominaban guaraní. El intercambio lingüístico enriqueció la lengua española con préstamos procedentes del guaraní como son: «ananás», «ipecacuana», «jaguar», «mandioca» y «tapioca», así como los topónimos «Paraguay», «Uruguay» y «Paraná», entre otros. Pero las lenguas guaraníes y tupíes aportaron un gran caudal léxico al portugués, hablado a ambos lados del Atlántico, a través de Brasil.
Los pueblos nahuas, originarios del norte y suroeste americano, invadieron las zonas mexicas de alto desarrollo cultural entre los siglos VI y IX d.n.e. Los cuixas fueron los primeros y les siguieron los toltecas, quienes fundaron entre otras ciudades Teotihuacán y el Valle de México. A partir del siglo XII unas tribus bárbaras llamadas chichimecas, la específicamente nombrada azteca, se instaló en el islote del lago Texcoco en 1325 y fundó Tenochtitlán, que llegó a ser la capital de los aztecas. Estos desarrollaron un sistema de escritura prehispánico compuesto por elementos ideográficos, pictográficos y fonéticos.
El proceso de transculturación e intercambio lingüístico propició el enriquecimiento de la lengua española con numeroso nahuatlismos como lo son «aguacate», «atol», «chicle», «hule», «jícara», «tiza» y «tomate».
Los mayas se establecieron en los altos de Chiapas a mediados del tercer milenio a.n.e., del desarrollo del grupo de lenguas denominadas maya-quiché, de la familia maya zoque, han pasado al español general muy pocos vocablos, pero los misioneros que estudiaron las lenguas recogieron muchas leyendas y cuentos mayas, así como datos de su sabiduría y de su historia, sus conocimientos sobre medicina y astronomía, que podemos disfrutar hoy en día en el Popol Vuh y en los Anales de los cakchiqueles.
Las tribus de habla quechua fueron las creadoras de la importante cultura preincaica. Su organización política era una mezcla de monarquía teocrática autoritaria, oligarquía y una forma de colectivismo agrario. Fue Manco Cápac quien fundó la dinastía que llamó Inca —hijo del sol—. Entre los años 1200 y 1438 extendieron su territorio desde el río Esmeralda en Ecuador hasta Coquimbo en Chile y dominaron lo que es hoy Bolivia, la parte norte de Argentina y ciertas zonas de Brasil. Al comenzar la conquista y la colonización de este Imperio, 1531, ya este se encontraba en decadencia por las luchas intestinas. Tras la destrucción de Tahuantisuyo, resurgieron las lenguas y los dialectos de los sometidos e incluso los españoles tuvieron que recurrir al quechua para la comunicación con los vencidos, por lo que esta lengua fue estudiada por los misioneros utilizados en la evangelización, que introdujeron, al codificarla, ciertas modificaciones en la pronunciación y la estructura. Al español general, del quechua, han pasado los vocablos: «cancha», «chirimoyo/a», «guano», «llama», «ñapa», «pampa» y «puma», entre otros.
Los hablantes del aimara vivían alrededor del Lago Titicaca, en el altiplano boliviano y el sur de Perú. Estudiosos consideran que llegaron a ser casi 1,5 millones de individuos, de los cuales el 70% radica en Bolivia. El origen del pueblo es desconocido, aunque se le asocia con la cultura Tiwanako, que existió entre el 500 y el 900 a.n.e. El aimara se preservó hasta nuestros días y, en la actualidad, la modalidad de mayor prestigio lingüístico es el hablado en La Paz. Esta lengua no aportó mucho léxico al español americano aunque algo dejó: «alpaca».
En 1540 Pedro de Valdivia conquistó lo que después sería conocido como Chile, pero no fue hasta 10 años más tarde que comenzó realmente la expansión española por ese territorio. Las belicosas tribus mapuches constituyeron un serio obstáculo a la colonización hasta el siglo XVII. La lengua autóctona, el mapuche araucano, al entrar en contacto con la de los españoles dejó también su influencia, poca en este caso, pues Valdés Bernal, recoge solo exiguas voces y casi ninguna en uso en el español insular.
El autor nos explica en La hispanización… una serie de conceptos relacionados con los procesos de cambio de la lengua, además, el libro contiene un importante adendum léxico, que nos acerca a la proveniencia de las palabras, al tiempo que cierra con una enjundiosa bibliografía.
La hispanización de América y la americanización de la lengua española, es una acabada entrega de la editorial UH, de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, que presenta al lector un texto fruto de varios años de estudio y acopio de información por parte de su autor.
La lengua española en el contacto con otras lenguas aborígenes se enriqueció; la que llegó como «compañera del Imperio» pasó a ser de todos, desde el inicio la enriquecieron los nuevos usuarios y con el tiempo contribuyeron a su florecimiento muchos escritores de este lado del océano como Miguel Ángel Asturias, Mariano Azuela, Rubén Darío, José Martí, César Vallejo, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez, entre otros.
José Enrique Rodó,[4] quien dedicó a definirnos señalaba: «no son las lenguas humanas ánforas vacías, donde pueda colocarse indistintamente cualquier sustancia espiritual». Así la lengua que trajeron quienes llegaban fue una fuerza nueva y conformadora de contenidos, que se unieron a los existentes y en aquella «ánfora», nació «nuestra América», se fortaleció en la lengua para ser igual, pero ya desde el inicio distinta, con «otro» poder conformador, que generaba y mostraba una cultura diferente. Desde ese momento quedaron claras las diferencias entre lo propio y lo extraño, entre lo conocido y lo ignorado, entre gentes que podían referirse a su antigua estirpe y quienes parecían no tenerla y, en caso de que así lo fuera, no podían demostrar la pureza de una sangre reconocida ni de una lengua pulida. Nos llegaba una ideología distinta, que se unía la nutrida historia de ideologías que tenían los aborígenes, para cambiar de nombre, en un proceso que duró siglos e ir de «América Española» a «Hispanoamérica» para llegar a «nuestra América».[5]
Por otra parte, y sobre el conocimiento que comparte con los lectores el autor, en La hispanización de América y la americanización de la lengua española, Sergio demuestra ser un ejemplo real de que el futuro de nuestra Patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia,[6] se manifiesta con él que nunca «sobrarán» quienes alcancen títulos científicos. Los años de estudio dedicados por Sergio Valdés Bernal así lo demuestran, consagrarse a una especialidad seriamente requerirá de un título científico y de muchos sacrificios, por eso desde ahora y de cara al futuro, habrá que tratar de hacer realidad la máxima de Einstein: «Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber».
[1] Ver en el texto pág. 93.
[2] Ver en el texto pág. 93.
[3] Ver en el texto pág. 100.
[4] José Enrique Camilo Rodó Piñeyro (Uruguay, 1871- Italia 1 de mayo de 1917). Escritor y político uruguayo que creó una corriente ideológica latinoamericana caracterizada en oponer el utilitarismo anglosajón a los valores de la cultura greco-latina. Expresaba una visión idealista de la cultura latinoamericana como modelo de nobleza y elevación espiritual en contraposición a la cultura de los EEUU como ejemplo de grosería materialista.
[5] Ver http://www.ensayistas.org/antologia/XXA/roig/culturas.htm
[6] Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz en el acto celebrado por la Sociedad Espeleológica de Cuba, en la Academia de Ciencias, el 15 de enero de 1960.
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