Lucía Etxebarría decide enfrentar la realidad que envuelve a la mujer española en su multiplicidad de fases, complejidades y contradicciones y presentarla a sus lectores desnuda, sin paliativos, denunciadora por el solo hecho de presentarla, de darle una forma concreta, unos interrogantes precisos. Lo singular de la autora vasca lo constituye la constante reflexión del estatus femenino a través de sus creaciones ficcionales, en el que incorpora las ideas de la autora anteriormente presentadas en sus escritos ensayísticos y teóricos.
La función de la literatura en Etxebarría parece querer convertirse en una herramienta que regule la puesta en práctica cotidiana de la igualdad o denuncie la falta de ella, en un afán de desarticular nuevas prácticas, y manifestaciones misogénicas. Conocedora del engranaje teórico en el que se debate la subjetividad femenina y la posición de la mujer en la sociedad actual, incorpora a lo largo de toda su obra de forma constante, redundante, apasionada, incluso personalizada, las contradicciones de la dificultad del reto del avance femenino.[1]
Sus temas, sus denuncias, sus modelos de mujer, la importancia de las relaciones entre mujeres, se repiten una y otra vez desde el principio de su obra hasta sus últimas publicaciones, Milagro en equilibrio, ganadora del Premio Planeta en el 2005 o Ya no sufro por amor, del mismo año. Se construye así un discurso narrativo reconocible, único, claramente comprometido, y por ello sin paralelo en la narrativa de la mujer actual. Concha Alborch en su ensayo «Malas» menciona el derecho de la mujer a usar sus propias experiencias para comprender e interpretar nuestro mundo a la vez que advierte de la importancia de asumir el reto de tomarnos en serio y de rechazar cualquier trivialización de lo femenino.
Varias han sido las críticas del feminismo de Etxebarría acusándolo de «feminismo beligerante o coqueto», o acusaciones como las de Tsuchiva Akiko que define el discurso narrativo de Etxebarría de narrativa sin profundidad, manipuladora ante las demandas publicitarias, easy consumption by the popular reader. Etxebarría es consciente de su fama, de la controversia que ella misma ha creado, de su enorme popularidad entre la juventud española y su criticismo en algunos sectores de la academia. En una entrevista en el periódico El Mundo (2004), la autora consciente de la polémica generada en torno a ella, reafirma su intención de activismo consciente con el que intenta crear cambios en la percepción de la mujer entre sus asiduos y fieles lectores. Para ello usa modelos reconocibles, utiliza el vehículo que le proporciona la tecnología con una página en la red para abrir un diálogo constante con su público y confiesa cómo incluso en sus ensayos «intento abrir vasos comunicantes entre el mundo académico y la cultura popular para crear una conciencia política feminista y promover el activismo desde el humor».
Un ejemplo específico de este deseo de comunicar directamente con su lector se observa en su manual de ensayo Ya no sufro por amor (2005), libro áaspirina», de autoayuda —como lo define la autora—, iniciándolo con una entrevista a los posibles lectores a los que se les comunica que la suma de puntos en sus respuestas determinará si necesitan o no seguir leyendo. Siguiendo el humor característico en la autora: si el número de puntos es muy bajo exclama: «Puede que no seas 100% humana», si el puntaje está en el medio: «Cómprate el libro YA», y si sale elevado: «Cómprate el libro YA y, además, haz de él tu libro de cabecera, tu Biblia y tu misal».
A pesar del envoltorio revestido de comicidad, de nuevo insiste en dos de los temas pilares de denuncia del comportamiento femenino en la autora, el de la falta de autoestima en la mujer y el de la dependencia emocional femenina. La escritora ya ha hecho hincapié en ambos temas en sus novelas anteriores, siempre con la finalidad de ayudar a la mujer educándola sobre sus posibilidades, reiterando la idea de que hay otras elecciones fuera de las que le vienen predeterminadas por criterios de género.[2]
Como parte de su agenda feminista Etxebarría escribe desde el orgullo de su propia vivencia de mujer y lanza al mercado un producto literario lleno de reflexiones, indagaciones, ejemplos casi pedagógicos de las numerosas dificultades de la mujer en la sociedad actual. A Etxebarría le interesa denunciar aquellos temas que hacen siempre parte del mundo femenino: el sexismo, el incesto, la violencia de género, el abuso y la explotación sexual de la mujer, el culto al físico perfecto en la mujer, la belleza femenina asociada con la delgadez, y la dificulta de alcanzar el éxito profesional. De esta forma presenta un claro programa de denuncias analizando los obstáculos que enfrenta diariamente la mujer, los factores que merman su potencial sicológico, intelectual y emocional.
El objetivo de la autora es dar poder y control a la mujer sobre su vida, lo que muestra la seriedad de su posición, al igual que una aguda percepción y un claro entendimiento del estatus de la mujer actual relacionado con una precisa disección de la sicología femenina. La cosmología feminista de Etxebarría, minuciosamente trasvasada a su ficción, nos parece un acto consecuente, valiente, sincero, personal y constante a lo largo de todas sus novelas.[3]
Desde los ochenta hasta el nuevo milenio la trayectoria sigue siendo la misma, la creación de un discurso narrativo que obtenga un mensaje denunciador, educativo que incremente el poder en la mujer como individuo y a la vez le otorgue fuerza como colectivo. Dicha dicotomía queda claramente enfrenta en Una historia de amor como otra cualquiera probando así la seriedad de la autora frente a la cambiante posición de la mujer y la necesidad de proponer canales alternativos para reafirmar su autoestima y su avance social.
No hay tema político, socioeconómico, familiar, incluso religioso en que se encuentre posicionada la mujer que no traten sus protagonistas. Los ideales feministas a los que se subscribe la autora se ponen directamente a prueba en los conflictos y resoluciones de sus heroínas de ficción. Las dedicatorias en los prefacios de sus novelas remiten al mundo femenino, sus protagonistas son siempre mujeres urbanas, solteras, profesionales que han alcanzado el éxito, llenas de una fortaleza que desconocen, de treinta a cuarenta años de edad, intelectualmente superiores a sus hombres. En su deseo de una representación del colectivo femenino crea simultáneamente una red de personajes secundarios igualmente mujeres, madres propagadoras de caducos sistemas patriarcales, mujeres completamente dependientes de sus novios o esposos.
Igualmente surgen adolescentes universitarias atraídas por la vida alternativa con drogas y alcohol, o modelos atípicos como abuelas que son brujas lesbianas, inmigrantes prostitutas, mujeres marroquíes que hablan críticamente de las rigurosas leyes del Islam, o niñas de diez años potenciales casos de anorexia. En su búsqueda de crear un archivo que reproduzca lo más fielmente posible una extensa gama de representaciones femeninas, abarca a heroínas de diferente clase social, educación, edad e incluso nacionalidad. De esta forma desarrolla en su amplia selección un entramado de círculos concéntricos que intentan en su propagación, mostrar el universo colectivo de las referencias que constituyen el abstracto mujer.[4]
El feminismo de Etxebarría viene específicamente canalizado a través de tres bloques reivindicativos alrededor de los que la autora centra su corpus literario y que se entrelazan constantemente: 1) problemas vinculados a la identidad sexual, la distribución de roles y la diferencia sexual de estos; 2) la desigualdad de la sociedad actual, en el ámbito económico, la dificultad de la mujer al acceso laboral, el balance entre de la vida profesional y matrimonial, familiar, las envidias del hombre ante el éxito profesional de la mujer y la ausencia de paridad.
Ejemplos de tales reivindicaciones se hallan en «Un corazón en el techo», cuento basado en el éxito de una cantante de ópera famosa y cómo su triunfo afecta la relación con su esposo sin trabajo (Una Historia de Amor como otra cualquiera, pp. 210-11). En De todo lo visible e invisible, Ruth, directora brillante, famosa, casi se deja destruir por su amante, un poeta sin talento inferior a ella moral e intelectualmente. En Amor, prozac, curiosidad y dudas, Rosa, la hermana mayor, superdotada, ejecutiva de éxito, lleva, sin embargo una existencia insatisfecha caracterizada por la reclusión y la soledad; y 3) la función de la literatura, el papel de la autora ante la sociedad, la responsabilidad de su compromiso como mujer primero e igualmente como escritora después.
El papel de la mujer en la literatura surge ante los modelos creados en la ficción, usándola como transmisora de ideas, como compromiso sociopolítico, como plataforma para el activismo. Se subscribe a la ideología del poder de la literatura como proceso que altera la realidad, al presentar ejemplos específicos de cómo pueden transformarse las existencias femeninas. La autora comenta así esta idea de imitar comportamientos alternos a aquellos que le son destinados por determinismo de género a la mujer:
Cuando las protagonistas de mis historias forman una decisión que puede abrirles camino hacia la salvación de sus conflictos, yo copio después esa decisión y la aplico a mi propia vida por mucho que la mía no tenga apenas que ver con la de ellas; otras lectoras pueden hacer lo mismo. (La letra futura, 25)[5]
Para ello retrata modelos denunciadores de problemas que esclavizan a la mujer a la vez que simultáneamente alaba con la misma intensidad lo que nos define y es intrínsecamente nuestro. Por ello se despliega al lector ideas como la del poder de la maternidad entendida como un amor de entrega total, de máximo sacrificio, el vínculo especial entre madre-hija o la valoración de la ambición y el éxito laboral en la mujer. En su discurso narrativo, los papeles tradicionales adjudicados a la mujer se destruyen y se construyen unos modelos de comportamiento y de existencia nuevos.
En las propias palabras de Teresa de Lauretis en Alicia ya no en un paralelismo exacto al enclave definitorio de pensamiento de Etxebarría, Lauretis afirma que:
Desde que una «se convierte en mujer» a través de la experiencia de la sexualidad, asuntos como el lesbianismo, la contracepción, el aborto, el incesto, el acoso sexual, la violación, la prostitución y la pornografía no son meramente sociales… O meramente sexuales… Para las mujeres son políticos y epistemológicos.
La posición feminista de Etxebarría se hace familiar al lector que ha leído más de un libro de la autora, que reconoce como un sello identificador las referencias ideológicas y políticas con la que, de forma constante, la autora mina sus textos.[6]
En Una historia de amor una de sus más recientes novelas, prostitutas, inmigrantes, ejecutivas, mujeres con éxito profesional, amas de casa, desempleadas, todas ellas se aglutinan ante la narradora periodista con una historia igualmente importante que contar. La autora les da voz a todas en su anonimia, ya que el libro va a ser una recolección documental de historias supuestamente verídicas, contadas por una diversidad de mujeres, una pluralidad colectiva de voces individuales que en contradicción con el título de aparente inocencia no son historias de amor corrientes y comunes.
La multiplicidad de mensajes lanzados por la autora se inician con la idea de la singularidad de sus historias y, sin embargo, cualquier mujer independientemente de su propio marcador social puede reconocerse en ellas. De esta forma crea una literatura que cuenta experiencias que parten de una voz femenina singularizada pero que, aunque se leen secuencialmente como una pluralidad sinfónica de diferentes voces narrativas, todas ellas con retos que superar, acaba adquiriendo ante el lector un valor comunal debido a la diversificación de problemas y obstáculos enfrentados por la mujer con el que sus lectoras pueden en algún momento reconocerse.
El poder del vínculo que se genera de la amistad entre mujeres, se convierte en un tema reiterado en la narrativa de varias escritoras españolas contemporáneas, y en especial, se convierte en el eje central en el que gira la relación entre las dos protagonistas femeninas que no tienen nada en común pero en las que el trasvase de su progresiva amistad va a ser la clave del crecimiento de ambas en la novela de Maruja Torres, Mientras vivimos (1998). A su vez la exministra de cultura Concha Alborch en su ensayo teórico «Malas» afirma cómo el centralismo patriarcal ha sido nutrido a costa de mantener divididas a las mujeres, de hacerlas rivalizar entre ellas. Como una solución para intensificar el valor femenino en la sociedad actual, Etxebarría recurre a la energía positiva del concepto de hermandad. La fuerza femenina se extrae del respeto, el cariño y el apoyo que se establece entre las mujeres para crear de esta forma un núcleo resistente a cualquier crisis individual.
En Etxebarría observamos la fuerza de la solidaridad femenina como uno de los hilos conductores a lo largo de toda su ficción. En Amor, Prozac curiosidad y dudas es la anónima misteriosa llamada diaria por teléfono de una de las hermanas Ana a Rosa, la mayor, la que le da a esta el coraje de seguir persistiendo en su existencia llena de éxito profesional, pero vacía de componentes emocionales, sola, torturada con el ocultamiento de su reprimido lesbianismo.
Curiosamente cuando la segunda hermana, la más estable, la que desempeña el papel maternal de entre las tres, se entera de que su primer amor adolescente con el que tuvo su primera experiencia sexual (a la vez traumática por el hecho de tratarse de una violación de la que nunca ha contado a nadie) se ha suicidado en el presente narrativo, Ana se derrumba emocionalmente y contrae una seria crisis nerviosa.
En una inversión de papeles, Rosa, la hermana mayor será la que esta vez le tienda la mano, dándole su apoyo tanto moral como económico. Como consecuencia de la ayuda de su hermana Ana podrá litigar el divorcio y así destruir la falsedad que se escondía bajo su insatisfecho papel de perfecta ama de casa y esposa para autocrear una nueva identidad liberadora.
Cuando Ruth, la protagonista de De todo lo visible e invisible, una directora de cine famosa, se halla en crisis debido a una ruptura amorosa fruto de una tormentosa relación con un aspirante a poeta, mediocre, inferior a la protagonista intelectual y físicamente, de nuevo será su mejor amiga la que le lance un cable para rescatarla del abismo y la convenza de volver a luchar, de encontrar su autoestima no en su ya examor, o en aseverancias externas emitidas por los demás, sino en ella misma.
En Una historia de amor como otra cualquiera, el poder de la hermandad ya rastreado en toda su obra anterior como un mensaje feminista clave, se lanza ahora bajo una nueva pirueta, al impregnarla esta vez de humor. En el cuento «Una noche en el cementerio» la joven protagonista iniciada en el sagrado arte de la brujería moderna es poseída por la identidad de su difunta abuela. Esta le ha enseñado y traspasado secretamente los poderes de la magia saltando para ello a sus dos hijos varones, ya que solo las mujeres pueden formar parte de este poder sagrado que nos trasmiten las fuerzas telúricas.
La abuela —cuenta la narradora—, se casa de muy joven con un hombre mayor que ella y con la independencia económica que le ha dejado su esposo al enviudar, vive sola el resto de sus días, independiente, sin importarle los rumores creados de su interés, por otras mujeres a las que siempre ha beneficiado moral y económicamente. Después de su muerte, la nieta narradora decide hacer el amor de noche en la lápida de la difunta abuela con el hombre perfecto, al que por cierto ha encontrado gracias a un conjuro mágico, casi como por encargo.
Después de su experiencia erótica transfiguratoria en el cementerio, bajo los efectos de la simbólica y poderosa luna llena, nota que la atracción sexual por el hasta entonces perfecto y joven amante ha desaparecido. La narradora aclara de esta forma la conversión sexual de la protagonista: «Fornicar sobre una tumba permite al que lo haga impregnarse del espíritu del que allí reposa».
Con el transcurro de los días se da cuenta de que el espíritu de la abuela la ha poseído y la voluntad sexual de esta se ha impuesto. Ahora definitivamente le gustan las mujeres sin que pueda hacer nada para evitarlo. Lo interesante es cómo encuentra que su relación con sus amigas en el presente es mucho más beneficiosa después de su transformación en una mujer lesbiana. Ahora se encuentra, como antes hizo su abuela, ayudando al grupo de amigas que van a su consulta diariamente con quejas de sus relaciones y sus vidas, haciendo el papel de curandera, terapeuta, sicóloga. Soltera de nuevo ya que el amor heterosexual con el hombre ideal no puede continuar con su recién adquirido cambio de identidad sexual, la protagonista anónima, confiesa a la periodista:
Volví a convertirme en confidente de mis amigas, que sabían que podían llamarme a cualquier hora si necesitaban un hombro en el que llorar. Volví a escuchar cuitas y a intentar restañar heridas, y debí de hacerlo bien, porque últimamente a Gemma, a Raquel, a Natalia, a Olga y a Silvia se las ve mucho más contentas. Siguen teniendo problemas con sus parejas, pero ya no parecen concederles tanta importancia […]
La descarga de placer energético que recibe su cuerpo durante el acto sexual en el cementerio en el culminante acto orgásmico en la que se le transfiere la sexualidad de la abuela, parece haber salpicado a las mujeres que giran a su alrededor. El cambio se demuestra, ocurre, cuando salen de sus citas con la narradora con una sonrisa en la boca, sintiéndose seres más armónicos, revitalizados, más capaces de enfrentarse al mundo.
El mensaje de Etxebarría a sus lectoras (y lectores en la búsqueda por entender mejor a las mujeres con las que comparten sus existencias) es claro. Se debe potenciar e intensificar la energía positiva extraída del cariño, el respeto de las relaciones que se crean por el contacto entre mujeres. En conclusión, el compromiso de Etxebarría a favor de la visibilidad de la mujer es claro y bien definido. Se debe trabar una plataforma desde flancos diferentes que confluyan en el mismo propósito: reafirmar que la valoración e igualdad de la mujer en todos su aplicaciones se asuma y se respete, dar a las mujeres el poder del conocimiento para que pueda elegir mejor, para que pueda reafirmarse en su reconocimiento, en su lucha cara cara con el determinismo de su destino.
La autora apuesta por el poder interior de la mujer, ejemplifica a múltiples tipos de mujeres, sobrevivientes, resistentes a las circunstancias adversas, valientes en la exposición de sus vivencias, sus sentimientos y las contradicciones de su difícil búsqueda de una identidad aún en transición. «Quien tiene poder habla. A quien tiene poder se le ve, quien no lo tiene se vuelve invisible», dice Ruth, la protagonista en De todo lo visible e invisible.
Con el constante desfile de mujeres exponentes de la problemática de ser mujer en la España del milenio, Etxebarría asegura que no nos invisibilicemos, que hombres y mujeres, órganos gubernamentales, todos los miembros de la sociedad sin discriminación social, aquellos quienes lean sus novelas se conciencien de la realidad conflictiva de la ontología femenina en la época contemporánea.
Al final lo que la autora quiere es que se nos vea, que se nos oiga, que nos unamos entre nosotras para crear modelos de resistencia que puedan cambiar nuestros destinos predeterminados, para que continuemos descubriéndonos y reafirmándonos como seres singulares y poderosos que somos y que debemos continuar siendo.
***
Tomado de Massanet, Lydia (2008): «La narrativa de Lucía Etxebarría: desvelando el estado actual de la mujer española», The Coastal Review Journal: An Online Peer-review Journal: Vol2: Iss.1, Article 1. Doi: 10.20429/cr.2008.020101
[1] El término feminismo con su carga conceptual histórica, positiva, revolucionaria, ha sido erosionado, ridiculizado, ha perdido su efecto reclutador. Debido al crecimiento de diversos tipos de feminismo, feminismo ecológico, de la igualdad, de la diferencia, estructuralista, se diluyen objetivos, se distorsiona el impacto del mensaje que se intenta transmitir. Antxón Pérez de Calleja define al feminismo dentro de coordenadas históricas como un movimiento de regresión debido a que las mujeres no tienen un espacio económico propio en estos momentos en contraposición a la segunda ola de feminismo anclado en una etapa de expansión que obligó a la mujer a replantearse el papel que desempeñaba dentro de la sociedad. De Calleja señala cómo la incorporación de la mujer en el espacio laboral es una falacia enmascarada ya que no solo son las mujeres las menos pagadas sino las más afectadas por la contratación temporal y por la economía sumergida. El acceso a la vida profesional supuestamente beneficial para la mujer, se convierte pronto en un arma de doble filo. La realidad se transforma en una dificultad diaria por parte de la mujer encargada ahora de una doble jornada dentro y fuera de la casa con una descarga de responsabilidad masculina en el área doméstica.
[2] La importancia negativa de la objetivación sexual a la que es sometida la mujer en nuestra civilización consumista occidental surge de forma constante a lo largo de toda su obra. Un ejemplo claro lo constituye una de las protagonistas de Una historia de amor como otra cualquiera, Lola, en que su existencia se resume en el valor que dependía de la necesidad, del deseo y de las intenciones de los demás; «su significado vital se definía en tanto que alguien la mirara, y a través de esta mirada adquiría consistencia y brillo. Sí perdía su físico ya no la mirarían de la misma manera». («El hombre que rechazó un menage a trois», 179), dilema crucial igualmente en la identidad de Ruth, la protagonista de De todo lo visible y lo invisible.
[3] Al mismo tiempo se abre al lector explicando detalles autobiográficos desde su infancia hasta su propia batalla personal con su propio diagnóstico de depresión maníaca, el uso de Prozac, de drogas en su adolescencia, a la vez que critica una medicina inadecuada e ineficaz a la hora de reconocer los problemas de salud mental que atañen a la mujer. Habla de sus propios fracasos amorosos, sus errores, sus luchas como mujer accediendo su vida privada al público.
[4] Ante un muestrario diverso en edad, nivel social, educación, la escritora incluso abre el diálogo, a protagonistas de diferentes nacionalidades, como lo muestra en Una historia de amor como otra cualquiera (2003), la última historia de la novela Sin tierra que concluye exponiendo un tema tan actual de la religión y la cultura árabe con la falta de derechos de la mujer bajo las leyes del Islam. La narración transcurre a través de la perspectiva de una narradora que vive en una comunidad árabe y que cuestiona y combate los ritos que discriminan a la mujer, desde dentro.
[5] La letra futura se convierte en un manual ensayístico de iniciación al lector a una revisión crítica del estado de la mujer en España en diversos campos, desde el de la Crítica, la dificultad de ser mujer y escritora, la dificultad del acceso laboral, la ineficiencia del sistema de la salud en la mujer, etc.
[6] Gil habla de la importancia de la unión entre lo personal y lo político cuando afirma: «De nada sirve vociferar principios de libertad e igualdad, y reivindicar ser “diferentes” sin canalizar la voz eficazmente y hacerse escuchar. De nada sirven las reuniones de mujeres compartiendo experiencias y fracasos sin contar con cauces adecuados que permitan cambiar la realidad».
Visitas: 30
Deja un comentario