Cuando el futuro filósofo Arthur Schopenhauer era pequeño, un amigo de su madre —nada menos que Johan Wolfang Goethe― vaticinó que ese niño sería un día célebre. La progenitora, de modo paradójico tratándose de una madre ante la cual alaban a su hijo, aseveró ofuscada que eso era del todo imposible ya que una misma familia no podía producir más de un genio y en ese caso el genio era ella. Muchos años después nadie la recordaría salvo por haber sido la madre de Arthur.
Antes de que esto sucediera, madre e hijo habían dejado definitivamente de hablarse, después de una última pelea que concluyó con las maletas y el propio Arthur (que ya había cumplido los treinta años, tierna criatura) de patitas sobre una fría acera de Weimar y arremetiendo semi-congelado: «Algún día tú sólo serás conocida por haberme engendrado». ¿Qué podía esperarse, por otra parte, de dos personajes tan semejantes en su irascibilidad que más que madre e hijo parecían gemelos univitelinos?
Sin obviar la arraigada competitividad intelectual que los enfrentaba hasta tal extremo que cuando Arthur publicó su tesis doctoral, titulada «La cuádruple raíz del principio de razón suficiente», Johanna le preguntó con tono viperino si lo que había escrito era «algo para boticarios». El filósofo replicó que aquel libro se seguiría leyendo y apreciando cuando de ella ya no quedara ni el menor rastro en la memoria de nadie. Afortunadamente, nadie asiste a su propia posteridad, de lo contrario a Fraü Shopenhauer le hubiera dado un pasmo intelecto-megalómano al comprobar que su hijo había acertado en su humillante premonición.
Una celebridad
Sin embargo, Johanna Schopenhauer fue realmente una celebridad en la República de Weimar de los años veinte, en los que su salón de tertulias era frecuentado por los más selectos intelectuales de la época. Conocida como la primera escritora «profesional» alemana, dejó una obra extensa compuesta por cuatro novelas largas, varias biografías (ajenas, pese a su comprobado narcisismo), cincuenta relatos, numerosos artículos recopilados en los 24 volúmenes de sus Obras Completas, una serie de diarios, una abundante correspondencia, y unas memorias inacabadas en las que su hijo el Pensador no sale, como era de esperar, demasiado bien parado.
La nieve, recientemente editada en España por la editorial Periférica, se publicó por primera vez en 1825, en un almanaque de contenido misceláneo. Subtitulado como «Un relato», fue incluido más tarde en el quinto tomo de sus Relatos Completos y en el tomo 23 de sus Obras Completas.
Estructurada y narrada en la más pura tradición del romanticismo alemán, La nieve es la historia del amor imposible entre Marie y Viktor, amor nacido en un escenario alpino de paisajes tan grandiosos como aterradores, y trágicamente inmortalizado bajo un alud de nieve que sepulta a los enamorados varios metros bajo tierra, en una sima blanca destinada a convertirse en la tumba que compartirán eternamente.
Influencias de Goethe
Quedan patentes en el texto las influencias de Goethe, casi inevitables en los autores de su época y de su entorno: reminiscencias de antiguos cuentos fantásticos alemanes en los que se relatan historias misteriosas aderezadas por funestas premoniciones que indefectiblemente acaban por cumplirse, y por un meticuloso rigor entre la cronología y la resolución de los enigmas.
Si bien, como ocurre con numerosas obras literarias pertenecientes al Romanticismo, el tiempo a menudo juega en contra de un estilo que, como algunas pieles excesivamente delicadas, envejece mal, La nieve es una novela digna que merece la pena ser leída aunque sólo sea como un mero acto de justicia: un autor —autora en este caso― que ha producido una obra tan extensa y celebrada en su época no merece, aunque las modas literarias hayan traicionado sus creencias y sus escritos, permanecer en el olvido más absoluto.
En este caso, olvido acompañado de la peor burla que se le podía hacer a una autora que estaba convencida de ser el genio familiar: no pasar a la historia como escritora ilustre sino como madre de hijo ilustre. Para arrancarse los tirabuzones.
***
Tomado de Sur
Visitas: 16
Deja un comentario