Jorge Leal Amado de Faria nació el 10 de agosto de 1912 en Itabuna, estado de Bahía, y falleció en Salvador de Bahía el 6 de agosto de 2001, a los 88 años. Es el más conocido de los novelistas brasileños del siglo XX, tanto por la denuncia social presente en sus libros, como por mezclar en ellos realismo, magia, historias de amor, ironía y humorismo. En 1961 fue elegido miembro de la Academia Brasileña de las Letras y en 1994 recibió el Premio Camões. Desde 1984 fue miembro de la Legión de Honor francesa, y recibió condecoraciones como la portuguesa Orden del Infante Don Henrique en grado de Gran Oficial en 1986, además de doctorados honoris causa en universidades de Brasil, Italia, Israel, Francia y Portugal. Fue miembro correspondiente de la Academia de Ciencias y Letras de la República Democrática Alemana, la Academia de Ciencias de Lisboa, la Academia Paulista de Letras, y miembro especial de la Academia de Letras de Bahía.
La mujer desempeña un papel relevante en la obra de Jorge Amado. Ya en Capitanes de arena (1937), cuyo tema es la vida de niños de la calle que se ven obligados a hacer cualquier cosa para sobrevivir, aparece una huérfana, Dora, criatura dulce y tierna cuya afinidad con la Wendy de Peter Pan destaca la dureza del nada idílico ni imaginario «País de Nunca Jamás» que habitan estos chicos sin amparo ni rumbo. Pero el protagonismo de la mujer en los textos de Amado encuentra su culminación en las novelas que llevan nombres femeninos por título: Gabriela, clavo y canela (1958), uno de los mayores éxitos editoriales en la literatura brasileña (publicada en Cuba por Casa de las Américas en 1975); Doña Flor y sus dos maridos (primera edición en portugués, 1966; Casa de las Américas, Cuba, 2005) y Tieta de Agreste (1977), todas adaptadas al cine, así como Tereza Batista cansada de guerra (1972).
«Para Tereza fue difícil aprender a llorar porque había nacido para reír y vivir alegremente. No quisieron dejarla, pero ella se emperró, cabeza dura que ni un borrico esa Tereza Batista. Por mala comparación, porque de borrico no tenía nada más que la cabeza dura, pues no era marimacho, ni boca sucia —ay de su boca limpia y perfumada—, ni buscalíos, ni desordenada. Si alguien le dijo cosas de esa calaña, o lo quiso engañar o no conocía a Tereza Batista».
(Jorge Amado: Tereza Batista cansada de guerra, Alianza Editorial, Madrid, 1983, p. 16. Los pasajes en cursiva que siguen son citas de la misma edición, y se indica solo la página).
Bahía de Todos los Santos: de Yansá la guerrera, de Yemanjá y Olokkum de las aguas marinas, de Oxum, Oxossi, Oggum, Xangó, Oxalá, Exu y los demás orishas del candomblé afrobrasileño, similares a los que en Cuba sincretizaron los cultos yorubá y católico. Orishas que intervienen en la acción de Tereza Batista al modo en que lo hacían los dioses en los poemas homéricos y la tragedia griega. El estado de Bahía, donde naciera Jorge Amado, es el escenario donde cobran vida los personajes de esta y otras novelas suyas. Y la belleza de la nordestina Tereza Batista es resultante del mestizaje característico de la región y del Brasil:
Como usted sabe, conciudadano, aquí se mezclan todas las razas y forman la raza brasileña. Un rasgo de la cara, una manera de mover el cuerpo, o de mirar o de ser, y quien tiene ojo y conoce de esas cosas descubre, enseguida, un rastro que le revela el parentesco más remoto o la mezcla que se hizo. Usted se fija y cualquiera es primo de Oggum… (p. 48).
En la obra de Amado se conjugan la crítica social y el folclorismo con una veta poética que por momentos se desborda, como en la despedida del marino Januário, el amor de Tereza Batista:
Río y mar, mar y río, un día volveré aunque lluevan cuchillos y el mar se convierta en desierto, vendré en las patas de los cangrejos caminando para atrás, vendré en medio del temporal, náufrago buscando el puerto perdido, tu seno de piedra tierna (…), la ostra de bronce, la estrella de oro, río y mar, mar y río, aguas de los adioses, olas del nunca más. Desde el puente, desde los brazos de Tereza, el marinero salta a la barcaza (…) El sol va cayendo en las cenizas del cielo, crepúsculo de rosa triste, noche vacía de estrellas, la luna inútil para siempre jamás.(p. 63).
Pero Tereza Batista no se detiene mucho tiempo en tristeza y lamentaciones: ella, que vivió en carne propia la humillación y el desamparo, quiere auxiliar a otra mujer, la negra Joana, a quien el usurero Libório pretende cobrarle diez veces la cantidad de dinero que le prestara; el usurero ha presentado al juez un documento con una cruz en lugar de la firma de Joana.
La mirada de Tereza se pierde en la distancia, pero ya no piensa en Januário Gereba (…) Piensa en la negra Joana das Folhas, doña Joana França, doblada sobre la tierra al lado de su marido portugués, y después sola, plantando, cosechando, viviendo de sus manos y el hijo en Río, en la mala vida, exigiendo dinero, amenazando con matarse. Si le quitan la propiedad, si Libório le gana el pleito, ¿qué será de Joana das Folhas…? (…) Si doña Joana supiera firmar ese documento, ¿tendría igualmente valor? (…) Claro que si supiera firmar, el documento no valdría. (…) (p. 37).
La mano de Joana ya se manejaba sola y cuando Tereza se marchaba a las ocho de la noche (…) la negra seguía sobre el papel, escribiendo el alfabeto, palabras y más palabras, su nombre repetido infinidad de veces. (p. 53).
Y a la hora del juicio, demostrando la falsedad del documento del usurero, la negra Joana ya sabe firmar, y el juez falla a su favor; lo ha logrado Tereza que noche a noche la ha enseñado a escribir. Es la solidaridad entre las mujeres, que se manifestará también en la participación de Tereza en la «huelga de los burdeles cerrados», cuando las prostitutas de la ciudad, a punto de ser desalojadas de sus casas, suspenden sus actividades en señal de protesta, y salen a las calles en manifestación, y con ellas el poeta Castro Alves, cuya estatua abandona su pedestal:
¿El indomable abogado de los oprimidos tiene acaso conocimiento de la existencia de millones de mujeres que no pertenecen a ninguna clase, repudiadas por todas las clases, puestas al margen de la lucha y de la vida (…), sin derecho a tener hogar, sin derecho a tener amor (…)? El último de los últimos encuentra alguien que luche por él, las putas no. Soy yo, el poeta Castro Alves, muerto hace ya cien años, de la tumba me levanto, en la plaza que lleva mi nombre y monumento en Bahía, subo a la tribuna de donde clamé por los esclavos… (p. 322).
Esta Tereza Batista a quien el autor se refiere como si se tratara de un personaje de la vida real («La última vez que vi a Tereza Batista fue en casa de la mãe Menininha..», dice en la introducción), esta mujer de pueblo con ribetes de leyenda, es además un símbolo:
¿A quién se parece Tereza Batista, tan castigada por la vida, tan cansada de recibir golpes y de sufrir y, sin embargo, de pie (…)? Pues yo le diré a quién se parece (…) Se parece al pueblo brasileño, tan sufrido y nunca derrotado. Cuando creen que murió se levanta del ataúd y anda. (p. 394).
Tereza Batista cansada de guerra apareció en Brasil por primera vez en 1972, y fue traducida al español y publicada por la Editorial Losada de Buenos Aires en 1973. En su momento fue la novela más vendida de Brasil, superando a la muy aclamada Doña Flor y sus dos maridos. Como otros libros de su autor, Tereza Batista ha sido traducida a varios idiomas, y sirvió de base a una pieza teatral y una serie de televisión.
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