
En 1938, Jean Paul Sartre, publicó una de sus piezas literarias más famosas y con la que ya daba cuenta de su pensamiento filosófico, La náusea. En ella escribe:
Las once de la noche
Cené en el Rendez-vous des Cheminots. Como estaba la patrona, tuve que hacerle el amor, pero fue por cortesía. Me desagrada un poco, es demasiado blanca y además huele a recién nacido. La patrona oprimía mi cabeza contra su pecho en un arrebato de pasión; cree que lo hace bien. En cuanto a mí, hurgaba en su sexo distraídamente bajo la colcha; luego se me entumeció el brazo. Pensaba en M. de Rollebon: después de todo, ¿qué me impide escribir una novela sobre su vida?
Dejé caer mi brazo a lo largo del flanco de la patrona y de pronto vi un jardincito con árboles bajos y anchos de los que colgaban inmensas hojas cubiertas de pelos. Hormigas, ciempiés y polillas corrían por todas partes. Había animales más horribles aún; sus cuerpos eran una rebanada de pan tostado como el de los canapés de pollo; caminaban de costado con patas de cangrejo. Las hojas anchas estaban negras de bichos.
Detrás de los cactos y las chumberas, la Véleda del jardín público señalaba su sexo con el dedo. «Este jardín huele a vómito», grité.
—No hubiera querido despertarlo —dijo la patrona—, pero tenía un pliegue de la sábana debajo de las nalgas; además debo bajar para atender a los clientes del tren de París.
La náusea es la novela existencialista por excelencia de Sartre y narra las desventuras de un joven que percibe el mundo como algo absurdo. Esta obra, escrita cuando el autor tenía 26 años, describe el descenso hacia una oscuridad que se vuelve inevitable y la apatía que siente el protagonista hacia la realidad que le toca vivir. En ella el autor divulgó algunos de los principios de aquello que lo consagró en el escenario de los intelectuales modernos de Francia: el existencialismo.
Se trata de una corriente que considera, a grandes rasgos, que no existe una naturaleza humana predeterminada y que es la libertad de conciencia, de elección, de acciones, lo que produce cierta revelación y creación de sentido.
El pensador francés, en una conferencia de 1945 que luego publicó con el título El existencialismo es un humanismo, definió esta doctrina como aquella «que hace posible la vida humana y que, por otra parte, declara que toda verdad y toda acción implican un medio y una subjetividad humana».
A modo de diario, en La náusea el protagonista Antoine Roquentin se pierde cada vez más en una espiral infinita de preguntas sin respuestas. Le asombra comprobar que los buenos burgueses de la ciudad no adviertan estos aspectos de la realidad, que para él son tan evidentes. Un alejamiento profundo lo distancia de todo lo que lo rodea y, finalmente, lo distanciará de la obra misma en la que está trabajando.
Entre los temas fundamentales de la novela están la muerte, la historia, el progreso, el automatismo y la rebelión, entre otros. Teniendo puntos de contacto con la obra de Albert Camus, autor de El extranjero, Sartre llega a la conclusión de que la vida humana está vacía, entiende que el desarrollo, el progreso, el futuro y las pasiones no son más que ilusiones. La obra sintetiza como ninguna otra el pensamiento filosófico de Jean Paul Sartre.
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