La Orquesta Aragón: una historia viva para la memoria necesaria, del Dr. Eduardo Torres Cuevas y la Dra. Alegna Jacomino Ruiz, es el título del libro publicado por el sello editorial Imagen Contemporánea de la Universidad de La Habana y de la Casa de Altos Estudios «Don Fernando Ortiz», para satisfacer las necesidades cognoscitivas de los fieles admiradores de la Reina de las Charangas Cubanas.
El objetivo fundamental que persiguen los autores de ese texto es promover, entre las nuevas generaciones, el valioso legado musical aportado por la Charanga Eterna al pentagrama sonoro caribeño y universal.
El contenido de esa joya de la literatura especializada incluye cuatro períodos históricos que atravesara la que «llegó y triunfó»: desde su constitución hasta la actualidad.
Por lo tanto, un primer momento abarca desde 1939 a 1952, con el desarrollo de los «Estilistas del Cha, Cha, Cha» en la ciudad de Cienfuegos, donde el maestro Orestes Aragón la fundó el 30 de septiembre de 1939, con formato de charanga, y caracterizada por la interpretación única e irrepetible del danzón, el bolero, la guaracha, el son y el contagioso ritmo creado por el maestro Enrique Jorrín Oleaga (1926-1987), y popularizado por la Orquesta América.
En 1953, la emblemática agrupación sureña llega a La Habana y comienzan las primeras grabaciones en las emisoras, sobre todo en Radio Progreso, así como de los primeros discos con la firma RCA Víctor; de ahí que la segunda parte se extienda hasta 1958.
Un tercer período comienza en 1959, con el triunfo de las armas rebeldes y los cambios socio-económicos generados a todo lo largo y ancho de nuestra geografía insular, y que transformaron la cultura y el arte; ese período finaliza en 1981.
El cuarto y último período transcurre desde el lamentable deceso del maestro Rafael Lay Apesteguía (1927-1982), hasta el presente.
En los hallazgos de la exhaustiva investigación emprendida por los doctores Torres Cuevas y Jacomino Ruiz, se destaca el componente sociológico y musicológico que identifica a los «aragonísimos» —como los califica la maestra Carmen Solar, Premio Nacional de Radio— la importancia que la popular agrupación adquiere para la sociedad, el conocimiento de las letras de las melodías que interpreta, y la estrecha relación emisor-receptor.
Por otra parte, en ese libro el lector puede descubrir en qué consiste el «sonido Aragón», resultado directo de las «caricias» que el maestro Rafael Lay Apesteguía les hacía a las cuerdas de su violín, y que luego extrapolara a los demás instrumentos (cuerda, viento y percusión), que configuran el formato charanguero, así como a las voces de los artistas, quienes les imprimen un sello inimitable a los disímiles géneros musicales que interpretan.
La lectura serena y reflexiva de ese volumen les permitirá a quienes decidan incursionar en sus atractivas páginas poder evaluar —desde una óptica eminentemente objetivo-subjetiva— la trayectoria y evolución de la Orquesta Aragón, la cual tiene —¡quién lo duda!— una historia muy singular.
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