La llama doble. Amor y erotismo (1993), de Octavio Paz, va mucho más allá de Eros y Psiqué. Es un libro que pide lectura detenida pero del cual brotan otros caminos de reflexión. En prosa admirable, Paz compone una suerte de tratado sobre Eros, dividiendo en una trinidad la «materia» erótica: sexualidad (sexo), erotismo (sexo humanizado) y Amor, al que reconoce como un sentimiento excepcional.
La poesía le descubre al erotismo su metáfora esencial: la relación entre el placer y la muerte. Paz se inclina entonces hacia el antiquísimo par de Eros y Thanatos, el amor y la muerte. Dice Paz que expresar al amor (o a Eros) en su don comunicativo es un asunto de poetas que miran entre la oscuridad y la luz. No es que el poeta filosofe, es que la materia sutil con la cual trabaja se ha de armar por medio del lenguaje, de modo que lo material se hace etéreo a través de la expresión poética.
El «espacio imantado» entre dos amantes conduce a la pasión, posesiva, centrípeta. Paz admite que con Platón surge una «filosofía del amor», pero habría que agregar que es con Ovidio en que la pasión reviste el doble matiz corpóreo y espiritual. ¿Platónico Ovidio? No lo es, porque no sobrevalora lo ideal sobre la carnalidad. Eros posee un deseo de perpetuarse. También el poeta desea en su obra, el poema, hallar el músculo de la perpetuidad, de la inmortalidad, que el amor físico invierte en la creación de otro ser, del hijo. Dos que se aman, inauguran siempre ese sentimiento, son la pareja eterna, la pareja siempre primaria, la que vive inventando al amor. Pero el poeta halla otro «hijo» no carnal, el mundo de la imaginación pare creatividad y esta ofrece el crecimiento del texto, que es poema así sea una narración.
A diferencia de Borges, Paz no halla que la historia de la literatura sea la de unas pocas metáforas. Dice: «puede concluirse que la historia de las literaturas europeas y americanas es la historia de las metamorfosis del amor». Concede así un papel relevante al amor en el acceso a la poesía, que radica en el cosmos, en la realidad objetiva y en el pensamiento humano, que de todos modos es parte de la realidad. Paz nos conduce a una sobrevaloración de Eros, pues sin él, dice, no hay amor. No funciona lo erótico en la relación padres, hijos, familiares, amigos, pues según Paz, en ello funciona la Pieté, la vieja piedad latina, o el concepto precristiano de la palabra o logos. No sé bien si este es el punto débil del libro de Paz, porque la amistad se confunde tanto a veces con el amor que los amigos hasta se llegan a gustar físicamente, si bien sin que la llama de Eros prenda entre sus cuerpos.
Erasmo de Róterdam trató sobre el absurdo del amor que ve tanto en el amante como en el amigo solo virtud, e incluso solo belleza, capaz el amante-amigo de disimular las protuberancias como lunares, la fealdad como valor sublime. Pero Paz insiste en que amor es solo eros. Para él philía es solo pieté, y amor es erotismo. Si para Erasmo amor y amistad son ciegos, en verdad debe ser porque responden al mismo impulso, si bien el erotismo es consustancial con el amor de la pareja de enamorados, el amor erótico. Pero Paz parece rectificarse: «…la amistad es, como el amor, siempre excepcional». No se puede ser amigo de quien nos es antipático, o de quien desconfiamos, o de alguien que sencillamente no nos gusta. Expresa bien Paz que: «Aristóteles dice que hay tres clases de amistad: por interés o utilidad, por placer y la amistad perfecta…», esta última tiene poca frontera con el amor porque se difuminan los límites, pero la primera se riñe con la exacta concepción desinteresada del amor y la amistad, que solo pueden tener como interés la reciprocidad y a veces la excluye.
Para Paz hay una delimitación en el llamado amor homosexual, y lo trata como «pasión» «más tolerada en el siglo XX», viejos preconceptos actúan sobre la clara mente del poeta mexicano y a la par señala que no puede haber amistad entre mujeres. Parece que como san Pablo, preferiría que las féminas callasen. El amor homosexual sufre su carácter minoritario en cualquier sociedad, y las mayorías suelen oprimir a las minorías, a veces ni siquiera las reconocen, pero Paz no advierte el mundo de prejuicios que pesa sobre cualquier amor entre dos personas del mismo sexo biológico: religiosos, sociales, sujetos a fobias, excluyentes.
Tras ver al arte poética como un asunto luciferino, Paz define y se pregunta: «…nuestro mundo es simplista, sumario y brutal […] ¿Qué lugar tiene el amor en un mundo como el nuestro?». Parece responder con otra idea: «en nuestra época la política absorbe al erotismo y lo transforma: ya no es una pasión, sino un derecho», puede parecer tal idea algo irónica, pero vivimos en efecto bajo la era del vir politikom. Es curioso que Paz alejase así al amor de la poesía, quizás el lugar del amor en el mundo esté del lado de la poesía, en este caso de aquella de las emociones. El ser político necesita del amor, por muy racional que el ser sea, incluso cartesiano, la vieja frase de Pascal sigue con vigencia: «El corazón tiene razones que la razón desconoce», muchas de esas razones están del lado del amor. Y de la poesía.
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